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Cuba: vientos de cambio o la luz al final del túnel

Marcha en La Habana contra el maltrato animal (eldiariodecoahuila.com.mx)

LA HABANA, Cuba. – Es sabido que todo cambio radical en un país debe originarse desde su interior. Para que una transformación sea substancial, auténtica, duradera, debe comenzar en el corazón de la sociedad. Cuba no es la excepción, y aunque nuestro país experimenta un letargo de 60 años, en los últimos tiempos han comenzado a observarse indicios de una voluntad de cambio en lo profundo de nuestra sociedad.

Y no se trata solo del deseo de un cambio económico hacia el capitalismo y el libre mercado, o de la conciencia de la necesidad de un cambio político hacia la democracia, el Estado de derecho y el respeto a las libertades individuales. Si bien aún en muy pequeña escala, la mentalidad de los cubanos está evolucionando hacia nociones de una sociedad mejor.

En la educación, por ejemplo. En Cuba, “enseñanza obligatoria” significa que solo las escuelas estatales están autorizadas para ello. Por consiguiente, durante seis décadas los cubanos hemos sufrido y lamentado el adoctrinamiento impuesto a nuestros hijos en las “escuelas comunistas”. Por evitarlo, infinidad de padres han decidido emigrar, muchísimas jóvenes han pospuesto la maternidad hasta lograr establecerse en otro país, y no ha faltado incluso quien renuncie definitivamente a ella por este motivo.

Hasta que, al fin, alguien se atrevió a dar un paso más allá. En fecha reciente fueron noticia unos padres cubanos que no temieron defender su derecho a escoger cómo educar a sus hijos. El matrimonio formado por los pastores evangélicos Ayda Expósito y Ramón Rigal resultó condenado a año y medio y dos años de prisión, respectivamente, por enseñar a sus hijos en casa en lugar de ponerlos en manos de las escuelas estatales, como establece la ley en Cuba.

Algo que también despierta ansiedad en quienes tienen hijos varones es el servicio militar obligatorio. “Estoy desesperada por irme antes de que el niño alcance la edad militar”, me confiesa una vecina que está en esa situación. Y es que desde hace un tiempo, pero sobre todo a raíz del compromiso exigido a jóvenes reclutas de ir a Venezuela a “defender” la dictadura de Nicolás Maduro, madres y padres cubanos comienzan a cuestionarse la obligatoriedad del servicio militar, e incluso la utilidad o necesidad real de mantener un ejército.

Otras protestas que se incrementan son las relacionadas con la precaria calidad de vida que sufre un alto porcentaje de cubanos. Tanto en medios oficialistas locales como alternativos, han trascendido protestas públicas de vecinos que no temen enfrentarse ni siquiera a la Policía para defender sus derechos elementales de acceso a la comida y al agua potable de calidad, al adecuado saneamiento de los servicios sanitarios, o incluso a una vivienda digna.

Asimismo, crece la cantidad de personas que no solo reconocen su derecho a la información sin censura y la libre comunicación (traducidos principalmente en el acceso a un internet costeable y sin restricciones) sino que también se atreven a exigirlo.

Otro tanto ocurre con respecto al matrimonio igualitario, que por cierto no es cuestión de opinión, sino de derechos. Cada vez más cubanos comprenden que no se trata de autorizar algo con lo que estemos de acuerdo o no, sino de que todos los seres humanos tenemos derecho a formar una familia. Y más que comprenderlo, como quedó demostrado en la marcha reprimida el pasado mayo, están dispuestos a manifestarse en favor de ese derecho.

Y como en toda sociedad que aspire a ser justa, no faltan quienes defienden los derechos animales. Grupos y personas promueven el bienestar animal, y más concretamente aún, exigen también leyes que condenen a los asesinos, violadores y mutiladores de animales, pues reconocen que nuestro país necesita urgentemente una legislación efectiva y actualizada contra el maltrato animal.

Por el momento todo esto no son más que pequeños destellos, casos aislados (en apariencia). Sin embargo, no por ello carecen de importancia. Cada cambio radical comienza por algo pequeño: si una idea justa se le ocurre a una persona, luego prende en quince, luego en cien, de pronto son 10 000, un día es un millón, hasta que finalmente la sociedad implanta el cambio.

Y por si fuera poco, a todo lo anterior se añaden crecientes manifestaciones de descontento y crítica social cada vez más frecuentes y osadas. Se nota que el pueblo cubano está perdiendo el miedo a protestar. El nuevo “presidente” puesto a dedo no inspira ni el miedo ni el cierto respeto que inspiraba el fundador de la dinastía Castro, ni siquiera recrudeciendo la represión como están haciendo.