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¿Constitución o reglamento de cuartel? Cubanet

Debate del Proyecto de Constitución. Foto Cubahora

ESTADOS UNIDOS. – Antes de que el régimen de La Habana anuncie que la abrumadora mayoría de los electores aprobó la reforma de la constitución, ya todo el mundo sabe que será un “sí” tramposo porque nadie en sus cabales puede aceptar, en pleno siglo XXI y con internet a todo tren, que un reducido grupo de ungidos imponga en la supuesta Carta Magna tanta afrenta a la razón.

Los señores que gobiernan en Cuba dicen (sin ningún empacho) que “La constitución reafirma el carácter socialista de nuestro sistema político, económico y social, así como el papel rector del Partido Comunista de Cuba”, lo cual equivale a decir que estamos ante un reglamento de cuartel.

Todos sabemos que no hay tal proyecto de reforma ni tal constitución porque se trata de un paripé dilatorio para que los futuros encargados de dar al traste con el Gran Artificio cubano tengan sucesivamente la posibilidad de reformar la reforma hasta que, de cambio en cambio y tras los grandes entierros, la gente en Cuba encuentre modo de liberarse gradualmente del cepo.

La treta de los jerarcas del régimen es enseñar los dientes como los lobos para luego morir en la cama después de haber hundido el país en la miseria más espantosa y en la destrucción masiva del cuerpo social. Tal fue la doctrina del alebrestado de Birán: ¡Conmigo todo, pero “sinmigo” nada! Aunque la culpa no fue solamente de él ya que “la cosa” le fue posible por las especiales circunstancias y por la falta de fondo antropológico (eso de “falta de fondo antropológico” es un artero eufemismo) en un país de grandes pachangas, con sol y mar de espuma. Los hubo que dieron la cara pero murieron y 60 años después, todavía estamos en la misma gracia. ¡Qué borrachera!

Cuando venga el referéndum, la única respuesta ante la trampa prevista será que los votantes manden a los liberticidas un mensaje claro en las urnas con un “no” masivo que se convierta en elemento de reflexión en el seno mismo del régimen, porque siempre hay alguien que escucha en medio del estruendoso derrumbe.