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El Gatopardo y la “nueva” Constitución castrista

Debate del Proyecto de Constitución. Foto Cubahora

LA HABANA, Cuba.- En la noche de este lunes, y en horario estelar (encasillado entre el culebrón brasileño de turno y la única película exhibida en esa fecha por la Televisión Cubana), este medio masivo al servicio del régimen castrista emitió un capítulo más del programa “Hacemos Cuba”. El serial está consagrado al Proyecto de Constitución cuya “consulta popular” se acerca a su fin.

En esta ocasión se transmitió un reportaje especial. Su propósito era informar a la ciudadanía (o, para ser más precisos, a los pocos compatriotas nuestros que se animan a dedicar su tiempo de descanso vespertino a escuchar este tipo de programas) sobre la marcha del proceso de “debate ciudadano” centrado en el mencionado documento.

Como principal invitado participó Homero Acosta Álvarez, secretario del Consejo de Estado. A lo largo de toda la campaña de agitación y propaganda que el régimen ha dedicado al tema, le ha correspondido a este señor llevar la voz cantante. Ha sido una especie de portavoz del general de ejército Raúl Castro, presidente de la Comisión nombrada al efecto por la Asamblea Nacional.

Estamos hablando —a no dudarlo— de un jurista informado y competente. Don Homero es también —sería absurdo suponer otra cosa— un funcionario plenamente identificado con el mandamás de turno y con todo el grupito gobernante que lo rodea. Cada vez que él habla sobre la actual reforma supralegal, su tarea es justificar los rasgos esenciales del nuevo texto elaborado por el régimen. Es algo natural, si tomamos en cuenta la destacada participación personal que él tuvo en su redacción.

El propósito de la nueva entrega de “Hacemos Cuba” era transmitir una idea central: la tremenda atención que el régimen le concede a las opiniones emitidas por los ciudadanos. Esto se subraya con un concepto recalcado de modo especial en el programa; no sólo se toman en cuenta los criterios y objeciones coincidentes, sino que, en ocasiones, un planteamiento valioso es acogido, aunque haya sido expresado por uno solo o unos pocos participantes. “Lo más importante en las opiniones es lo cualitativo, no lo cuantitativo”, subrayó Acosta Álvarez.

Este lunes se dieron a conocer estadísticas: hasta ese momento se habían celebrado 111 mil reuniones, en las que participaron 7 millones y un tercio de ciudadanos. Éstos, a su vez, realizaron cerca de un millón y medio de intervenciones y formularon casi 660 mil propuestas. De estos datos, el único que despierta serias dudas fundadas es el de las personas concurrentes: Sabemos cómo, en nuestra Cubita bella, los subordinados (que conocen del interés de los jefes por contar con asistencias masivas), emplean todos los medios para inflar las cifras correspondientes, a fin de demostrar el “buen trabajo” realizado…

En el programa se mostró la labor del Centro Nacional de Procesamiento, que recibe y consolida toda la información procedente de los municipios. Se hizo ostentación del uso sistemático de la informática. Los televidentes tuvieron la ocasión de contemplar varios segundos de una reunión sostenida con algunos de sus subalternos por los miembros del Grupo de Trabajo Central, que coordina las propuestas que en principio se acogen para elevarlas a los órganos supremos: Comité Central del Partido Único y Asamblea Nacional.

Hacia el final de la entrega, Acosta Álvarez condensó en una frase todo el objetivo que tuvo el largo programa: “El pueblo cubano puede sentirse orgulloso de haber construido una Constitución”, expresó. O sea: que el autor del “nuevo” engendro no sería otro que el conjunto de nuestros conciudadanos.

Es así como el trabajo de la comisión anónima que inició su “profunda labor” en 2013 (según plantea la Introducción al Proyecto), y lo hizo sin conocimiento alguno del electorado; el del grupo de 33 diputados que designó al efecto (esta vez sí de manera oficial) la Asamblea Nacional y la sesión de “esclarecimiento de dudas” que escenificó este “órgano supremo de poder del Estado”, han sido opacadas —supuestamente— por las opiniones de los electores. Se trata de un ejercicio que, en opinión del propio Secretario del Consejo de Estado, resultaría “único para el mundo actual”.

En cualquier caso, la clave de la hipotética autoría colectiva de todos los cubanos radica en la reacción que tendrán los órganos burocráticos mencionados ante las propuestas formuladas. Como dijo el señor Acosta, cada una de ellas “tendrá una respuesta, ya sea positiva o negativa”. Y por supuesto que las de rechazo estarán reservadas para cualquier planteamiento que no se ajuste a las grandes líneas directrices del Proyecto trazadas por los comunistas. Sólo hasta ahí llegará la “autoría” del cubano de a pie.

Entre los planteamientos intocables se cuentan el mantenimiento a ultranza del socialismo estatal e ineficaz. Esto último lo consideran tan importante que el artículo 3 del Proyecto declara “irrevocable” ese sistema inoperante. También han introducido el adjetivo correspondiente en una frase ideada en el Siglo XIX por un jurisconsulto no marxista. De ese modo han inventado el “estado socialista de derecho”, concepto que sólo ahora entraría al texto constitucional. (Con lo cual, como es obvio, están reconociendo de manera tácita que el castrismo no ha tenido ese carácter durante más de medio siglo).

Tampoco modificarán el papel del Partido Comunista, que siempre fue “único”, pero que ahora es definido con ese adjetivo en el Proyecto. Y que, como anunció en su momento el mismo Raúl Castro, seguirá teniendo la condición de “fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”, y no porque los ciudadanos lo escojan entre varias opciones, sino en virtud de una sentencia plasmada en el artículo 5 de la Carta Magna.

Idénticos razonamientos caben para el sistema antidemocrático existente (donde, para elegir 605 diputados, se presentaron 605 candidatos), situación bochornosa que el texto analizado no se plantea subsanar. O para la violación institucionalizada de los derechos humanos. Esto último, pese a que el Secretario del Consejo de Estado afirmó que una de las novedades esenciales del Proyecto sería “una nueva concepción de los derechos”. Algo que, por desgracia, nadie sabe en qué consiste.

En resumen, aunque algún espectador desprevenido haya quedado impresionado por el intenso despliegue de labor burocrática que mostró el reportaje, éste no alcanzó a hacer vacilar en sus convicciones a quienes estamos seguros de una sola cosa: que el castrismo, en el mejor estilo gatopardista, pretende cambiarlo todo, pero sólo para que todo siga igual.