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Dejar un recuerdo

LA HABANA, Cuba.- En medio de la lucha fatigosa de los cubanos por asegurar mayores ganancias en sus negocios, un número —que ya se va haciendo visible— de trabajadores del sector privado están demostrando que “menos puede ser más” no sólo en el terreno de la estética y el buen gusto, sino en la ganancia global que les aporta su política laboral.

Licet Jardines Ramírez, técnico medio en Contabilidad, decidió comenzar su negocio de alquiler de trajes para quinces, bodas y vestidos de ocasión, tanto para hombres y mujeres, y disfraces para niños.

Según Jardines Ramírez, con la ayuda de una hermana que reside en los Estados Unidos decidió “comenzar un pequeño negocio de alquiler de trajes con una oferta atractiva, no sólo en relación a la calidad del producto, sino con precios razonables al alcance de la mayoría, en Moneda nacional (MN)”.

Con ofertas que oscilan entre 100 y 500 pesos moneda nacional (entre 5 y 30 dólares), “lo fundamental para mí es el rescate de la elegancia, en una sociedad donde lo chabacano y grotesco han corrompido el gusto por lo refinado y sobrio, afectando a un mismo tiempo la belleza estética y la conducta social”, dice la entrevistada.

“Ganar dinero honrado está bien, pero lucrar con la ignorancia, contribuyendo a la destrucción definitiva del buen gusto es, en mi modesta opinión, el modo más eficaz de acelerar la pérdida de valores”, añade Licet.

Manuel Padrón Landín, un prestigioso y respetado profesional del mundo de la fotografía y el audiovisual dentro de la isla, nos ofreció su testimonio, con el telón de fondo de toda una vida consagrada al arte de crear belleza, transmitir emociones y construir un legado estético a partir de la imagen.

Director de televisión y videoclips especialista en publicidad, camarógrafo, fotógrafo y un estudioso de la semiótica, Padrón Landín, de 53 años y formación autodidacta, decidió crear su propio Estudio Fotográfico y laborar en el sector privado.

Para este profesional de la imagen y las artes visuales, “una foto no puede ser el impreso de un rostro detenido en el tiempo, sino una manifestación de la esencia humana, que transmite emociones y evoca sentimientos; una experiencia donde el sujeto acaba siendo sólo el punto de encuentro con la naturaleza espiritual de un mensaje vivo”.

“Los valores artísticos, estéticos y humanos han sido arrinconados por los clichés, la pompa y el ornato de los colores chichones y el vacío de una vida sin propósito”, opina.

FotoEcos, el Estudio Fotográfico de Manuel, ubicado en calle Ánimas, número 1104, entre Espada y Hospital, Centro Habana, es, sobre todo, un espacio de rescates donde la excelencia, crucificada por el lucro, la improvisación y la falta de sensibilidad, recobran el aliento y siguen ascendiendo.

Una profesora universitaria de 67 años, de los cuales dedicó 32 a impartir clases de Historia del Arte, y que prefirió “la tranquilidad” del anonimato, expresó: “Cuba no es sólo un pantano, habitado por gente asustada y enferma de parálisis existencial. Puede que aún no sepamos el tiempo que tardaremos en llegar hacia donde queremos, pero los obstáculos también envejecen y mueren”.

“Te puedo decir que en la capital, actualmente, ofrecen servicios privados más de 134 centros de hospedaje para turistas, más de 60 salones de belleza, más de 80 estudios fotográficos y de diseño, numerosos centros de fisiculturismo, restaurantes y disímiles negocios donde se va haciendo cada vez más patente el interés por servir y complacer con excelencia”, continuó la anciana profesora.

“Nuestra contribución al propósito de atesorar recuerdos pasa por otras complicidades que representan el valor agregado del servicio que ofrecemos”, dice por su parte Adriana Gálvez de la Paz, estilista, modista y fotógrafa de 31 años.

“Yo ofrezco un servicio personalizado que parte no sólo de las posibilidades económicas y las exigencias estéticas del cliente, sino de sus necesidades humanas”, asegura Gálvez de la Paz. “Hay ofertas a las que las muchachitas no pueden acceder porque sus padres no tienen el dinero suficiente, y yo se los doy como un regalo de cumpleaños; porque yo quiero que mi comprensión, la calidez humana y la excelencia de mi trabajo formen parte de sus recuerdos”.

Según la experiencia de Adriana, “hay adolescentes de 15 años que han venido a hacerse sus fotografías, embarazadas; y otras, que ya con esa edad tienen un niño. ¿Te imaginas? Por eso es importante que nos esforcemos por mostrar el lado iluminado de las cosas; porque ya no somos una sociedad tan hermética, pero existen muchas personas resentidas con el pasado, con las que vamos a tener que luchar desde el amor, para construir recuerdos que ayuden a edificar una convivencia saludable y próspera”.