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Cuba: Mercedarios y mercenarios

(Foto: AP)

LA HABANA, Cuba.- Fue hace ya unos cuantos años que estuve en la pila bautismal, y quizá por eso no recuerdo el nombre del sacerdote que oficiaba por esos días en aquella parroquia que consagraron en mi pueblo natal a San Pedro Nolasco, aquel San Pedro que fundara, hace muchísimo más tiempo que el que transcurrió desde mi bautismo, la orden de los Mercedarios. Por años miré aquella invitación que hoy busqué casi en desespero sin que la encontrara; pero recuerdo bien esa tarjeta de invitación, recuerdo aquellos ángeles alados que sujetaban una tela blanca en forma de canal por la que bajaba desde lo alto, quizá desde el cielo, un niño a punto de ser bautizado.

Siempre creí que era yo aquel niño de la postal, el que descendía por la canal de tela blanca, esa tela que sostenían dos alados querubines para que cayera sin ningún percance en los brazos de mis padrinos apostados alrededor de la pila bautismal, frente al sacerdote que oficiaría el bautizo. De niño, y mirando aquella invitación, me supuse un ángel, idéntico al del convite. Luego, cuando crecí un poco, y presumido, llegué a asegurar sin ningún comedimiento que mis padres habían encargado esa esquela que convidaba a mi bautizo a unos impresores italianos, y todo porque al dorso se leía: “Printed in Italy”, y es que de niño yo era más engreído de lo que soy ahora.

Todavía hoy resuenan afectuosamente en mi cabeza esos mercedarios que fundara Pedro Nolasco cuando aún no era santo, cuando solo comenzaba a ser un mercedario, muchísimo tiempo antes de que Marta Abreu y su padre, muy devotos del santo, levantaran aquel templo en mi pueblo en el siglo diecinueve. Y si escribo hoy haciendo mención a esos mercedarios que se dedicaron, desde sus inicios, a conseguir la libertad de los cristianos que eran sometidos por los musulmanes, es porque sería muy bueno que existieran muchos en Cuba, una recua enorme y valerosa para proteger a los desprotegidos, a los encarcelados, a los violentados, a quienes son presa de dictadores enfurecidos.

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Parroquia de San Pedro Nolasco en Encrucijada, Villa Clara. Foto del autor

¿Y quienes son los más desprotegidos en la isla? ¿Quiénes son los que con más frecuencia terminan encerrados en las cárceles cubanas? ¿Quiénes son, para las autoridades, mucho peor que ladrones y asesinos? Sin dudas son esos que se le oponen con fuerza, e incluso aquellos que solo piden algunas breves reformas, cambios discretos. Y resulta curioso que esos dos términos, mercedarios y mercenarios, sean parónimos, que en su escritura se destaque solo una breve diferencia en la cuarta consonante de ambas.

Mercedarios y mercenarios solo se diferencian en la cuarta consonante, que en el caso de mercedario es una d y en mercenario la n, sin embargo, sus significados son muy diferentes, casi contrarios. La orden de los mercedarios se fundó para conseguir la redención de los cristianos que caían en manos de musulmanes que los convertían en cautivos, que los humillaban y sometían, que los vejaban, lo mismo que se hace hoy en Cuba con todo el que disiente y a quienes siempre se les llama mercenarios, aunque no hicieran otra cosa que oponerse, pacíficamente la mayoría de las veces, a las satrapías de un gobierno déspota y muy anciano, un gobierno deplorable y patético, abusador.

Desde hace mucho los mercedarios buscan redimir a los cautivos, pero en Cuba no se escuchan las voces de esos frailes, de casi ningún religioso si no está dispuesto a plegarse a los designios del poder, entonces los mal llamados mercenarios entran a ese teatro de operaciones que es la isla, convertidos en mercedarios, e intentan la excarcelación de uno y otros, de muchos, e intentan cambiar las cosas en el país, convirtiéndose, de algún modo, en mercedarios, en devotos de la libertad.

Mercenario le llaman los comunistas en el poder a quien muestra sus inconformidades, que son muchas, en cualquier sitio público. Mercenario le gritan a alguien que se cubra con la bandera porque la supone protectora, y que lo es, o al menos debería serlo. Mercenario es, para el atroz poder, quien publica sus desacuerdos en sitios del ciberespacio y no hace guiños a un gobierno arbitrario y caprichoso, a un poder atroz e inhumano. Mercenario, para los comunistas que se suponen mercedarios, es aquel que es capaz de sincerarse sin miedo, el que no tiene una cámara con el logo de la televisión oficial, el que no publica en Granma.

