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El dilema cubano de tatuarse en televisión

Serie cubana “De amores y esperanzas”. Foto internet

LA HABANA, Cuba.-Los televidentes en Cuba tienen pocas opciones y también están limitados los canales de televisión; pero de forma general -lo que más molesta- es lo politizada que es la programación y además poco variada. Los que más gustan son las novelas brasileñas y Pánfilo (Vivir del Cuento).

La novela de turno, por un lado, se hace popular por sacar a las personas del ambiente de miseria en el que viven y un poco que las pone a soñar, tiene asiduos hombres y mujeres. Entretanto Pánfilo, porque de manera desafortunada el cubano se ríe de sus propias desgracias, y los temas que aquí se tocan están vinculados con los muchos problemas que existen en la cotidianidad.

En medio de este panorama, este verano comenzó la segunda temporada de una serie de factura nacional que habían transmitido dos o tres años atrás nombrada “De Amores y Esperanzas”, está en un horario estelar, después del Noticiero Nacional de Televisión de las 8 de la noche los sábados, la cual repiten los martes también en la noche. La serie tiene bastantes seguidores.

La trama televisiva se basa en las relaciones entre abogados de una de las unidades de la Organización Nacional de Bufetes Colectivos (ONBC), quienes viven en muy buenas casas, se visten bien y no tienen problemas como el de hacer colas, situaciones con la comida, el transporte entre otros muchos que enfrenta el cubano de a pie. ¡Ah! Pero tampoco durante las secuencias van a reuniones del Partido Comunista de Cuba, los Comités de Defensa de la Revolución, o cualquier otra organización de masas.

En el desarrollo del drama, una de las abogadas, interpretada por la actriz Irela Bravo, tiene una hija medio “hippie” que se dedica a hacer tatuajes en un salón compartido con un amigo; pero el hecho es que el tatuador no tiene permiso legal para ejercer dicha actividad, pues no está aprobada la licencia para ello dentro del trabajo por cuenta propia, no se consideró en la reciente reorganización.

Esto implica que, en la trama de la serie, “mamá abogada”, representante de los intereses del Estado, está consciente de que su hija comete una ilegalidad y se muestra como algo normal, parte de la vida diaria, Incluso la joven habla de “su negocio”.

En este sentido, hace ya más de una década que el tatuaje se ha convertido para los jóvenes (y algunos no tan jóvenes) en algo parecido a una muestra de belleza en el cuerpo y se ha separado bastante del esteriotipo de “eso es cosa de presos”.

Hace ya algunos días, el periódico Juventud Rebelde publicó en su sección Acuse de Recibo una queja de un avileño, de nombre Johny Álvarez Morgado, al que hace tres meses no le permiten ejercer su profesión de tatuador.

Algunas veces, a nivel territorial, se preparan operativos policiales sobre actividades ilegales y se llevan a cabo solo en el lugar donde fueron planificados. Este es el caso de Johny, al que pusieron una multa de 500 pesos por contravenir el Decreto Ley 308, artículo 119, inciso A. Sin embargo, los inspectores no le explicaron la razón ni lo que estaba ahí legislado, aunque sí que le exigieron firmar la multa.

El referido Decreto Ley establece en este artículo e inciso: “No estar inscrito o no actualizar los datos del registro del contribuyente en el término establecido. Se sanciona con multa de 200 pesos a 500 pesos para las personas naturales y de 1000 a 1500 para las personas jurídicas”. Lo que implica que le aplicaron la sanción máxima.

Al parecer, el operativo de los inspectores se tornó tan intenso que se unieron 35 tatuadores afectados y decidieron presentarse en la Oficina Municipal de la Administración Tributaria (ONAT). La respuesta fue que desconocían de las acciones adoptadas por los inspectores y no pudieron explicar por qué la actividad del tatuaje, que hace tantos años se lleva practicando en el país de forma ilegal, no está en el listado de especialidades aprobadas a trabajadores por cuenta propia.

El grupo también asistió a la Dirección de Trabajo y a la Asociación Hermanos Saínz en la provincia de Ciego de Ávila, allí tampoco obtuvieron respuesta y mucho menos solución. También contactaron a abogados que desde el punto de vista legal les aconsejaron esperar; lo que no les dijeron fue a qué y cuánto tiempo.

Si bien desde lo legal la actividad no es permitida, en Cuba se sigue haciendo, porque, además, cada vez son más los jóvenes que quieren llevar sobre sí un tatuaje. No obstante, al otro lado del problema están los riesgos sanitarios que quedan sin supervisión, pues al no existir control de la ejecución los requisitos que deben exigirse para hacer algo que implica posibles problemas de salud para la persona, permanecen a la deriva, ya que el proceso es inyectar tinta, o algún otro pigmento, bajo la epidermis.

Si el material del tatuador no es estéril y de un solo uso, existe la posibilidad de contraer enfermedades infecciosas, e incluso el VIH/Sida; también reacciones alérgicas debido a los pigmentos utilizados, algunos de ellos derivados de plantas.

El Ministerio de Salud Pública no se ha proyectado de forma oficial sobre esta situación, a pesar –incluso- de la alta posibilidad de contaminación de Hepatitis C.

Todo parece indicar que los que hicieron el libreto y los que aprobaron su puesta en escena de la nueva serie televisiva cubana no están en conocimiento de la ilegalidad que muestran, o a lo mejor sí lo saben y quieren trasladar parte de la verdad que se vive en Cuba a la pequeña pantalla. A algunos les ha dado por llamarle doble moral, pero en realidad es solo inmoralidad generalizada.