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El arroz con mango de la política cubana Cubanet

Estatua de Martí en La Habana. Esta es una réplica de la que se le erigiera al Apóstol en el Parque Central de Nueva York (Foto: Miriam Leiva)

LA HABANA.- Un arroz con mango es lo que ha ocurrido en Cuba desde el inicio del siglo XX hasta nuestros días, respecto a sus gobernantes políticos. Si los norteamericanos en la Isla observaron que los cubanos eran indisciplinados, nada caballerosos y poco trabajadores, no se equivocaron. Hoy ocurre lo mismo. Mucho menos se equivocaron cuando dijeron que no sabrían gobernarse.

Wood, que tomó posesión del Gobierno cubano en 1899, supo que no podría irse del país hasta tanto no quedara establecido totalmente un régimen político seguro.

La historia está ahí, a la mano de cualquiera.

En su afán por reelegirse, prácticamente todos los presidentes cubanos chocaron con la Constitución de 1940. Incluso Estrada Palma pudo haberlo logrado por la anterior, amparado además por un período de prosperidad creciente gracias a las inversiones del exterior, pero se enfrentó a la negativa de los liberales con la Guerrita de Agosto.

Las primeras elecciones para el Congreso que se celebraron en 1904, con dos partidos surgidos sobre las ruinas de la guerra, resultaron una farsa. Hasta el fiel amigo negro de José Martí, Juan Gualberto Gómez, obtuvo más votos que votantes, provocando hechos de violencia en Pinar del Río y el Congreso no pudo funcionar por discrepancias entre conservadores y liberales.

Incluso José Miguel Gómez, para elegir al presidente y que las elecciones se desarrollaran con normalidad, pidió a los Estados Unidos su intervención. Según dijo el escribidor Ciro Bianchi hace unos días, fue Gómez el único que durante su presidencia “tuvo el acierto de no haberse embriagado con el aguardiente palaciego del poder”.

Pero, ¿no luchó Gómez nuevamente en 1913, cuando sintió añoranza por el poder y luchó contra el rico general Mario García Menocal, señalándole errores como el aumento de los gastos del Ministerio del Interior, incluido el servicio secreto y la corriente de violencia que provocó hasta desatarse la revolución liberal de La Chambelona?

Hasta Estrada Palma, que tanto quiso José Martí, obligado a renunciar demoró varios días en abandonar la presidencia. Como nunca creyó que los cubanos podían lograr un buen gobierno, vio mal que los norteamericanos se marcharan y los dejaran solos.

El curso turbulento de Cuba continuó. En 1925 otro general de la Guerra de Independencia, Gerardo Machado, llegó al poder, defendiendo el derecho a la huelga de los trabajadores, “cuando éstos encuentren que su salario es insuficiente para vivir”. Machado fue así para el pueblo “el hombre que la joven República había estado esperando”. Incluso para los comunistas, entre ellos Julio A. Mella, cuando autorizó la fundación de su Partido.

Pero Machado, que basaba su poder en un ejército que recibía un salario abundante y que dirigía el negocio de la carne de res y la leche, convertidos por último en alcaldes, comenzó a demostrar que “no era el hombre esperado”.

El pueblo se había equivocado.

“Embriagado con el aguardiente palaciego del poder”, se convirtió en el primer dictador de Cuba y su final era de esperar: El ejército, con excepción de los comunistas, se rebeló contra él y el viejo general huyó el 12 de agosto de 1933, poco antes de que su mismo ejército, acompañado del pueblo, se lanzara a las calles.

Pese a tan malos gobiernos que se sucedían, hasta culminar no en la dictadura blanda de Fulgencio Batista en 1952, sino en la dura de la familia Castro Ruz, Cuba se vio envuelta en una prosperidad económica que hoy se quiere desconocer, gracias a la iniciativa individual que existía, la prosperidad privada y el lucro honesto, conceptos económicos que defendió José Martí.

Manipulado por el castrismo —bien lo señala Suchlicki—, Martí, quien jamás fue un antiyanqui vehemente, tanto admiraba los logros de Estados Unidos que dijo: “Estamos firmemente resueltos a merecer, solicitar y obtener su simpatía, sin la cual la independencia sería muy difícil de obtener y MANTENER”. La mayúscula es mía.

Testigo de la mala política de los países latinoamericanos, el Apóstol previó que ocurriría lo mismo en Cuba, porque “las ambiciones de los caudillos, sacrifican los intereses del pueblo a su deseo de mantenerse en el poder”.