Inicio Cuba Consecuencias de ser disidente en Cuba (II)

Consecuencias de ser disidente en Cuba (II)

Consecuencias de ser disidente en Cuba. Foto archivo

LA HABANA, Cuba.- Damos continuidad a las entrevistas que realizamos a varios disidentes con el objetivo de indagar sobre las consecuencias de su activismo o posición política.

La investigación surgió a partir de una amenaza que me realizara un represor, durante un interrogatorio el pasado 30 de octubre, luego de mi llegada a Cuba, procedente de Miami. Me dijeron que indagara con amigos disidentes sobre las consecuencias de su trabajo y, aclaró, “esto no es una amenaza”.

Aquí están, con sus propias palabras, las consecuencias de ser disidente en Cuba.

Ileana Hernández, Periodista Independiente

Ileana Hernández, Periodista Independiente. Foto Facebook

Espiritualmente, cada vez que intentan por todos los medios anularte socialmente, te sientes satisfecha contigo misma sabiendo que estás del lado de la verdad. En mi caso, sufro detenciones arbitrarias, encierros en calabozos por más de 24 horas y, como otros tantos cubanos, llevo casi dos años regulada.

Las consecuencias de hacer activismo por los derechos humanos se miden por la voluntad que tengas de hacer lo que crees correcto por una mejor sociedad donde impere la libertad de expresión y se destrone el terror a hablar y hacer política de los ciudadanos cubanos que lo deseen; si podemos conseguir sumar a más personas a la causa de la libertad, no importa lo que tengas que sufrir para conseguirlo, el solo hecho de que se sume uno más es un triunfo para la democracia.

Boris González Arenas, ex profesor de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Periodista Independiente y miembro de la Mesa de Unidad de Acción Democrática (MUAD)

Boris González Seguridad del Estado Cuba
Boris González Arenas. Foto archivo

¿Cuáles son las consecuencias de ser disidente en Cuba? Para mí ha sido la posibilidad de conocer a las personas que no me gustaría morir sin haber conocido. Compartir y sufrir con ellas. Al investigar tengo un placer añadido, activo la memoria del último medio siglo, y es fácil, porque falta por decir casi todo. Me muevo en un océano que no importa a dónde voy, siempre surgirán tesoros. Además, mi vida se ha concentrado en sus elementos esenciales, amigos, familia, entorno, como si quisiera consumir el máximo de ellos, para si algún día me separan de todo poderlo reanimar en la oscuridad.

Me han golpeado, mis colegas me han expulsado de mi trabajo, me han amenazado. Me han quitado libros al entrar por el aeropuerto. Los abogados y los tribunales me han negado mis derechos. He corroborado que las paredes de las cárceles son iguales a las de los círculos infantiles, que vale más para el castrismo esconder un muerto por un derrumbe que evitarlo, perseguir a una madre que pierde a su hija que reconocer su dolor.

Estamos en un momento en el que cada día vivimos algo peor que el anterior y la gente sigue haciendo silencio y eso es sorprendente. El trovador sigue cantándole a alguna noviecita perdida, el atleta celebra su medalla, la pintora celebra su participación en una bienal en Italia o Hong Kong, mientras la policía saca a cubanos de los carnavales tirándolos por sobre una cerca, ordena las colas con perros ladrando o intimida a la familia del preso muerto sin asistencia médica.

Marthadela Tamayo, Organizadora de la Red de Mujeres por la Igualdad (RMI), organización integrante del CIR (Comité Ciudadano por la Integración Racial)

Cuba
Marthadela Tamayo. Foto Facebook.

Yo fui expulsada en el año 2014 de la escuela donde trabaja como maestra de Inglés porque, según la Comisión de Educación Municipal de Antilla, Holguín, (municipio donde vivía) yo me relacionaba con personas contrarrevolucionarias y desafectas al sistema, y tenía una conducta política no acorde a los principios de un Educador ni a la Revolución.

