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Cubanos inundan los alrededores de la embajada de Panamá en La Habana

Público en las afueras de la Embajada de Panamá en La Habana (Foto del autor)

LA HABANA, Cuba. – A las seis de la mañana ya se han aglomerado cerca de treinta personas en el parque frente a la embajada panameña en La Habana. El tumulto trata de organizarse por orden de llegada. Una señora pregona café caliente y empanadas de guayaba. Cuatro mujeres descansan sobre la hierba porque, prácticamente, durmieron allí. Otros cargan con las maletas para partir esa misma madrugada hasta el aeropuerto.

“Yo vine ayer desde Guantánamo”, comenta un muchacho ojeroso y demacrado al que le pidió el último en la fila. “Mi mujer y yo tuvimos que pagarnos anoche un hostal porque no dio tiempo a que nos atendieran aquí”.

Gente de todas las regiones de Cuba deben moverse a la capital si pretenden acceder a la tarjeta de turismo que permite a los ciudadanos cubanos visitar el país centroamericano por treinta días para realizar sus compras.

Personas frente a la Embajada de Panamá en La Habana (Foto del autor)

De acuerdo con lo establecido en el decreto 613 del 22 de octubre de 2018, quienes opten por esta nueva alternativa deben mostrar su identificación como trabajadores por cuenta propia o los anteriores visados hacia la propia nación u otros países latinoamericanos. Además, llevar consigo el pasaje previamente comprado de ida y regreso junto a 20 CUC para el pago de la tarjeta, pequeña postal de cartón que, aunque fácilmente reproducible, será comprobada rigurosamente por emigración una vez arriben los supuestos turistas.

“Los primeros días había cinco, seis, diez personas y hoy hay más de cien”, protesta el teniente coronel de la policía designado para organizar la cola en el parque de quinta avenida.  Los solicitantes deben presentarse con 48 horas de antelación, sin embargo, hace una semana y debido a la alta concurrencia la embajada, solo se logra viabilizar las tarjetas para los que viajarán al día siguiente.

Mural informativo de la Embajada de Panamá en La Habana (Foto del autor)

De sopetón se escucha un murmullo inusual. La gente baja la voz y, de la puerta lateral, prorrumpe indignado un hombre impecablemente vestido junto a otros dos asistentes. La multitud deja pasar al señor del traje y forman un círculo alrededor suyo para escuchar al vocero desconocido.

Max López Cornejo, el embajador designado desde abril, se dirige a los cubanos, les advierte sobre posibles estafadores que se hacen pasar por gestores de visa en páginas como Revolico.com. “Los trámites solo se realizan dentro de la embajada”, recalca. “Quieren sacarles plata y estafarlos. Yo recibo a gente llorando allá dentro porque los han estafado con 350, 600 CUC…y no me parece justo que, en la medida que Panamá quiere colaborar para que usted pueda conocer mi país y hacer sus compras personales, haya cubanos que se aprovechen de otros. Nadie puede gestionar nada en esta embajada”, concluye.

“De algo hay que vivir aquí, ayúdame niño, no seas pesa’ o”, implora una señora que se niega a partir, a pesar de que uno de los funcionarios le ha explicado varias veces que cierran a la una, que solo atenderán a los que viajan mañana. La fila de cubanos ansiosos por comprar se asemeja a una manada de lobos hambrientos. En las conversaciones se diseñan las mejores estrategias para hacer negocio con las motorinas adquiridas por piezas en la zona libre de Colón y los pantalones y vestidos “al por mayor” para vender en las quincallas al triple de su precio. Una señora enseña a un grupo de novatos cómo pasar por la aduana sin que noten la cantidad de mercancías y evadir los altos impuestos arancelarios. La concentración frente a la sede diplomática se ha convertido en un colegio de comerciantes.