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El embargo volverá a ser un fiasco Cubanet

LA HABANA, Cuba.- Una política de cierre casi total por parte de los Estados Unidos no será todo lo efectiva que algunos dicen esperar. No ahora, cuando es de incautos creer que el Gobierno cubano quedará tan aislado como quisiéramos. Bajémonos de esa nube. En todo caso solo ha habido una víctima mortal en este juego de aislamientos: el pueblo.

Las circunstancias han cambiado con respecto a esa eternidad que va desde los años 60 hasta finales de los 80, pero la naturaleza camaleónica de los gobernantes cubanos apenas ha variado.

Continúan siendo los mismos oportunistas de siempre pero ahora bajo el color de la piel que necesitan para protegerse del entorno hostil.

Reconozcamos que han sido astutos al negociar sus “seguros de vida” sobre otras balsas de salvación que no dicen “Made in Venezuela”, de modo que el alejamiento de los Estados Unidos no es lo suficientemente trágico; incluso les pudiera ser provechoso, teniendo en cuenta sobre todo que la solución a largo plazo de Obama buscaba exponer y dinamitar los puntos débiles del sistema. En tanto el remake de Trump, en buena medida, ayuda a ocultarlos.

Más cuando los actuales “revertimientos” de las políticas del anterior presidente no han sido del todo consecuentes con el radicalismo anunciado. Unas cosas regresan pero otras se quedan tal cual, y son precisamente aquellas que pudieran hablar de la “utilidad” del enfrentamiento directo. Y no solo para el Gobierno cubano.

Unos pocos ejemplos: continúa revocada la ley de “pies secos, pies mojados”, al mismo tiempo que no se verán afectados ni la visita de cruceros turísticos ni el envío de remesas desde los Estados Unidos. Que no cunda el pánico, la vida seguirá igual.

El embargo, en cualquiera de sus variantes, volverá a ser un fiasco. Ninguna de las medidas ejercerá presión suficiente para desencadenar un estallido social. En más de medio siglo los cubanos se han adaptado a la condición de sobrevivientes en un ambiente tan precario donde no sobra el tiempo para cultivar ni utopías ni martirologios. Se existe para sobrevivir o para escapar, no para enfrentar molinos de viento y, en cuanto al embargo, cada cual conoce la función exclusivamente teatral que cumple tanto de un lado como del otro.

No pasará nada. Puedo apostar sin temor a perder. Los retrocesos solo aportarán más tiempo de vida a lo que deberá caer algún día por su propio peso, aunque, como van las cosas precisamente debido al embargo, sin demasiadas estridencias y sin ceder terreno a otros que no sean los mismos que siempre estuvieron comprometidos en el juego, no en contra de él. Un día despertaremos y los dinosaurios, disfrazados de aves del paraíso, continuarán ahí.

Observemos que Cuba, en su camino al capitalismo monopolista de Estado, cada día se parece más a eso que un amplio sector de los inversionistas extranjeros quiere que sea y que poco tiene que ver con aspiraciones democráticas ni igualdades ni normalizaciones.

De cierta forma el estatismo político es el más importante renglón que los gobernantes cubanos pueden ofrecer a quienes necesitan que, sobre nuestra isla, el tiempo no transcurra tan de prisa ni que los rostros en el poder se desfiguren demasiado.

Para quienes desde afuera y por intereses personales pasan por alto las necesarias y ocultas aspiraciones de un pueblo sometido, nuestro único potencial es ser un escenario paradisiaco para fantasías y aventuras turísticas, económicas y hasta sexuales. De modo que las sediciones y desequilibrios no les conjugan bien con lo que esperan de nosotros los cubanos, es decir, de la imagen del “buen salvaje” que nos han fabricado afuera y adentro.

Dejemos a un lado las fantasías. El juego al que asistimos no se trata de transformar la isla en Suecia sino de mantenerla tal cual.

En consecuencia, la cartera de inversiones ha sido ampliada y con ella fueron reforzadas las promesas de estabilidad política y las garantías totales de que nada, en cuestiones de política interna, tomará por sorpresa a quienes se decidan a invertir.

El resultado ha sido una lluvia de planes de inversiones millonarios con China, Rusia, Canadá, más un gracioso coqueteo in crescendo del bloque económico europeo, incluso de compañías israelitas y hasta norteamericanas excepcionadas dentro de unas “nuevas restricciones” con más agujeros que un colador de malla.

En este contexto, para Cuba las relaciones con Washington son necesarias pero no imprescindibles. Incluso el cierre de la embajada y el cese del intercambio pueblo a pueblo le ahorrarían dolores de cabeza a un régimen que no necesita tanto americano dando vueltas por ahí y que, gracias al embargo, ha encontrado jugosos beneficios en el arte de fabricar puertas de escape, manipulando a su favor aquello cuanto mantiene bajo su control, es decir, todo.