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El ex guardaespaldas de Fidel Castro que denunció cómo era su secreta vida de lujos

Juan Reinaldo Sanchez junto a Fidel Castro

Juan Reinaldo Sanchez junto a Fidel Castro

“A pesar de lo que siempre dijo, Fidel nunca renunció a las comodidades capitalistas, ni eligió vivir con austeridad. Todo lo contrario, su modo de vida es el de un capitalista sin ningún tipo de límites”, asegura el ex guardaespaldas del “Comandante” en La Vie Cachée de Fidel Castro (La vida oculta de Fidel Castro).

En el libro de 2014, escrito por Juan Reinaldo Sánchez y el periodista francés Axel Gyldén, relata la historia que ningún idealista quiere escuchar: el “paraíso socialista” está gobernado -desde hace 55 años- por hombres que viven con lujos inimaginables para muchos líderes de países capitalistas.

Castro, que murió este viernes 25 de noviembre a la noche, consideraba a Sánchez como uno de sus hombres de máxima confianza. Durante 17 años fue parte de su reducido grupo de custodios personales. Pero se ganó la antipatía del jefe cuando pidió el pase a retiro.

Lo consideraron traidor, lo torturaron y lo enviaron a prisión, donde vivió en una minúscula celda infestada de cucarachas. En 2008 logró salir y emigró hacia los Estados Unidos. Murió en mayo de 2015, a los 66 años.

Algunas de las revelaciones que hizo en el libro son verdaderamente impactantes. Por ejemplo, que Fidel Castro tenía una isla privada para él solo: Cayo Piedra, ubicada al sur de la Bahía Cochinos. Según la descripción de Sánchez, allí construyó un Jardín del Edén.

Para trasladarse hacia y desde el resto de Cuba utilizaba un lujoso yate, el Aquarama II, construido con madera importada de Angola y cuatro motores obsequiados por Leonid Brezhnev, uno de los últimos presidentes de la Unión Soviética. Por tierra, solía trasladarse en un Mercedez-Benz.

Pero las propiedades de Castro no se limitaban a esas. En La Habana tenía su propia mansión, que incluía un bungalow con puerto, un centro médico, cancha de baloncesto y hasta una pista para jugar a los bolos en la azotea.

Entre otras extravagancias, el ex mandatario se movía siempre con una escolta de diez custodios. Dos de ellos debían tener su mismo tipo y factor sanguíneo, para ser potenciales donantes en caso de que lo necesite.

Además de fumar los mejores habanos cubanos, era un amante del whisky. Su preferido era el costoso Chivas Regal, importado de Escocia.

En las últimas décadas que pasó al frente del Gobierno solía despertarse tarde y empezar a trabajar después del mediodía. Cuando era visitado por alguno de sus amigos, como el recientemente fallecido Gabriel García Márquez, pasaba gran parte del día pescando con arpón en su isla privada.

“Era como un dios. Yo me tragaba todas sus palabras, creía todo lo que decía, lo seguía a todas partes y habría muerto por él”. Así se sentía Sánchez y muchos de los que servían a Castro.

Pero luego se dio cuenta de que muchas cosas estaban mal. El líder sentía que “Cuba le pertenecía”. “Era su amo a la manera de un terrateniente del siglo XIX. Para él, la riqueza era una un instrumento de poder, de supervivencia política y de protección personal”, dice en el libro.

La pasión por la riqueza llegaba al punto de coleccionar cientos de diamantes en una caja de cigarros Cohiba. “Por momentos, Fidel tenía la mentalidad de una pirata del Caribe”.