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El comunismo no entra ni con música

Raún Torres. Foto archivo

LA HABANA, Cuba.- La búsqueda de espacios y prebendas que sirvan de base promocional, y articulen la mediocridad de varios músicos y cantautores con el rescate de tradiciones culturales del terruño que los vio nacer, es parte de la campaña de adoctrinamiento político de una masa poblacional que, sin otra opción alternativa al pan y al circo que les ofrezca el poder, se arrope entre las migajas de un supuesto sentido de pertenencia e identidad local, siempre bajo los reflectores de la revolución.

No es casual que a la creación del Festival “Piña Colada”, inaugurado hace quince años en Ciego de Ávila por el cantautor de las “efemérides revolucionarias”, Arnaldo Rodríguez –y su talismán ideológico–, hace dos se le sumara en Granma la Fiesta del Aliñao, dirigida por Raúl Torres y su banda, con el mismo jolgorio patriótico cultural e igual intención: El comunismo con música entra.

En el caso de Arnaldo, quien se inspira en los huesos, viandas y otros alimentos, más unos buches de ron casero “Jim de la selva” para componer canciones junto a la caldosa que anima las fiestas de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR), poco hay que agregar sobre su exitosa mediocridad a la hora de valorar canciones a “unas lucecitas, el mal tiempo y a los naranjales de su natal Ceballos”.

Otra cosa es Raúl Torres. Conocido como “El Buitre”, por la necrofilia de una musa que le inspira cantos a muertos ilustres como Fidel Castro, “Cabalgando con Fidel”; Hugo Chávez, “El regreso del amigo”, y otros a figuras en lista de espera como Raúl Castro, “El último mambí”, antes compuso textos antológicos como Candil de Nieve, Regrésamelo todo y Se fue, por sólo citar los más célebres.

Muestra de que ambos eventos, y otros de igual corte, están diseñados para embobecer, adormilar e inocular el veneno propagandístico de la revolución cubana son el Café con cacao, que organiza Waldo Mendoza en Guantánamo; el Ciudad del Mar, dirigido por Jorgito Karamba en Cienfuegos; y la recién finalizada edición de la Fiesta del Aliñao, en Bayamo y otras localidades Granmenses.

En esta última, el desenterramiento de la garrafa de Aliñao –bebida preparada a base de ron y frutas que se entierra durante los nueve meses de gestación de una embarazada para brindar a visitantes y amigos después del parto, o hasta el cumpleaños quince de una recién nacida–, aguardó esta vez el transcurso de un año en la Casa de la Nacionalidad Cubana, para inaugurar el segundo evento.

Raúl Torres, como anfitrión sujeto al designio de las autoridades del partido y el gobierno en el territorio, mezcló las interpretaciones de Lynn Milanés, Tony Ávila, Pancho Amat y el cabildo del Son entre otros, con el teque del semi trovador Fidel Díaz Castro –director de El Caimán Barbudo y coguionista del repulsivo programa televisivo La pupila asombrada–, con el Soviet de Mabay, la  Ley Helms Burton, el asalto a los cuarteles de Bayamo y Santiago de Cuba, y la Sierra Maestra.

Tampoco escapó del patrioterismo alevoso, la ideología de trinchera y la manipulación oficial la presentación del libro “Parche, Enciclopedia del rock en Cuba”, de Humberto Manduley López, que según Díaz Castro, devenido activista político, “constituye una recopilación biográfica de un género seguido por multitudes en la isla”, como si el rock no hubiera sido considerado una forma de “diversionismo ideológico” y combatido en todas sus manifestaciones en Cuba, o los Beatles y los Rolling Stone hubieran actuado en Bayamo, Veguitas y Manzanillo.

Además, espacios para descargas musicales, bailables y otras actividades recreativas y culturales como el Video Bar Sindo Garay, los patios de Artex y de la Uneac, en Bayamo; o las Casas de Cultura en Mabay o Cauto Cristo, entre otros sitios, si bien recibieron agradecidos a los artistas, se sintieron frustrados con tanta politiquería, que lo mismo los asalta y atraganta en la presentación de un libro, una conferencia sobre los daños del cigarro o el chorizo, un concierto, que una misa.

Es decir, que la borrachera de los granmenses no fue de Aliñao y tradiciones, sino de política. Por eso, más allá de aplausos y ovaciones, la mediocridad y la ideología ocultas bajo el parche de la identidad y el compromiso con el terruño y la revolución, miles de asistentes a estos convites aseguran que ni con Alexander Abreu cantando “Me dicen Cuba”, el comunismo entra con música.

vdominguezgarcí[email protected]

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