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De cómo el castrismo destruyó la industria azucarera

Foto archivo

LA HABANA, Cuba.- El vicepresidente cubano, Salvador Valdés Mesa, parece muy preocupado por el presente y el futuro de la industria azucarera en la isla. Así quedó demostrado durante una visita del funcionario al central azucarero Uruguay, uno de los mayores productores del dulce en el país. Valdés Mesa, al dirigirse a los trabajadores de ese coloso azucarero, expresó: “Si le pediría algo a ustedes, que están empezando la zafra, no es que cumplan el plan, sino que lo sobrecumplan; los precios están muy buenos en el mercado internacional y hay que aprovechar esa oportunidad”. (“Estamos obligados a hacer una zafra corta, pero eficiente”, periódico Granma, edición del 18 de enero).

Sin embargo, el vicepresidente nada habló del pasado de la industria azucarera cubana. Porque entonces hubiese tenido que reconocer que fueron ellos mismos quienes destruyeron la industria, y sacaron a Cuba de la vanguardia mundial en ese renglón productivo.

Paradójicamente, todo comenzó cuando la isla gozaba de un intercambio ventajoso con la Unión Soviética y el resto de los países del denominado “socialismo real”. Cuba exportaba más del 65% de su producción azucarera a ese mercado, y a precios preferenciales, superiores a los existentes en el mercado mundial. Por tal motivo los cubanos, quizás confiados en el futuro, no se preocuparon por introducir innovaciones ni mejoras técnicas en el sector.

Pero un buen día desapareció el comunismo en Europa oriental, y todo ese maridaje perfecto se vino abajo. De 4 314 millones de pesos que Cuba ingresó en 1990 por las exportaciones de azúcar a esos países, la cifra cayó a 2 260 millones en 1991.  Hasta 1992 las zafras azucareras se mantuvieron en el entorno de los 7 millones de toneladas, pero ya en 1993 la contienda solo alcanzó los 4.3 millones de toneladas. La isla se vio obligada a buscar otros mercados para su azúcar, pero ahora sin los precios preferenciales que antes pagaban sus socios. Y se hizo evidente una dura realidad: Cuba había perdido competitividad en el mercado mundial azucarero.

La situación más crítica se presentaba en la agricultura cañera. La falta de combustible y piezas de repuesto para la maquinaria y los equipos de riego, además de la carencia de fertilizantes y herbicidas para el cultivo, llevaron a una despoblación de casi la tercera parte de las plantaciones cañeras. Algo que, lógicamente, repercutió en el retroceso de la industria.

Ante tales condiciones, los gobernantes decidieron en 1993 traspasar casi toda el área cultivada de caña a las recién creadas Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), con la aspiración de que esos colectivos aumentaran la producción cañera. Mas, en verdad, el remedio fue peor que la enfermedad.

La ineficiencia de las UBPC se muestra en datos extraídos del libro Esplendor y decadencia del azúcar en las Antillas hispanas, de la autoría del historiador Oscar Zanetti Lecuona. El área cosechada de caña, que era en el bienio 1993-1994 de un millón de hectáreas, bajó a 942 000 hectáreas en 1995-1996, y cayó a las 752 000 hectáreas en el período 1998-1999.  Por su parte, el costo de producción, de 12.86 pesos por toneladas durante 1993-1994, subió a más de 25 pesos por toneladas en el lapso 1995-1999 (pag. 432).  

Ante tamaño descalabro, las autoridades decidieron acometer un proceso de redimensionamiento de la industria azucarera a partir del 2002. De cerca de 150 centrales azucareros en el país, solo quedaron produciendo 71. Se redujo ostensiblemente el área cañera en el país, y alrededor de 100 mil trabajadores del sector azucarero debieron ser ubicados en otros empleos, para los cuales apenas poseían preparación. A partir de ese momento, los bateyes de los centrales desactivados se sumirían en un abandono casi total, con el consiguiente perjuicio para sus pobladores.

Los desastrosos resultados del redimensionamiento en la industria azucarera no se hicieron esperar. En el 2003 la zafra azucarera fue de 2.14 millones de toneladas, la más baja desde los años de la gran depresión mundial de los años 30. Y en el 2005 la debacle sería mayor: la zafra solo llegó a 1.23 millones de toneladas, la peor zafra cubana en 100 años. Unas cifras que, con sus altas y bajas, se mantienen en la actualidad.

A pesar de los frecuentes recorridos de Valdés Mesa y Machadito Ventura durante todos estos años por centrales y campos cañeros, la industria azucarera no levanta cabeza. Es como si se negara a resucitar de la mano de sus propios sepultureros.

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Orlando Freire Santana

Orlando Freire. Matanzas, 1959. Licenciado en Economía. Ha publicado el libro de ensayos La evidencia de nuestro tiempo, Premio Vitral 2005, y la novela La sangre de la libertad, Premio Novelas de Gaveta Franz Kafka, 2008. También ganó los premios de Ensayo y Cuento de la revista El Disidente Universal, y el Premio de Ensayo de la revista Palabra Nueva.