Inicio Cuba El espíritu de los fusilados continúa en la Cabaña

El espíritu de los fusilados continúa en la Cabaña

Fusilamiento en La Cabaña (foto tomada de El Nuevo Herald)

LA HABANA, Cuba.- A Nelson Rodríguez Leiva, de 26 años, lo fusilaron en La Fortaleza de la Cabaña, en 1971, junto a su amigo del alma, Angelito de Jesús Rabí, de 17.

También en el mismo sitio, pero un siglo atrás, fusilaron al poeta Juan Clemente Zenea.

De nada sirvió que Nelson, en 1960, hubiera sido maestro alfabetizador en las montañas de Oriente, que en 1964 ya tuviera un excelente libro de cuentos publicado por el escritor Virgilio Piñera, en Ediciones R, que su madre, Ada Leiva, pidiera clemencia para su hijo en una carta a Fidel Castro, que otro libro de poemas de Nelson estuviera pendiente de publicación.

Hace apenas unos días El Nuevo Herald de Miami publicó un extenso reportaje sobre una exposición del escritor Juan Abreu, con un centenar de retratos de fusilados por el régimen castrista, pintados por él, presentada en la sede del Parlamento Europeo, en Bruselas, Bélgica.

Quizás allí estaba el rostro de Nelson.

Abreu recibió el respeto y la admiración de ex presos políticos plantados como Pedro Corso, director del Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo y del poeta Angel Cuadra, quien aseguró que la Exposición de Abreu “…es como poner a hablar la historia a través de los rostros, de rescatarlos y darles una nueva vida”. También hubiera recibido el apoyo del escritor Reinaldo Arenas, su gran hermano de corazón, lamentablemente fallecido en Nueva York y quien siempre recordó a su amigo Nelson.

Se trata, dijo Abreu, “…no de retratos convencionales, sino de un acercamiento a los rostros, muchas veces borrosos, conservados en viejas fotos”.

Debe considerarse una victoria ese proyecto de Abreu de llevar al Parlamento Europeo una historia que el régimen cubano, hoy en manos de Raúl Castro, quiere borrar, sobre todo por estos días en que se utiliza precisamente el mismo lugar donde se fusiló a través de juicios sumarísimos, para dar escarmientos o simplemente por venganza, o por miedo, a que surgiera una fuerte oposición entre todos los opositores políticos condenados a muerte.

La cifra de cinco mil fusilados pende como una espada de  Damocles sobre Cuba. El espíritu de todos ellos continúa en la Fortaleza de la Cabaña, por muchas fiestas que organicen, por mucha algarabía, bullicio, alboroto o jaleo que haya, por mucha venta de libros que realice el gobierno verdugo cada año, para un pueblo que de tanto inventar, no tiene tiempo de leer.

En esa fortaleza, con una historia tan tenebrosa como la dictadura misma, se celebra la Feria del Libro, estratégico proyecto de Fidel Castro para limpiar de sangre sus fosos, celdas, rejas y paredes, como si así pudiera desaparecer la Historia.

Allí quedaron para siempre los dos jóvenes escritores Nelson y Angelito, amarrados, con los ojos tapados para no ver los fusiles de la noche, muy juntos, como pidieron morir.

No hace mucho, alguien que los conoció, me dijo que Nelson era muy romántico, que lloraba con las melodías de Los Beatles, que hasta se parecía un poco al rostro de James Dean, el actor norteamericano de los años cincuenta y que Angelito, convertido en su noble paje, hasta tenía cara de niño.

Por las tristes callejuelas de la Fortaleza de la Cabaña, por donde caminaron hacia la muerte Nelson y su amigo, hoy caminan los “agradecidos” que ignoran esta historia. Andan en busca de un libro para leer. No precisamente El Regalo, el libro de relatos de Nelson o aquellas cuartillas embadurnadas de lágrimas que alguien recogió de un calabozo vacío.