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Cuba: El anticapitalismo cubano también votaría No

(OCDH)

LA HABANA, Cuba. – Erasmo Calzadilla, mi exvecino del Reparto Eléctrico y excolega en el periodismo independiente, quien reside desde hace dos años en Estados Unidos, en un post en Havana Times explica las razones por las que si pudiera votar, si lo dejaran, votaría por el No a la constitución que nos quieren endilgar, en sustitución de la constitución con tufo estalinista de 1976.

Según Erasmo Calzadilla, “esa nueva constitución es la consagración de todo lo mal hecho hasta ahora, más la suma de lo peorcito de los tiempos que corren. No es un intento de corrección, sino de consolidación”.

En eso estoy plenamente de acuerdo. El problema es que luego de hacer las salvedades anticapitalistas correspondientes a toda gente de izquierda que se respete, y pronunciarse por la sociedad sin clases, Erasmo Calzadilla empieza a delirar.

No me asombran la postura y las razones y sinrazones de Erasmo. Conociéndolo, izquierdista hasta el absurdo, demencialmente utópico y libertario, puedo comprenderlo hasta cierto punto. Pero solo hasta ahí.

Se lamenta Erasmo por la rígida tutoría que no tiene para cuando parar de los vejetes jefazos comunistas, que se creen infalibles. Clama por el empoderamiento popular que no hay ni habrá bajo la rectoría inapelable del PCC, que solo ha conseguido, “la alienación e infantilización política de toda una nación”.

Llora Erasmo, como niño por el tete, porque a su generación, cuando creció no la dejaron tirar la flecha —como pedía Carlos Varela en aquella cancioncita ingenua de los tiempos en que se desmoronaba el comunismo soviético y los mapas empezaban a cambiar de color— y tuvo que conformarse con ver la ballesta en una vitrina del Museo de la Revolución.

No obstante, cree pertinente aclarar que no es de “esos que ve mal todo lo que la revolución hizo”, y que, “incluso la práctica, la manera en que se ha llevado a cabo el proceso, de manera concreta, no ha estado del todo desacertada”.

Y uno se queda esperando a ver si dice que pudo ser peor, mucho peor…

Ay, Erasmo que quiso tirar la flecha y no lo dejaron. Tampoco a la generación anterior y la otra. Solo que nosotros, los que lo antecedimos, no nos tomamos siquiera la molestia de ir a mirar la ballesta en la vitrina con cristales de aumento. De tantos saetazos recibidos, estábamos hartos de ballestas y ballesteros desde mucho antes de la época de Nguyen Sun, aquel vietcong que tumbaba helicópteros yanquis a flechazos en unos episodios para pioneros por el comunismo que transmitían por radio antes de empujarnos, por todas las emisoras en cadena, el programa Información Política, a la una de la tarde y durante 30 minutos, como para estropearnos y hacernos más ácida la digestión de los chícharos, a veces con gorgojos, y el huevo sancochado del almuerzo.

Supongo que Erasmo enarque las cejas y haga muecas ante el hartazgo y el descreimiento y más que eso, el rechazo frontal al comunismo de gente como yo, que haría trocitos la ballesta y la convertiría en leña de fogata.

Vaya usted a saber, oh Bakunin, oh Rosa Luxemburgo, qué hubiera hecho Erasmo, tan confundido e incomprendido siempre, por tirios y troyanos, con la puñetera flecha y la ballesta.

Es improbable que lo sepamos. Erasmo Calzadilla no pudo soportar más “la expansión sin precedente de tanta miseria intelectual de los que están a favor y de los que están en contra”, ocasionada —no hay duda de ello— por los rígidos y egoístas tutores del PCC, y cual si estuviera por encima del bien y del mal, él que se consideraba que era del “buchito de los que parecía que pensaban”, se fue a los Estados Unidos y consiguió que le dieran asilo poco antes de que derogaran la política de pies secos y pies mojados. Ahora, arrullado por los cánticos islámicos, ansioso por vestir en Texas un chaleco amarillo que lo desquite por el mayo del 68 parisino que se perdió por no estar aun nacido, sufre horrores en la meca del consumismo capitalista.

Con todo y sus delirios, es bueno saber que Erasmo Calzadilla también se pronuncia por el “No” a la nueva constitución. Por inmovilista, chantajista y cercenadora de libertades y derechos, ni siquiera para la izquierda de la izquierda resulta medianamente potable esa caricatura de constitución que nos quieren imponer los mandamases para perpetuar el neocastrismo posfidelista y tenernos eternamente en el corral.

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