Inicio Cuba Desabastecimiento marcó primer mes de 2019 en Cuba

Desabastecimiento marcó primer mes de 2019 en Cuba

Muchedumbre tras camión de plátanos en Las Tunas (foto del autor)

LAS TUNAS, Cuba. – Encontrándose esta semana dos conocidos en una calle de Puerto Padre, en el Oriente cubano, uno preguntó al otro: “¿Tienes suficiente agua en tu casa?”, respondiendo el interrogado: “Sí, tengo bastante, ¿qué pasa, anunciaron sequía?” “No, es que vamos a tener que freír los huevos con agua”, dijo el preguntador, ripostando el preguntado devenido interrogador sarcástico: “¡¿De cuáles huevos tú hablas…?!”

La escena que he relatado parece un chiste, pero no lo es, es pura realidad; ocurrió en mi presencia, y no digo los nombres de esas personas para evitarles problemas, porque en Cuba carecemos de aceite y también de huevos, pero sobran policías, chivatos, comisarios políticos y represión.

Pero la represión no es abastecedora de comestibles, medicamentos ni de materiales de construcción y el comentario burlesco entre vecinos tiene un asiento cierto: si finalizando 2018 todavía era posible conseguir aceite para cocinar, ya finalizado enero de 2019, cientos, miles de cubanos van de un lugar a otro procurando aceite de cocina, retornando a casa la mayoría de las veces sin conseguir con qué freír un huevo, los de la cartilla de racionamiento; hoy en Cuba comprar huevos liberados de la restricción es como sacarse un premio en la lotería.

En las TRD (Tiendas Recaudadoras de Divisas), las colas para comprar aceite, cuando hay, son enormes, y ya está regulada la venta a dos litros por personas “para que todos alcancen”, dicen los empleados, pero ni con el racionamiento se resuelve el problema, porque la demanda, creciente cuando se agotan las reservas de quienes las tenían, superan con creces la muy menguada oferta.

Pero no sólo falta aceite comestible y huevos. Falta pollo, sardinas, picadillo, salchichas… Hace días que en las tiendas no hay leche en polvo, y ésta es una carestía sensible, dado que, en Cuba, todavía la leche es un producto racionado, sólo asequible por la cartilla de racionamiento para niños de hasta siete años de edad y personas precisadas de dieta médica.

Aunque ya es lejano aquel 26 de julio de 2007, cuando en Camagüey el general Raúl Castro habló del “vaso de leche” para “todo aquel que quiera tomárselo”, la realidad es que, 12 años después, para alimentar a seres queridos desvalidos no pocos cubanos atraviesan un viacrucis.

“Imagínate, estoy pasando un apuro con mi mamá, ya está por cumplir 88 años y siempre ha desayunado café con leche y pan, pero el pan de la libreta (de racionamiento) no hay forma de que se lo coma, y leche no hay”, me dijo un amigo.

Cierto. Conseguir pan fuera de la cartilla de racionamiento sigue siendo tan difícil como finalizando 2018. Y comerse el pan racionado, horneado con harinas de inferior calidad y dudosa procedencia, para una persona todavía con remilgos en tiempos de necesidad debe resultar engorroso. Hoy en algunas panaderías de Puerto Padre no hay pan. “La harina no sirve”, dicen los panaderos.

El desabastecimiento de medicamentos ya finalizado enero de 2019 también es notorio. Todavía no hay aspirinas de las indicadas a los hipertensos, quienes también carecen de medicamentos recetados para controlar la hipertensión, y, salir de alguna dolencia inflamatoria, para un cubano puede resultar prolongado.

En estos momentos tengo un amigo sufriendo una parotiditis causada por una infección dental. Bajo la quijada se le inflamó una glándula, como una ciruela, sin que pudiera conseguir unas tabletas de ibuprofeno para solucionar la inflamación.

“¡Ibuprofeno, ni una tableta entró en 2018!”, le dijeron en el centro asistencial donde procuraron atenderlo.

Y de la misma forma que los cubanos se deterioran por falta de alimentos y medicamentos, en igual proporción se va destruyendo el fondo habitacional de Cuba por falta de materiales de construcción. Personalmente, a las siete de la mañana de cada lunes, desde inicios del año pasado voy frente a una TRD, a rectificar mi número, en la lista donde decenas de personas estamos anotados, para “cuando llegue el barco” comprar cemento.

Pero si en el primer mes de 2019 el desabastecimiento de productos alimenticios, farmacéuticos y de construcción, por sólo citar esos ejemplos, machaconamente reiterados por años, fueron los que marcaron la ineficacia como sistema socioeconómico de la llamada “dictadura del proletariado”, en Cuba personificada por el régimen castrista, es, en honor a la verdad, la carencia de valores cívicos en los cubanos a la hora de ejercitar derechos, lo que nos hace culpables de la carestía. Ese es el resultado del aplauso.

Y más miserias, materiales y espirituales podemos esperar los cubanos si el próximo 24 de febrero, en la boleta del referéndum constitucional, decimos Sí, cuando por lógica debemos decir NO. No a un régimen estatista que, con tal y mantenerse en el poder, corta las alas a la libre empresa, dígase a la producción. Luego, no nos quejemos si, en agua, habrá que freír huevos inexistentes.