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El debutante

Miguel Díaz-Canel (institutodeestrategia.com)

LA HABANA, Cuba.- Miguel Díaz-Canel ha hecho su debut en las Naciones Unidas. En 58 años es la sexta vez que un mandatario cubano (más bien un mandante, como los de las cárceles) pronuncia un discurso ante la Asamblea General de la ONU. Las primeras cuatro veces fue Fidel Castro, vestido con uniforme de combate, y la quinta, su hermano, el general Raúl Castro. Ahora le tocó el turno en el podio al “sucesor”, que no viste uniforme ni lleva el apellido Castro, y ni falta que le hace, de tan fiel y apegado al guion de sus antecesores como se muestra.

A Díaz-Canel, siempre opaco, desabrido, muy poco convincente, le falta la maña en la oratoria de su idolatrado Fidel Castro. Eso no es noticia, aburriría volver a hablar de su grisura. Pero hay que reconocer que el discurso que escribió para la ONU y que seguramente le revisó cuidadosamente su jefe, el general de ejército y primer secretario del Partido único, estuvo un tilín mejor que los destinados al consumo interno de los cubanos y que sus insulsas respuestas a las preguntas de la entrevista que le hiciera hace unos días Patricia Villegas, de Telesur.

Hubiese estado bien —se sabe que es de buen gusto— que abogara por la paz y la reducción de los gastos militares para dedicar ese dinero a la lucha contra el hambre, la pobreza la insalubridad, el analfabetismo, las enfermedades, si aprovechando la ocasión, se hubiera embullado a anunciar que el presupuesto que el régimen cubano dedica al ejército y a los represores del Ministerio del Interior, y que ni siquiera se toma el trabajo de informar a cuánto asciende, sería destinado a mejorar siquiera un poco las míseras condiciones de vida de sus gobernados, que no se morirán de hambre, pero casi…

Conmovería la preocupación de Díaz-Canel por los millones de personas que se ven precisados a huir de sus países si no fuese porque hay más de tres millones de cubanos (más sus descendientes) que andan dispersos por el mundo, y otros tantos más en la isla, desesperados por largarse adonde sea y como sea, precisamente a causa del régimen que él preside por encargo, como sucesor designado a dedo.

Como la sesión de la Asamblea General estuvo dedicada al centenario del natalicio de Nelson Mandela, no faltaron en el discurso de Díaz-Canel las referencias al líder antiapartheid. Y por una de esas raras asociaciones mentales que uno hace, me preguntaba si Díaz-Canel se habrá puesto a pensar que hubo muchos cubanos que solo por diferir del régimen que presidían sus mentores, Fidel y Raúl Castro, pasaron más años en la cárcel y en peores condiciones de reclusión que Mandela. Casos, por ejemplo, como los de Mario Chanes de Armas y Gustavo Arcos Bergnes. O el de Otto Meruelos, que pasó 20 años preso solo por haber sido vocero del derrocado régimen de Batista. El hombre no mató ni torturó a nadie, ni siquiera dio un bofetón a un fidelista, solo decía lo que le encomendaban. Igualito que Randy Alonso y otros cotorrones del castrismo.

Díaz-Canel calificó a Nelson Mandela como un apóstol de la paz y evocó la amistad del líder sudafricano y Fidel Castro. Por suerte, tan conmovido como estaba Díaz-Canel, no le dio por decir que también el Comandante fue un apóstol de la paz y por lamentar que no le hubiesen dado un Nobel, como a Mandela.

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