Desde entonces, todo lo que he realizado a tiempo completo es activismo de Derechos Humanos y sí he tenido represión, hostigamiento, detenciones de 72 horas en calabozos por el solo hecho de realizar talleres de empoderamiento a ciudadanos en los temas de género, raciales y electorales. En dos ocasiones me han incautado mis equipos de trabajo como una laptop y un móvil, principalmente cuando me desempeñaba como Comunicadora de la Campaña por #Otro18; también en el aeropuerto, al llegar de cursos en el exterior de tipo electoral, me quitaron los libros, notas de trabajo, folletos y una laptop. He sido regulada en varias ocasiones con el objetivo de impedirme participar en cursos y eventos en el extranjero.

Recientemente, desde mi llegada de una beca sobre violencia de género que realicé en Washington DC por cuatro meses, he tenido detenciones, vigilancia y hostigamiento para impedirme trabajar en la Campaña Unidas por Nuestros Derechos.

Omara Ruiz Urquiola, ex profesora del Instituto Superior de Diseño (ISDI) de La Habana; expulsada del centro por su disidencia

Cuba represión
Omara Ruiz Urquiola. Foto archivo

Lo primero es que ni siquiera me considero activista de nada, eso implica responsabilidades que no estoy dispuesta a asumir. Realmente solo me he defendido ante la agresión a mi familia y a nuestro proyecto agroecológico, he respondido cuando agreden a mi hermano, que ha salido a defender mi derecho a la salud, por ejemplo. De ahí en adelante, y aunque no participe de ninguna plataforma reivindicativa específica, o de una agenda política, ya soy clasificada por los órganos represivos como enemiga, y las instituciones del Estado me ven como adversaria, no hace diferencia si son médicos o funcionarios públicos.

La represión creo que va encaminada hacia dos objetivos, el aleccionador de cara al resto de la sociedad, cumple función de escarmiento preventivo. Y en la otra vía opera sobre la psiquis individual, medra por acumulación, y pretende generar frustración para que desistamos de expresarnos. En lo personal, y aunque sean predecibles los métodos represivos, siempre me abate constatar la existencia de este grupo humano absolutamente degenerado, exponentes del daño antropológico en una zona importante de los estratos sociales más postergados en todos los tiempos.

Para mí, desde los 90’s quedó claro el contexto cubano y mi ubicación en él. Soy muy rígida en lo tocante a mis principios, no han variado desde entonces. Solo he visto el avance en el tiempo de un sistema totalitario, con sus especificidades, y es predecible el colapso represivo, llegaron a la fase de ganar tiempo. No admito trato con la delincuencia, nunca lo he permitido, por formación, por eso no puedo, no consiento relacionamiento alguno con agentes aterrorizadores, la verdad es que jamás me he cuestionado mi integridad moral, es obvio que estoy donde mi sentido de la decencia indica.

Ángel Santiesteban Prats, escritor y Vicepresidente del Club de Escritores y Artistas de Cuba (CEAC)

Cuba represión opositores
Ángel Santiesteban Prats. Foto archivo

Era un escritor que había alcanzado los principales premios en la Isla, viajaba invitado por Ferias y universidades en el extranjero. Podía haber continuado viviendo “la dulce vida”, pero mi conciencia, debido a las múltiples lecturas y mi educación masónica, me exigieron que jugara un rol por mi tiempo y por mi país porque había comenzado a sentir vergüenza y asco de mi silencio. Ese miedo que te engendran desde que naces. Esa hipocresía que te siembran en la sangre y en la conciencia y que luego se convierte en el mayor acto de rebeldía interior.

Apenas salí a la palestra política con mi blog “Los hijos que nadie quiso”, comenzaron los enfrentamientos intelectuales y físicos. Desde que percibieron el primer indicio de oposición, emprendieron la construcción de un plan diabólico para doblegarme. Fueron cuatro años y medio de intenso pulseo con la Policía Política. Recibí golpizas, celdas y prisión. Hablando de este último lugar, no he encontrado un espacio donde me haya sentido más libre y de mayor utilidad que en la cárcel. Ellos pensaron que por encerrar mi cuerpo así lo harían con mi mente. Fue cuando escribí más literatura y denuncias. Fueron como dos años y medio sabáticos que me regalaron.

Las consecuencias: ninguna. Creo que la única y peor consecuencia hubiese sido el haberme mantenido en silencio.

Para leer la primera parte pulse aquí.

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