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Constitución de 2019: dos años después nada ha cambiado

GUANTÁNAMO, Cuba. ─ La primera constitución espuria del castrismo fue la “Ley Fundamental de 1959”, la segunda fue la de 1976 y la tercera la que se promulgó el 10 de abril de 2019, en recordación de la Constitución de Guáimaro, la primera de la República en Armas.

Previamente a la promulgación de la tercera constitución espuria se desarrolló un amplio programa de consultas con la población. En la reunión realizada en mi circunscripción presenté un análisis por escrito que contenía mis propuestas de modificación al Anteproyecto de Constitución. Mientras exponía mis propuestas era filmado por un oficial de la Seguridad del Estado. Cuando mi esposa intentó hacer lo mismo, le dijeron que no podía. Así se aplica el derecho de igualdad en Cuba, regulado por el artículo 42 de la Carta Magna.

De forma mayoritaria la población cubana se pronunció en esas asambleas en contra del matrimonio de personas del mismo sexo ─introducido como tema de la discordia para distraer la atención sobre otros aspectos medulares─, por elegir de forma directa a los máximos dirigentes del poder popular en el municipio y la provincia y también a los principales cargos del Estado, entre ellos el de Presidente de la República, pero estos reclamos populares fueron desestimados olímpicamente porque el objetivo de la consulta no fue otro que el de proyectar una imagen de democracia que sólo existe en las mentes calenturientas de los tanques ejecutantes del castrismo, porque de pensantes tienen muy poco.

Los defensores de ese engendro que los castristas llaman constitución acuden a cifras para afirmar que la nueva Carta Magna fue aprobada por la inmensa mayoría de los electores. Se trata de un argumento que no puede ser verificado, ni siquiera por quienes lo reiteran. Y es que ya lo dijo Iósif Stalin: “Quien cuenta los votos determina quién gana”, algo que siempre ocurre en sociedades como la cubana, donde en el momento del conteo de los votos no se permiten representantes de la sociedad civil independiente o de organismos internacionales que puedan acreditar la certeza de los datos que luego se informan.

Aducen también los defensores del castrismo que el pueblo se convirtió en una inmensa asamblea constituyente y eso es otra falsedad, porque los cubanos de a pie no decidimos absolutamente nada trascendente para los destinos de la nación en esas discusiones pues todo ya estaba decidido de antemano. Se formaron equipos de trabajo a nivel central para evaluar las opiniones del pueblo pero su trabajo real consistió en atemperar las propuestas de modificaciones a los intereses del partido y desechar aquellas que atacaban asuntos trascendentes para el destino de la nación como el de la irrevocabilidad del socialismo.

El 8 de febrero de 2019 CubaNet publicó mi artículo Todos serán barridos por la historia, en el que afirmé y ahora ratifico:

“Quienes pretenden hacer creer que el proceso de discusión de la Constitución fue democrático porque se permitió a la población expresar sus opiniones olvidan que “democracia” es mucho más que eso. De nada vale que el pueblo hable si luego no se sabe qué pasó con sus opiniones. En la Asamblea Nacional del Poder Popular nada se dijo acerca de cuántos cubanos se pronunciaron contra la irrevocabilidad del socialismo y contra el sistema de partido único. ¿Qué justificación moral existe para imponerle a un pueblo un sistema por el cual jamás ha votado en elecciones pluripartidistas y democráticas?

(…) esta revolución no se hizo para imponer una dictadura de partido único sino para restablecer la Constitución de 1940, realizar elecciones libres y devolver el país a la senda de la democracia, la cual, es cierto, tiene muchos defectos, pero es lo mejor que conoce el mundo en cuanto a sistemas de gobierno. El programa de la revolución cubana ─que no fue liderada únicamente por Fidel Castro─ consta en La historia me absolverá, y los Pactos de México, Caracas y la Sierra Maestra y para nada era comunista.

A quienes dicen que defienden el socialismo cubano les digo que aquí no hay socialismo, ni democracia, ni soberanía. Rosa Luxemburgo, la brillante líder comunista, aseguró: “La libertad sólo para los partidarios del gobierno, solo para los miembros de un partido -no importa cuán numerosos- no es libertad. Solo es libertad si es para quien piensa diferente”, cita que he tomado de la p.196 del libro “Paraíso perdido. Viajes por el mundo socialista”, de Frei Betto, publicado por la Editorial Ciencias Sociales en 2016. En Cuba no hay socialismo porque la estructura de gobierno es verticalista y usa métodos de ordeno y mando, no existe la horizontalidad del poder y el pueblo no está empoderado porque no puede elegir no ya a su Presidente, sino tampoco a los jueces y fiscales, a los gobernadores provinciales, a los presidentes de las Asambleas Municipales del Poder Popular, ni participa de forma efectiva en la redacción de las leyes ni en el gobierno ni en la economía del país. En tales condiciones no puede hablarse de empoderamiento ni de soberanía, muchísimo menos de socialismo. ¿Cómo puede hablarse de socialismo en un país donde hay menos derechos civiles y políticos que en el capitalismo?”.

En un país donde las consultas al pueblo son la excepción y no la regla -como aviesamente reitera el castrismo-, ¿cómo puede asegurarse que dentro de cinco años el pueblo cubano no desee un cambio de sistema cuando ahora mismo lo está pidiendo a gritos?

Los ilusos que pusieron sus esperanzas en la nueva constitución han visto que dos años después nada ha cambiado, por el contrario todo está peor y ─como ocurrió con la de 1976─ todo indica que la nueva constitución va a ser letra muerta si tenemos en cuenta que las fuerzas represoras continúan violando grosera y públicamente elementales derechos humanos con total impunidad y las leyes que deberían dictarse para hacer efectivos esos derechos siguen sin promulgarse.

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