Inicio Cuba El “historiador” Raúl Castro visto por José de la Luz y Caballero

El “historiador” Raúl Castro visto por José de la Luz y Caballero

LAS TUNAS, Cuba. — Clío es la musa de la historia según la mitología griega. Clío suele posar sobre el globo terráqueo junto a un reloj (el tiempo), cuales símbolos de que la historia se extiende por todos los lugares y todas las épocas. Historia es el conocimiento adquirido por información proveniente de investigación. Historia es ciencia, no fábula, mitos ni figuraciones abstractas.

Pero en la historia campea el sujeto histórico. Y, según el dicho, la historia la hacen los vencedores. Y no porque los vencidos tengan poco que decir, sino porque casi siempre, junto con la derrota, al vencido le llega la mordaza. Y Cuba es un buen ejemplo de historias todavía por contar como consecuencia de las apologías o los mutismos de los sujetos históricos apoltronados en el poder como consecuencia no de una victoria ganada, sino hurtada.

Y coincidiendo con el 153 aniversario del Grito de Yara — que, liderado por el Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 marcó el inicio de las tres guerras libradas por los cubanos contra el colonialismo español—, el pasado domingo, en la Universidad de La Habana, le fue conferido el Premio Nacional de Historia al general Raúl Castro, quien no acudió a recibirlo, haciéndolo por él el “presidente” Díaz-Canel.

El premio anual lo confiere la Unión de Historiadores de Cuba, que cumplirá 40 años de fundada el próximo 7 de diciembre, y, aunque su experticia es la construcción de barricadas y no las de obras teóricas, no extraña que el agraciado de este año — como lo pudo ser en cualquier otra ocasión—  sea el general Raúl Castro, por lo que es útil preguntarse: ¿Qué diría José de la Luz y Caballero del más reciente Premio Nacional de Historia?

Mucho antes de ser nación, los cubanos debatían como ser “un cuerpo popular (a body of people)” constituido bajo un gobierno civilizado. En ese entramado, la historia, como ciencia social — ciencia que vendría a serlo muchos años después— , no les era ajena, sino de particular interés, y esto lo muestra un sucesor de Félix Varela,  José de la Luz y Caballero, cuando del quehacer del historiador expresó: “Fuera de la imparcialidad, que es su base, se requiere en el historiador las más variadas y aun contrapuestas dotes: ha de ser éste profundo estadista, mejor moralista, plenísimo sabio, severísimo lógico y perspicaz discriminador, conocedor no ya del corazón sino de todos los corazones _ciencia y conciencia_; en más de un sentido, tan ardiente en el sentimiento como dramático en la exposición; pero templados sus ardores y contenidos sus arranques por el hielo y freno de la suprema emperatriz: la razón. Más poeta que el mismo poeta épico, y por fin un estilo en donde tiene que intercalar o refundir la filosofía y la crítica y la poesía en la narración, sin degenerar en abstracto, ni pedante, ni fantástico; elevándose, por último, sobre todo la humanidad a una altura donde ni le lleguen, ni llegue. Es la última y más trascendental expresión de la literatura de un pueblo”.

Y tan dados los castrocomunistas a los parámetros y a medir a las personas con sus personalísimas reglas y no las universalmente aceptadas, cabe preguntarse: ¿Es Raúl Castro un historiador con los atributos enunciados ya en el siglo XIX por José de la Luz y Caballero?

Convengamos que ya están por transcurrir 21 años del siglo XXI y que al día de hoy se hace historia al tiempo que se investiga la historia. Un ejemplo clásico lo tenemos en los Estados Unidos con la investigación de los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein en el caso Watergate, que llevaron a la dimisión del presidente Richard Nixon. Pero si tomamos como fuentes de investigación histórica los apuntes de campaña del general Raúl Castro y sus discursos, entonces tendríamos que decir que este califica como lo que hoy llamamos fake news. Para sustentar esa hipótesis — la de las promesas incumplidas por el general Castro—  sólo voy a traer dos hechos históricos.

“No mataremos los cochinos chicos, no cocinaremos las carnes con grasa, sino que sacaremos la manteca para el consumo; no mataremos las hembras, sino que las criaremos hasta que paran, para que aumente el número de cerdos en el país, y podamos, dentro de año y medio, tener suficientes cerdos para producir toda la carne y toda la grasa que queremos”, dijo el entonces comandante, hoy general de ejército Raúl Castro en Santiago de Cuba el 26 de julio de 1961. Recién se cumplieron 60 años, pero hoy en Cuba no hay carne, ni manteca, ni cerdos.

El segundo ejemplo de tema histórico en el que el general Raúl Castro no sale bien parado y el que no voy a citar, por ser un suceso relativamente reciente, es el recordado como “el discurso del vaso de leche”, pronunciado por el ahora flamante Premio Nacional de Historia el 26 de julio de 2007 en Camagüey.  Según él, ya era hora de poner fin al racionamiento de la leche, pues en Cuba hay tierra de sobra para producir un vaso de leche para “todo el que quiera tomarlo”. Pero 14 años después de aquel suceso histórico, tampoco los cubanos tenemos productos lácteos para “todo el que quiera tomarlo”.

Visto por José de la Luz y Caballero, Raúl Castro —no favorecido por Clío — no es que no califique como historiador, porque él mismo bien sabe que no lo es; grave resulta que no calificó como “estadista”, que si bien a decir de Luz y Caballero debe ser dote del historiador, en la persona pública, en la gobernanza, ha de ser esencia. ¡Pobre Cuba por sus aduladores más que por su pobreza!

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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