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“El cubano solo necesita que lo dejen hacer”

LA HABANA, Cuba.- Especialistas del diseño y el decorado, profesionales del vestuario, artesanos en yeso, alfareros y experimentados orfebres se ubican entre los trabajadores privados con mayor demanda entre los cubanos, cada vez más preocupados por enriquecer su calidad de vida.

Bárbaro Herrera Llanes, de 53 años, es un artesano alfarero, especialista en trabajos en yeso. Heredero de una tradición familiar que comenzó con sus bisabuelos, ha dedicado toda su vida al oficio.

Herrera Llanes nos explica que “el diseño, restauración y decorado en yeso tiene mucha demanda. Es como una epidemia. La gente no sólo quiere rescatar los decorados tradicionales que se han deteriorado con el tiempo, sino que las reparaciones y construcciones nuevas están considerando este arte desde el inicio de sus proyectos constructivos”.

En su día a día laboral, el artesano alfarero de 53 años tiene que “lidiar con proyectos que van desde residencias de gran tamaño con inversiones considerables, hasta pequeñas viviendas con presupuestos muy limitados”.

“Es un gusto ver a la gente preocuparse por mejorar su entorno”, dice Herrera Llanes. “Hay mucha inconformidad con lo convencional. Las personas necesitan renovar sus ganas de vivir y  escaparse del deterioro arquitectónico y social que no pueden resolver”.

Para un sector numeroso de la población cubana, una vivienda decorada con gusto, con pequeños espacios personalizados y agradable confort, es el equivalente a viajar al extranjero. La experiencia fatigosa de transitar por las calles atestadas de basura, escombros, aguas albañales y otras calamidades cotidianas sólo encuentran alivio en las pequeñas fugas hacia el interior de sus decorados.

Para ilustrar la demanda del servicio que ofrece, comenta el entrevistado: “mis compromisos de trabajo me ocupan todo el año, en una apretada agenda de solicitudes que consumen más de tres toneladas de yeso trimestrales”.

Otro tanto podría decir Licet Rodríguez Marín, de 59 años. Licenciada en Educación y especialista en Español y Literatura, se retiró de la pedagogía para dedicarse al decorado de fiestas de quinceañeras, bodas, banquetes y cenas.

Para Rodríguez Marín, que además es modista, Internet y otros medios de intercambio de información como discos compactos, memorias flash o el acceso a televisoras extranjeras, a través de las antenas clandestinas, sólo fueron el detonante.

“Los cubanos, siempre fuimos un pueblo preocupado por el cuidado de la apariencia personal y el decorado. Desde siempre las familias de escasos recursos hacían titánicos sacrificios para celebrar sus fiestas más emblemáticas, y a los más pobres siempre les quedaban los sueños; pero la elegancia y el confort siempre estuvieron presente en las aspiraciones del cubano”, dice la mujer.

La colonización trajo a la isla el glamur de las modas europeas, marcadas por la pompa y el ornato, y la identidad del cubano ya no pudo escapar de la seducción de la arquitectura majestuosa y la elegancia en el vestir.

Eriván Andrade Garrandés, un joven de 29 años técnico medio en Termoenergética, quien decidió dedicarse al diseño y decorado de interiores y exteriores, coincide con las fuentes citadas y agrega que “el cubano sólo necesita que lo dejen hacer. Somos laboriosos y creativos, como cualquier pueblo o cultura, pero nos faltan recursos e información”.

Andrade Garrandés, quien labora también en una brigada de restauración en la Empresa Puerto Carenas, en la Habana Vieja, nos asegura que “el interés por mejorar la apariencia inmobiliaria no es exclusivo de los particulares; también los centros estatales comparten esas aspiraciones, pero para ellos las dificultades presupuestarias son mayores”.

Son los dos extremos: de una parte, la obstinación histórica de un gobierno aficionado a la castración de lo mejor de la naturaleza humana, y por la otra, la perseverancia de un pueblo que, a pesar de todo lo que ha perdido y todo lo que ha entregado, todavía conserva la divina esencia de su audacia y la capacidad sorprendente de resurgir de sus cenizas.