Inicio Cuba Desigualdad y pobreza, auténticas «conquistas» del socialismo cubano

Desigualdad y pobreza, auténticas «conquistas» del socialismo cubano

Indigente en Cuba (OnCuba)

LA HABANA, Cuba. – Últimamente, de mala gana, repitiendo cual si fuese un mantra el estribillo de que “la revolución es de los humildes, por los humildes y para los humildes” y dando seguridades que muy pocos creen de que nadie quedará abandonado, se empieza a reconocer oficialmente —porque ya no se puede ocultar, es demasiado evidente— la existencia de la desigualdad social en Cuba.

No solo existe, sino que se ahonda cada vez más. Saltan a la vista, por doquier, las diferencias entre una minoría adinerada, ostentosa de sus lujos y privilegios, y la inmensa mayoría de la población que subsiste en condiciones prácticamente de menesterosidad, hambreada, andrajosa, hacinada en viviendas ruinosas.

Basta con salir a la calle, mirar alrededor, conversar con la gente, que recuerda con añoranza cómo se vivía hace 30 y tantos años, en la primera mitad de la década de los 80, antes que a Fidel Castro se le ocurriera darle contracandela a la Perestroika con aquella muy desafortunada Rectificación de Errores y de Tendencias Negativas, cuando afirmó que “ahora sí vamos a construir el socialismo”.

Vaya usted a saber dónde hubiera ido a parar aquella contramarcha del Máximo Líder, a qué otro desastre nos hubiera conducido, porque en eso vino uno mayor: se derrumbó el imperio soviético, vino el Periodo Especial y poco faltó para la Opción Cero…

Ah, pero cuando estábamos ya a punto de ponernos en la cola para la olla colectiva, el Comandante, para “salvar la revolución y el socialismo”, despenalizó la tenencia de dólares, implantó la dualidad monetaria, y dio luz verde al turismo extranjero…

No hay que hacer grandes análisis académicos, disponer de indicadores confiables sobre la distribución del ingreso y de la riqueza, recurrir a los índices Gini y Palma ni mucho menos esperar por los pronunciamientos oficiales sobre el problema para concluir que a partir del Periodo Especial la desigualdad social ha crecido. Y se agudizó todavía más en los últimos diez años, con las medidas de la llamada “actualización del modelo económico”.

Dichas medidas, en la búsqueda de un crecimiento económico artificial, sin sustento real, y siempre poniendo trabas y limitaciones al emprendimiento privado, lo que han conseguido es generar más desigualdades y descontento entre la población.

El régimen, que conceptualiza lo que no es conceptualizable, hace planes de desarrollo para el año 2030 y habla de lograr un “socialismo próspero y sustentable”, no da señales de que tenga interés en políticas públicas que busquen una repartición más equitativa de los resultados del muy bajo crecimiento económico que logra. Por el contrario, sigue generando más desigualdad social. Y se niega a medirla, a discutirla, como si no importara demasiado.

En la nueva Constitución se mantiene anclada la irrevocabilidad del socialismo, pero en su macarrónica redacción, en medio de tanto articulado farragoso, no se deja traslucir la intención de buscar una distribución más equitativa de la riqueza y el ingreso, y por ende, de la igualdad social, lo que se supone, al menos teóricamente, sea la condición sine qua non de la sociedad socialista.

¿Será que para los gobernantes posfidelistas el socialismo se limita solo a la retórica que emplean en los discursos, la planificación centralizada, el predominio de la empresa estatal —no importa su probada ineficacia— y la prohibición de acumular riquezas a los que no pertenezcan a la élite y sus herederos, para mantenerlos por siempre igualados en la miseria?

¡Y todavía se atreven a exigirle a este pueblo que siga resistiendo, que confíe en la revolución y siga haciendo sacrificios!

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