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El Che de los gais le hace honor a su nombre

El Che de los gais en una manifestación LGBTIQ en 2016 (Foto Facebook/Victor Hugo Robles)

LA HABANA, Cuba. – En días recientes, cercano al contexto de la marcha independiente (y violentamente reprimida) en celebración del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, causa conmoción en nuestras redes sociales una foto que para los cubanos resulta infamante, y en la cual aparece el chileno Víctor Hugo Robles, quien se hace llamar Che de los gais, profanando un busto de Martí al cual le pinta los labios y le ha colocado una bandera arcoíris.

“Pero es que este gobierno, desde antes de tomar el poder, es el primero en profanar la figura de Martí”, reflexiona un vecino. “Recuerda el montaje que en 1949 orquestó Fidel Castro junto con Alfredo Guevara y otros, y que resultó en la foto del marine norteamericano encaramado en la estatua del más universal de los cubanos. Y el ultraje se mantiene en la actualidad: cada vez que veo que le dan la orden José Martí a especímenes de la calaña de Kim Il Sung o Saddam Hussein, me hierve la sangre. Fíjate que, salvo raras excepciones, esa orden se la confieren principalmente a asesinos, dictadores y politiqueros de poca monta. No hay mayor profanación de las ideas y la figura de Martí”.

Y es que José Martí es venerado por todos los cubanos como uno de los hombres más grandes no solo de Cuba, sino también de América Latina y de la humanidad. Por eso nos ha causado tanta indignación este ultraje, si bien la noticia nos ha llegado de forma tardía (dado el más que limitado acceso a la web hasta el momento). Resulta asimismo muy sorprendente conocer que el Che Gay es amigo del gobierno cubano y protegido de Mariela Castro.

Este individuo, ya que escogió un seudónimo tan nefasto, debió seleccionar para su payasada un busto de su venerado asesino Ernesto Guevara. Con ese nombre, el sanguinario guerrillero homofóbico nunca lo hubiera dejado entrar a Cuba, cuando no lo mandaba sodomizar con un hierro candente. Y ni hablar del acto de vandalismo contra nuestro Apóstol. Si eso hubiera sido en Cuba en los años 60, el propio Che lo hubiera hecho fusilar. Ni por ser extranjero se hubiera salvado.

Todos los que presenciamos el principio de la “revolución” sabemos que el Che participó muy activamente en la represión y persecución a jóvenes que fueran “diferentes”. Para ello no se tenía en cuenta la capacidad intelectual ni el rendimiento profesional, sino las inclinaciones artísticas, el largo del pelo, el corte del pitusa (jeans) o el hablar culto y cortés. Numerosos jóvenes y adolescentes con tendencias bohemias, homosexuales o no (entre ellos, mi hermano de 16 años, fanático de los Beatles y Elvis Presley), fueron encerrados sin motivo, sin haber cometido delito, para lo cual incluso se hacían redadas (recuérdense las tenebrosas UMAP).

He visto a toda clase de los más conspicuos personajes simpatizar, alabar y admirar la abominable figura del Che. Sin embargo, nunca me hubiera imaginado ver entre ellos a alguien que se autodenomina Che de los gais: el Che y la dirigencia revolucionaria de la que formaba parte no hubieran preferido el modernismo “gay” para referirse a quienes consideraban pervertidos, flojos, y principalmente, moral e ideológicamente desviados (muy a tono la señal de “Desvío” escogida para su acto).

En un trasfondo de malestar e incomodidad dentro de la comunidad LGBTI cubana por la exclusión del matrimonio igualitario –cuyo análisis además quedó pospuesto para dentro de dos años, en el marco de la actualización del código de familia–, más la suspensión de la conga del CENESEX con una justificación poco creíble, quedó de manifiesto que ya no son necesarios. Tras salirse con la nueva constitución, la eliminación del matrimonio igualitario y la suspensión de la conga han demostrado que en realidad no tenían derechos ni el apoyo del gobierno, que no los incluye, sino que solo los utiliza para su propaganda política. Y para quien tuviera dudas, quedó al descubierto que en Cuba las manifestaciones pacíficas (en este caso de celebración, ni siquiera de protesta) son reprimidas cuando no están organizadas por el gobierno, mientras por el contrario sus simpatizantes –sus instrumentos– gozan de impunidad mientras le sirvan a la dictadura.