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Condenados a morir de hambre en un hospital cubano

Hospital cubano (foto internet)

LA HABANA, Cuba.- Hace unos días, una joven amiga que tuvo a su papá ingresado en La Dependiente, me explicó: “Cuando el médico que lo atendió en el cuerpo de guardia me dijo que lo iba a ingresar, el terror me invadió. Decidí no moverme de su lado para poder cuidarlo bien, porque he oído tantas historias escalofriantes de conocidos y desconocidos sobre ancianos ingresados… Por suerte lo ubicaron en la sala de Geriatría, donde la atención es algo mejor. Naturalmente, estaba siempre pendiente de su tratamiento y los horarios de los medicamentos, algo complejo porque los médicos no te informan sobre el tratamiento y las enfermeras no respetan mucho los horarios”.

Nuestra amiga pasó momentos duros a causa de la falta de agua, los baños tupidos, la suciedad general, el viejo mobiliario desvencijado, pero sobre todo para procurarse la comida, pues aunque en el hospital hay una cafetería, pocas veces vendían algún alimento. Como en los primeros días el papá estaba algo desorientado por la fiebre, le pidió a la enfermera que estuviera pendiente de él para salir un momento a comer algo. Cuando regresó, este se había arrancado el suero, estaba todo empapado de sangre, y nadie se había percatado.

Pero aparte de la supervisión al enfermo, la principal razón por la que el acompañante no debe moverse de junto a la cama es el alto índice de robos perpetrados en hospitales. Téngase en cuenta que en Cuba, en caso de ingreso, hay que llevar al hospital un sinfín de artículos, desde pijamas y ropa de cama, pasando por toalla, jabón y detergente, hasta ventilador, cubo para el agua y calentador eléctrico, quien lo tenga. De ahí que sea tan estresante tener que alejarse de los hospitales porque los cuentapropistas tienen prohibido vender en sus cercanías. Por uno de ellos supo la joven que en esas zonas las multas que imponen los inspectores son demasiado altas.

Recuerdo que hace años conocí un matrimonio que cocinaba por encargo para acompañantes y pacientes ingresados. Ella llegaba al amanecer en su moto con cuatro o cinco termos de café, y mientras lo vendía recogía los encargos de comida que luego distribuía para el almuerzo. Hace unos días, un primo suyo que los visitó en Miami me contó que siguen cocinando, ahora para brigadas de constructores, y les va muy bien.

El periódico oficialista Granma publicó el 27de mayo de 2011 “Las medidas adoptadas para eliminar las ventas por cuenta propia en instituciones de la Salud”, firmado por el director provincial de Salud, Dr. Alfredo González Lorenzo. Se argumenta enfrentar esta actividad en consonancia con el ambiente de orden, higiene y disciplina que deben reinar en nuestros hospitales.

Pero estos argumentos no convencen a nadie, en vista de las infernales condiciones en que se encuentran la mayoría de los centros de salud. Por ello es más verosímil lo que opina la población: no permiten la venta dentro de los hospitales porque así quedaría demostrado que en Cuba, la “potencia médica”, no es el Ministerio de Salud Pública, sino el sector privado, quien garantiza la alimentación decorosa a enfermos y acompañantes.

Por último le piden cooperación al pueblo –ese mismo que pasa hambre– en el “combate revolucionario para no permitir que proliferen los vendedores en dichas instituciones”. Mientras tanto, la comida de los hospitales es tan mala que la inmensa mayoría de los enfermos la rechaza.

La falta de sensibilidad de los dirigentes del sector Salud quedó demostrada con esta arbitraria medida sobre un problema que perjudica al pueblo cubano, que paga con su sudor el lujo y el confort de las instituciones especiales de salud reservadas a los dirigentes y sus acólitos cubanos y extranjeros, donde tanto ellos como sus acompañantes tienen asegurado un exquisito avituallamiento en la nevera de cada habitación.