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¿Derecho de autor… ahora?

(Foto: Andrew Harnik/AP)

(Foto: Andrew Harnik/AP)

LAS TUNAS, Cuba.- La primera reunión entre funcionarios de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos para tratar temas de propiedad intelectual tuvo lugar en La Habana el mes de septiembre.

La parte cubana aseguró a la estadounidense que “la protección recíproca” de marcas, patentes y derechos de autor será un aspecto esencial para el “mejoramiento de las relaciones bilaterales”.

Pero el gobierno instalado en La Habana desde enero de 1959 muestra un historial dudoso concerniente al respeto por la propiedad privada, y no sólo por la expropiación forzosa de tierras, ganados, industrias o comercios, sino también por el irrespeto de la propiedad intelectual con la reproducción masiva de obras protegidas por el derecho de autor.

Al respecto, en diciembre de 1965, Fidel Castro dijo: “En virtud de todos esos conceptos de la propiedad intelectual, nos veíamos en la necesidad, si queríamos satisfacer toda la demanda de libros, de gastar decenas de millones de pesos (…) Los que tenían el monopolio de los libros tenían el derecho de venderlos al precio que estimaran pertinente. Era necesario tomar una decisión, una decisión desafiante”.

La “decisión desafiante”, la que quebrantó el derecho de autor por el que ahora el gobierno del general Raúl Castro pide respeto a la administración Obama, fue Edición Revolucionaria.

Ignorando la propiedad intelectual de sus creadores, obras que iban desde el manejo del ganado lechero hasta la historia medieval de Europa, fueron copiadas. Estudiantes de los años 60 y 70 del pasado siglo ahora recuerdan el contexto “revolucionario” en que emplearon esos libros.

“Marchábamos todos los días. Uno, dos, tres, cuatro; uno, dos, tres, cuatro, nos hacían llevar el paso los instructores militares. De tanto repetirlo, entre nosotros llegamos a tirarlo a choteo y decíamos: uno-dos-tres-cuatro-comiendo-mierda-rompiendo-zapatos. Ah, y sin faltar la consigna: ¡Cuba sí, yanquis no! Pero cuando pasábamos a las aulas, la cosa técnica, la verdad de la verdad, esa la estudiábamos en libros escritos por los americanos, Vacas, leche y sus derivados, Maquinaria agrícola, Genética…”,  dice Luis, un técnico en Alimentación del ganado, formado en la entonces Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, situada en el Caney de las Mercedes, en las estribaciones de la Sierra Maestra, donde Che Guevara pensó formar el “hombre nuevo”.

“Por aquel tiempo estaba el problema con la OEA. En los discursos, Fidel (Castro) decía mil cosas de la OEA. A mí eso me llamaba la atención. Teníamos un libro de texto, Conservación de suelos, y en el prólogo el autor agradecía al Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas de la OEA por su colaboración y yo me decía: Caramba, estamos hablando mal de la OEA y estamos estudiando lo que ellos ayudaron a escribir”, recuerda Fernando, un ingeniero agrónomo.

Algo parecido recuerda José, graduado en Ciencias Biológicas: “Mira”, dice, “era un acto político detrás del otro, todo el tiempo hablando mal de los americanos y del modo de vida de los americanos, y eso cuando en Ecología teníamos el libro del Dr. Clarke; entonces un día digo al secretario de la UJC (juventud comunista): oye, estamos estudiando Ecología con un libro escrito por un tipo de la Universidad de Harvard. ¿Tú no crees que  se nos meterá lo yanqui en la naturaleza? ¿Y si un día nos encontramos un tocororo chapurreando inglés?… Óigame, el de la UJC no me respondió, pero mi broma no le hizo ninguna gracia y después supe que hablaron de analizarme (enjuiciar), de llevarme al rectorado por desviaciones ideológicas”.

Una especialista en Historia refiere: “Era la época de la luna de miel entre Cuba y la URSS, entonces, para estudiar Europa, empleábamos una antología de la Universidad de Cambridge, donde en el prólogo de la edición inglesa, el Dr. Clapham, uno de los compiladores, preocupado por la suerte de ellos, hacía mención de dos académicos rusos exilados, de los que se desconocía su paradero. Se me ocurrió un día preguntar a nuestro profesor si se tenía noticias de los desaparecidos, pero muy mal encarado, el profesor sólo me dijo: Los camaradas soviéticos también han tenido académicos traidores, como aquí en Cuba a nosotros no nos han faltado. Quedé petrificada: en Cuba estábamos estudiando Europa, la historia económica de Europa, a través de académicos a quienes habíamos copiado sus obras pese a considerarlos traidores”.

Después que Edición Revolucionaria, ideada por Fidel Castro quebrantara la propiedad intelectual, cabe preguntarse: respeto por el derecho de autor en Cuba ¿Ahora? Pues sí, ahora sí.

“Sin la autorización previa de esta editorial queda terminantemente prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, incluido el diseño de cubierta, o transmitirla de cualquier forma o por cualquier medio”, advierte la editorial Capitán San Luis acerca de Raúl Castro, un hombre en revolución, una aproximación biográfica escrita por Nicolai Leonov, quien fuera teniente general de los servicios secretos de la extinta URSS.

Por razones de copias y de autores copiados, sólo resta decir: ¡Cómo cambian los tiempos! Y con los tiempos, ¡cómo cambian los generales!