Inicio Cuba Dolarización, apostasías y la soledad de la revolución cubana

Dolarización, apostasías y la soledad de la revolución cubana

Cola para entrar a tienda en divisas (Foto de archivo)

LA HABANA, Cuba. – Los pocos partidarios que le quedan dentro de la Isla a la revolución cubana están dispuestos a terminar definitivamente con las archiconocidas lealtades. Me refiero a los llamados “comecandelas”: gente que apoya, sin chistar, todas las políticas promovidas por el gobierno central, que adora a Fidel y a Raúl Castro con la misma devoción de un cristiano delante de la cruz y que es capaz de realizar cualquier tarea o sacrificio pedido por los representantes de la élite verde oliva.

Las deserciones concretas y las que aún se tejen en la sombra, a la espera de la gota que colme el vaso de la paciencia, tienen como fundamento la acelerada descomposición de los fundamentos del modelo neoestalinista, definidos en la igualdad de clases y la paulatina mejoría del nivel de vida sin distinción de raza, género o condición social, dos ejemplos de un largo inventario de propósitos acompañados de sempiternos incumplimientos.

El agotamiento del modelo económico centralizado y las constantes prórrogas en la ejecución de un programa escalonado de reformas, han conducido a un callejón sin salida. Esa parsimonia se traduce en un crecimiento exponencial de la miseria, agravado por el impacto de la pandemia del coronavirus, que ha provocado el cierre de centros de trabajo, paralización del transporte urbano, recorte de salarios y severas afectaciones a la industria turística. Los hoteles están vacíos y la mayor parte de los aeropuertos se mantienen cerrados hasta nuevo aviso, lo cual anuncia un recrudecimiento de las privaciones en los meses que restan del presente año y gran parte del 2021.

En estos escenarios de supervivencia pura y dura apenas queda espacio para cosas al margen de un plato de comida, jabón, detergente o un paquete de papel sanitario.

El fervor revolucionario de antaño no encaja en este rompecabezas cotidiano, donde la escasez y los pugilatos para comprar lo que se pueda conforman el paisaje de una crisis con altísimas probabilidades de agudizarse y desembocar en convulsiones sociales de envergadura.

En este contexto de “sálvese el que pueda” no valen condecoraciones por actos en defensa del status quo, diplomas de vanguardia nacional por un buen desempeño laboral, medallas por haber participado en algunas de las guerras internacionalistas o contar con el carnet de militante del partido.

Nada de eso exime de las piruetas existenciales para evitar irse a la cama con el estómago semivacío, conseguir un poco de café y azúcar para no desmayarse de debilidad en el trayecto hacia el trabajo y gestionar algunos materiales de construcción con el objetivo de retrasar el desplome del inmueble, carcomido por la erosión y el abandono por falta de recursos.

Una de las principales motivaciones para apostatar del credo fidelista es la dolarización parcial puesta en vigor desde el pasado mes de julio.

Resulta que la “la moneda del imperialismo yanqui”, un término habitual en la jerga del poder y los medios de comunicación bajo su control, es la que permite acceder a los productos de primera necesidad. El peso convertible (CUC), creado en la década de los 90 del pasado siglo para escamotear la influencia del dólar estadounidense -previamente despenalizado, como medida para afrontar la falta de divisas- tiene los días contados. Asimismo, el peso cubano (CUP) se desvaloriza a pasos de gigante, como un fiel reflejo del desastre de la economía nacional.

O sea, que los billetes impresos en la geografía del país vecino son los únicos que permiten salvarse de una vida marcada por privaciones que bordean la indigencia.

En las tiendas que funcionan bajo esta modalidad de compra ciertamente no es mucha la variedad, pero se puede encontrar lo que falta en las que operan en CUC y CUP. Ya muchos lo califican como un apartheid, entre ellos, un número significativo de los que se mantenían fieles a la ideología del poder.

Paso a paso declina el apoyo real hacia el modelo impuesto en 1959 y ya los nichos de la doble moral están repletos. Además, allí también el descontento crece como la espuma. Y no es para menos.

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