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Comiendo catibía con el Bobo de la Yuca

LA HABANA, Cuba. – Suponiendo que sea cierto lo afirmado por los abogados de los demandados en el juicio de Londres, es decir, que todo fue culpa de un funcionario corrupto, entonces sí hay razones de sobra para sentenciar, más allá de una corte, que Cuba es un Estado fallido, en tanto el descontrol apunta hacia el caos total cuando un tipo cualquiera es capaz de negociar la deuda del país sin que salten las alarmas (y es que al parecer no las hay, o las mantienen desconectadas todo el tiempo porque si no el ruido sería constante). 

Fijémonos en qué clase de país surrealista se ha convertido Cuba, en tanto la policía creó un efímero departamento de “Lucha contra coleros” (LCC) para aparentar “poner orden” donde jamás lo hubo (un intento que insufló más corrupción al problema de las colas) pero, al mismo tiempo, se les escapan estos grandes “paletazos” de los que solo tenemos noticias cuando ya les resulta imposible lavar los trapos sucios en casa.

Movilizan incluso a las tropas especiales de las Fuerzas Armadas para “luchar” contra la pobre señora que revende el picadillo o su turno en una fila, incluso contra el viejito que vende jabitas escondido en un portal pero, en cambio, ningún elemento supervisor y fiscalizador en el “sistema”, a pesar de “lealtades políticas” y hasta “políticas de cuadros”, es capaz de detectar estas “anomalías” que de tan usuales ya van siendo la norma.    

Y es que el asunto de la corrupción no se detuvo con la desarticulación de aquel departamento “MC” (Moneda Convertible) que, se ha dicho, usó las oficinas del mismísimo Ministerio del Interior como bóvedas para guardar los millones que rendían el narcotráfico y las off-shore, de las cuales aún quedan muchas activas. Pero tampoco nació con aquella turbia historia que, igual por una denuncia externa y no por una investigación interna, terminó en juicios, cárcel y fusilamientos.

¡Pero no pasa nada! De aquellos años a estos si no hubo casos peores no es porque no los hubiera sino porque de ellos no escuchamos, y una prueba serían todos esos desfalcos en las empresas estatales (y la renuencia del Gobierno a prescindir de tal núcleo de corrupción) pero también lo sería el hecho de que hoy nos presentan a este “funcionario corrupto” en un caso de deuda exterior que no acaba de ocurrir ayer o antier sino que se remonta a los tiempos en que aún existía la Unión Soviética.

Una deuda que por el modo en que fue abandonada, literalmente engavetada, en ningún momento hubo intenciones de saldar, como ha sucedido con las demás y que, en los casos más “afortunados”, han entrado a perpetuidad en ese círculo de condonaciones y renegociaciones que, ya lo veremos pronto con los rusos, pudieran terminar generando mayor corrupción en tanto nada es gratis en este mundo, mucho menos cuando se involucra con sus “consejos” un tipo como Boris Titov.

No importa lo que digan ahora sobre el protocolo que establecen las leyes cubanas para el manejo de la deuda externa o si todo se trata de un montaje teatral para evadir responsabilidades con los acreedores, lo cierto es que al régimen no le ha importado echar mano a un argumento que los hunde más en el ridículo, sobre todo porque este viene a engrosar un extenso listado de antecedentes donde se da a entender que, de haber un “estilo de gobierno” de los comunistas, este sería demencial.

¿Qué fue si no, años atrás, la “Batalla de Ideas” para la que incluso fue creado una especie de ministerio que poco después se convirtió en epicentro de los peores actos de corrupción? ¿Y qué ha pasado reiteradamente con el Ministerio de Comercio Exterior y sus tantas entidades asociadas? Cuba completa en los últimos 60 años ha sido una historia interminable de interminables “explotes”.

Incluso cuando han querido “corregir” lo han hecho a modo “experimental”, pues así es como quisieron presentar las políticas de “ordenamiento monetario” que, a fin de cuentas, llegaron para empeorar la situación haciendo aún más complejo el contexto económico-financiero (y con muchas más grietas para que bien anide la corrupción). 

Pero sus “geniales” autores hoy andan por allá arriba —no tan arriba aunque aún alzados sobre nuestras cabezas de gente de a pie— en otros asuntos que caotizar, y no dudo que con total permiso de vender a precio de remate todo lo que pueda ser vendido, así como ayer, sin dar cuentas a ninguno de nosotros, vendieron como chatarra tanto los buques de las flotas mercante y de pesca, como las maquinarias de los centrales azucareros. ¡Y no pasa nada!  

Se trata de la locura total en tanto, al parecer, cualquiera, en cualquier ministerio o institución oficial, siempre que sea un “tipo de confianza”, puede hacerse, ponerse y disponerse con las tantas deudas de este país y negociarlas así como ahorita pudiera mi vecina vender su turno en la cola del pollo. 

Así han llegado a Londres, con una historia que no habla nada bueno de cómo se manejan los asuntos por acá, tanto así que dicen los que han podido asistir a las audiencias, que la jueza no logra ocultar el asombro al escuchar tales argumentos. 

Me imagino entonces cuál sería su expresión si además de sospechar del caos o de la mentira, alguien le contara un poquito más de lo que sucede en nuestro manicomio insular, cosas así como que, después de 60 años, incapaces de producir alimentos, hemos inventado un helado de catibía y hasta hacemos del acontecimiento un festival. Nada, cosas que suceden en el país del Bobo de la Yuca.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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