Y mercenario, que así nos llaman ellos, es quien se atreve a apretar el “disparador” de la cámara de su celular para fijar las atrocidades de esos que se suponen mercedarios cuando piden la excarcelación de Lula o de Mandela, pero apresan y golpean a jóvenes periodistas independientes, a opositores pacíficos, a escritores y artistas contestatarios, Mercenarios, ¿quiénes son los verdaderos mercenarios? Sin dudas los que detienen cada día al que disiente, quien tiene la diabólica ocurrencia de envenenar al perro de alguien que se le opone. Mercenario es quien prohíbe la tranquila salida del país a un opositor.

Mercenario es el que golpea y también el que puso frente al pelotón de fusilamiento en La Cabaña a todo el que se atrevió a cuestionarlo, a oponérsele. Mercenario es quien prohibió una lectura, quien consideró que un libro era nocivo, que era un oprobio, incluso si se trataba de las Sagradas Escrituras. Mercenario es quien arrebató a los padres la supervisión de la enseñanza de sus hijos, quien los mandó a escuelas en el campo, quien los hizo perder tres años vestidos de verde y cargando fusiles para hacer la guerra si “era necesario”, sin importancia de distancias y geografías, sin importar credos, sin que nada interesara. Mercenario es quien hunde un navío cargado de vida y provoca muerte, mucho dolor, y es también el que fusila al que intenta escapar.

San Pedro Nolasco. Foto del autor

Mercenarios son los que durante muchos años prohibieron la entrada a la universidad a quien se arrodillaba ante la imagen de Jesús, quien exigió postrarse, persignarse, ante la férrea imagen de un poder dictatorial. Mercenarios son los que difaman en los periódicos que usamos para el aseo más íntimo, para humedecerlos y limpiar la polvorienta cristalería, para envolver desechos. Mercenarios son los que ante cualquier sospecha de protesta desactivan el acceso a internet, y también son los que difaman en la prensa escrita, en la radial o televisada. Mercenarios son los que se reúnen en palacios de convenciones o teatros de provincia para dictar y difamar, para prohibir y legalizar castigos, golpizas, arrestos.

Los mercedarios son otros, los más cercanos a San Pedro Nolasco somos otros, los mercedarios son esos que exigen el cese de la violencia y la excarcelación de quien está entre rejas por oponerse a quienes se aferran al poder desde hace más de sesenta años. Mercedario es quien lucha contra el encierro, contra es aislamiento en cárceles a opositores pacíficos. Mercedario es quien hace periodismo independiente y denuncia, quien firma una carta y se reúne frente a un ministerio, quien hace una película para contar la verdad de los “Plantados”, quien con arte visibiliza el dolor de los cubanos, y quien lo chilla en la calle, en la más céntrica de las esquinas de cualquier ciudad.

Mercedarios son los que luchan por una ley de protección animal, los que no quieren comulgar con un solo partido. Y esos, los que encierran y prohíben, los que matan humanos, y animales afectivos de quienes se atrevieron antes a oponerse, son los verdaderos mercenarios ¿Habrá un acto más mercenario que envenenar al animal afectivo? Habrá mercenarismo mayor que espiar a un contrario para difamarlo luego o inventar falsas pruebas para encerrarlo, o ponerlo incluso frente a un pelotón de fusilamiento. Algo será peor que “pinchar” un teléfono, esa vil manera de aguijonear la libertad.

¿Resultará algo más significativamente mercenario que convertir a todo un país en un campo de concentración, en una cárcel? ¿Quiénes son entonces los mercenarios y quienes los mercedarios? ¿Quiénes han provocado  uno de los mayores exilios de entre todos los que se conocen? ¿Quiénes son los estafadores? ¿Quiénes usan los medios de comunicación a su antojo? ¿Quién tiró la primera piedra? ¿Quién puso el ojo en la mirilla y apretó el gatillo?

¿Quién prohibió los libros que no les dedicaran alabanzas? ¿Quién prohibió las devociones e intentó crear una mística “revolucionaria”? ¿Quiénes son los mercedarios? ¿Quiénes son los mercenarios? ¿Quiénes necesitaron más del púlpito para ser creídos? ¿Quiénes abusaron de la retórica, quiénes la convirtieron en un acto de represión? ¿Acaso no fueron esos mercenarios que están en el poder? ¿Quiénes son los mercenarios? ¿Quiénes son los mercedarios? ¿Quiénes somos? ¿En qué nos convirtieron? ¿A dónde quieren llevarnos?

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Jorge Ángel Pérez

(Cuba) Nacido en 1963, es autor del libro de cuentos Lapsus calami (Premio David); la novela El paseante cándido, galardonada con el premio Cirilo Villaverde y el Grinzane Cavour de Italia; la novela Fumando espero, que dividió en polémico veredicto al jurado del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2005, resultando la primera finalista; En una estrofa de agua, distinguido con el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar en 2008; y En La Habana no son tan elegantes, ganadora del Premio Alejo Carpentier de Cuento 2009 y el Premio Anual de la Crítica Literaria. Ha sido jurado en importantes premios nacionales e internacionales, entre ellos, el Casa de Las Américas