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Cincuenta mayos atrás Cubanet

Protestas en París en 1968 (filmsnotdead.com)

LA HABANA.- Las revueltas parisinas de hace 50 años que quedaron registradas en la historia como “mayo del 68”, en realidad no se limitaron solo a ese mes: se iniciaron a fines de abril de ese año, y se prolongaron hasta la última semana de junio, cuando Charles de Gaulle —asustado por la posibilidad de que la mayor huelga general de la historia francesa desembocara en una insurrección armada— se vio forzado a convocar a elecciones anticipadas.
A la revuelta, iniciada por los estudiantes universitarios, se sumaron hippies, feministas, pacifistas, ecologistas, homosexuales, anarquistas y, luego, los sindicatos obreros y los comunistas, distanciados o no de Moscú, maoístas y trostkistas incluidos.
Aquellos sucesos de 50 mayos atrás, atendiendo a sus inspiraciones y los referentes que tenían, pueden parecer hoy bastante disparatados. ¿Cómo podía la Revolución Cultural china ser la inspiración y el modelo para alguien que viviera en Occidente, en un país democrático? ¿Se imaginan qué hubieran hecho, en China o Cuba, Mao y Che Guevara con aquellos jóvenes revoltosos que los idolatraban en sus pancartas y que levantaban barricadas y lanzaban adoquines mientras demandaban se prohibiera prohibir?
Por mucho rostro humano que tuviese el socialismo que reclamaban, no se hubieran detenido ante los manifestantes los tanques soviéticos, como quedaría demostrado en Praga menos de dos meses después.
¿Qué tenían que ver las ideas de Heidegger, que nunca renegó de su apoyo al nazismo, con las aspiraciones de aquellos jóvenes rebeldes para que lo incluyeran, en una confusa mescolanza, junto a Marx, Sartre, Marcuse y Althuser?
En definitiva, era más lo citado que lo realmente leído y asimilado por aquellos jóvenes que jugaban a la revolución. Pero no me negarán que aquel mal digerido caldo produjo consignas que aun hoy seducen, como “todo el poder a la imaginación”, “seamos realistas, pidamos lo imposible”, y sobre todo, la antes mencionada “prohibido prohibir”.
Era un mundo más inocente, idealista y menos cínico, con espacio para los sueños.
Aquellos rebeldes de 1968 que querían cambiar al mundo terminaron siendo asimilados por el sistema: los hippies se convirtieron en yuppies, hedonistas, materialistas e individualistas sustentadores de la sociedad de consumo, donde la parafernalia hippie-sicodélica compite en el mercado con Armani y la Coca-Cola.
Daniel Cohn-Benedict —Danny El Rojo, como lo llamaban—, uno de los principales líderes de las protestas del 68, a inicios de los años 70 protagonizó un escándalo por pederastia, que disipó explicando que lo que había dicho en su libro El Gran Bazar fue solo para epatar a los burgueses, para luchar contra la moral tradicional, que había exagerado en lo que había referido de sus lances eróticos con niñas, porque los revolucionarios en aquella época estaban obsesionados con la lucha contra todo tipo de represiones, incluida la represión sexual. Hoy es un respetable eurodiputado ecologista. Sus experiencias de mayo del 68 quedaron recogidas en un libro con un título que parece de una película de Almodóvar: La revolución y nosotros que la quisimos tanto.
Hay que admitir que no andaban muy descaminados De Gaulle y Miterrand cuando describían peyorativamente aquella revuelta como “la revolución de los zánganos y los hijos de papá”.
Aquellos sucesos solo pueden entenderse en el contexto de los 60 —los años de las protestas contra la guerra de Vietnam, de la contracultura hippie, de las canciones de Dylan, los Beatles y los Stones, la revolución sexual—, cuando los jóvenes se rebelaban contra la autoridad de los padres, los maestros, la Iglesia, el Estado, el modo de vida burgués.
Fue una perreta gigante, a nivel mundial, de la cual los que éramos jóvenes en aquellos años salimos más libres. Derechos, usos, modas y costumbres que hoy nos parecen lo más natural y normal, como si siempre hubiese sido así, no habrían sido posibles sin el mayo del 68. Y eso, digan lo que digan los conservadores, que siguen achacando al mayo parisino gran parte de los actuales males de la humanidad, es un buen motivo para celebrar el medio siglo de la algazara.
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