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Cuando desperté, el basurero estaba ahí

Basurero en La Habana (Foto de archivo)

LA HABANA, Cuba. – El basural, ubicado en la intersección de las calles Águila y Estrella, en el municipio de Centro Habana, y que ya formaba parte del entorno urbanístico por su larga y monumental presencia, desapareció hace un par de noches.

Se acabaron los fardos de inmundicia sobresaliendo de los tanques y la cordillera de escombros y desperdicios agusanados adornando el borde de la acera.

Sé que la solución es temporal, pero nadie debe dudar de que se trata de un “logro revolucionario”, ejecutado por hombres que sanean la ciudad, de vez en cuando, a costa de su salud.

El trabajo lo realizan sin la debida protección, con un par de palas herrumbrosas, con unos sacos que tal vez recogieron en otro basural y entonando el estribillo de una canción de música bailable. Al parecer, un subterfugio para olvidar la pesadilla de tener que lidiar con el amontonamiento de desperdicios por un mísero salario.

La basura, en forma de cordilleras, es, por supremo derecho, una de los rasgos distintivos de la capital. Esas acumulaciones de desechos son, junto al Capitolio, el faro del Morro, el Museo de los Capitanes Generales y la Plaza de la Catedral, parte de las “atracciones” citadinas.

La omnipresencia de estos voluminosos montículos son como el dinosaurio del famoso mini cuento de Augusto Monterroso, solo que, en este caso, tendrían que versionarlo de la siguiente manera: Cuando desperté, el basurero estaba ahí.

Puede que el lector no familiarizado con la realidad de un hábitat sin nada en común con los paisajes de las postales turísticas piense que intento hiperbolizar el contexto con tal de llamar la atención, pero la mugre y el mal olor son dos fieras siempre al acecho, lo mismo en la Habana Vieja, Marianao, Arrojo Naranjo, Diez de Octubre o Centro Habana. Da igual el municipio, el asunto es que nadie escapa a ese flagelo, casi siempre acompañado de moscas, mosquitos, guasasas, caránganos y esos golpes de aire hediondo que traspasan puertas y ventanas.

La Habana se ha convertido en un estercolero y muchas de las enfermedades que proliferan entre sus moradores se deben a esa permanente exposición a la cochambre en todas sus manifestaciones.

Aparte de las sobras de la comida y los escombros de alguna vivienda que se derrumbó, la basura incluye paquetes de excrementos de familias que no tienen inodoros, o cuyos inodoros están tupidos, o carecen de un suministro estable de agua, tres casos, sobre todo el último, muy comunes en numerosas zonas de la ciudad.

En fin, que la tregua que llegó al cruce de las calles mencionadas en el texto será efímera. No es un exceso de pesimismo, es que las consignas patrióticas, las marchas del pueblo combatiente y ahora el montaje del referendo para la reforma constitucional, a celebrarse el próximo 24 de febrero y, dicho sea de paso, ya aprobado por la soberana voluntad de la élite de poder, encabezan el orden de las prioridades.

Se argumenta que no hay suficientes camiones para garantizar la recolección de desechos. De ser cierto, no creo que sea el único obstáculo. Falta disponibilidad y compromiso para resolver un problema que está envenenando el medio ambiente y afectando la vida de miles de familias, sobre todo a los sectores más vulnerables, los niños y las personas de edad avanzada.

Las costras apestosas que no pudieron ser arrancadas del pavimento las considero como un aviso de que la pesadilla continuará, nadie sabe hasta cuándo. Por el momento, la peste no llega al tercer piso. Antes que termine el mes, estoy seguro que esa tímida satisfacción pasará a la lista de recuerdos. La disfuncionalidad del modelo, desde el punto de vista social y económico, es una verdad irrebatible.