Inicio Cuba El objetivo principal del “ordenamiento” ha sido un rotundo fracaso

El objetivo principal del “ordenamiento” ha sido un rotundo fracaso

MADRID, España. – Quizás uno de los efectos más negativos de la Tarea Ordenamiento en la economía cubana y, por tanto, que no justifica la adopción de esta medida, ha sido el impacto sobre el valor del peso cubano, una vez que se inició la unificación monetaria, el 1 de enero pasado.

Precisamente, el objetivo principal del “ordenamiento” ―lograr una sola moneda que eliminase la penosa circulación del CUC con las distorsiones generadas por dichos procesos― ha sido un rotundo y absoluto fracaso, por mucho que las autoridades se empeñen en ocultarlo. Un fracaso que es responsabilidad de una inadecuada política económica para las circunstancias actuales de la economía cubana.

El síntoma principal de este descalabro en las cuentas de la economía cubana ha sido el precio del dólar en la Isla con respecto al peso, que ya se ha situado en el mercado informal por encima de los 70 pesos y camina a paso ligero hacia los 100, como consecuencia de una serie de factores que se presentan a continuación. Y ello, a pesar de que las autoridades lo siguen manteniendo en el cambio oficial fijo de 1×24, lo que impide atender la demanda creciente de dólares en bancos y CADECAS. Una situación anormal que tiene su origen en la aplicación del “ordenamiento”. Hay varias razones.

En primer lugar, la emisión de papel moneda en pesos y lo que esto supone de descontrol monetario. El papel en circulación, en pesos, se incrementa por los canjes de CUC a la ratio de 1×24, lo que genera más papel sin respaldo de actividad económica (que continúa sin despegar: en 2020 la estimación oficial fue de un -12% en el PIB). Más papel y menos volumen de transacciones reales significa crecimiento de precios y pérdida de valor de la moneda, que es lo que está ocurriendo.

En segundo lugar: desde que se conoció el cambio oficial del peso con el dólar, 1×24, se sabía que era una deficiente devaluación inicial del peso, y además asimétrica, lo que tendría efectos sobre los precios relativos. De un lado, porque venía a establecer en el ámbito general una relación inexistente entre el dólar y el CUC (que iba a desaparecer, y por tanto era una moneda que estaba muy erosionada) mientras que en el sector empresarial donde el cambio era antes de 1×1, se producía una devaluación desconocida de un 2 300%.  

En suma, para fijar el valor del peso con el dólar no se realizó un estudio de los fundamentales de la economía, ni tampoco del valor relativo (un simple contraste inflacionario daría una estimación de la necesidad de otro tipo de cambio como el que está fijando el mercado) y, como consecuencia, el oficial no reflejó la realidad. El mercado informal lo castiga en consecuencia.

En tercer lugar: la Tarea Ordenamiento ha generado un incremento de los precios y tarifas, acompañado de un rebrote de la inflación desconocido para muchos cubanos por su intensidad y desigualdad, a la par de una notoria escasez de bienes. El problema es que, para comprar muchos productos básicos de alimentación y aseo, insumos para la agricultura o determinados servicios de ocio y turismo, es necesario disponer de dólares en cuentas bancarias que respalden las tarjetas de débito con las que se realizan los pagos en las tiendas que venden en dólares. Este circuito del dólar, que las autoridades pretendían que fuera marginal y se disolviera en cuanto la economía volviera a la realidad, se está convirtiendo en permanente y en el más rentable para el gobierno. Sin que se genere una dolarización de la economía, están emergiendo cada vez más las notables desigualdades sociales de los que tienen acceso o no a la moneda de Estados Unidos en Cuba. Algo inaudito en cualquier país del mundo.

En cuarto lugar y no menos importante: el déficit fiscal del Estado está descontrolado por las revisiones de tarifas y precios de la Tarea Ordenamiento. Se formuló en el presupuesto inicial en un 18% del PIB, pero los cambios introducidos en subsidios y gratuidades que se iban precisamente a reducir lo habrían elevado por encima del 20% registrado en 2020, cuando impactó el incremento salarial del “ordenamiento”. La expansión fiscal sin el incremento de la productividad de la economía actúa como un motor de la depreciación de la moneda y, por ello, el peso seguirá perdiendo valor a medio plazo.

En quinto lugar: la escasez de divisas de la economía (turismo, remesas, inversiones, exportaciones) y la posición de la balanza de pagos (deuda externa que no se paga) se cronifican por culpa del entorno económico mundial y la crisis generada por la pandemia de COVID-19, así como por el menor suministro de petróleo procedente de Venezuela desde 2016 que se ha podido constatar en el último año y medio por la grave crisis que atraviesa el país. En definitiva, entran menos dólares al país y la demanda aumenta por numerosos motivos, de modo que el precio de los dólares tiene que subir, y esto será lo más probable que ocurra. 

Este escenario plantea cuestiones de interés para muchos cubanos, como por ejemplo: ¿a qué valores podría llegar el dólar en el mercado informal? Difícil es la respuesta, aunque la tendencia de estos dos últimos meses apunta a que en el verano se podría estar ante un cambio en el mercado informal de 1×100, los que haría que muchos titulares de stocks en dólares los retengan a corto plazo, esperando ese cambio más rentable para obtener mayores ganancias. Este comportamiento podría hacer que el dólar, en muy corto plazo, desapareciese de la circulación, forzando su incremento de valor por encima de lo señalado y entrando en una espiral que las autoridades no podrían controlar.

La siguiente cuestión no es menos relevante: ¿El gobierno intervendrá para frenar el ascenso del dólar, cuyo precio ya oscila entre 60 y 70 pesos en moneda nacional? Debería, pero no lo hará. El instrumento que tiene a su disposición es la devaluación del tipo de cambio, que resulta de una decisión administrativa publicada en la web del Banco Central de Cuba, pero no parece que algo de este tipo entre en los planes del régimen. Apenas tan solo han pasado cinco meses desde la devaluación del peso provocada por la Tarea Ordenamiento y no parece correcto andar devaluando la moneda de forma continua, por nula que sea la relación del peso cubano con las divisas en los mercados mundiales. Lo saben bien los cubanos que pretenden cambiar sus pesos por euros en cualquier banco europeo.

En vez de devaluar, la alternativa ―pero toma más tiempo― es la responsabilidad monetaria y fiscal, es decir, adoptar políticas económicas de ajuste dirigidas a recuperar los desequilibrios interno y externo. Pero el régimen no quiere que la Tarea Ordenamiento devenga en lo que es, una “terapia de choque” que afecta de forma desigual a los cubanos en función de su acceso al dólar, y no realizará los ajustes necesarios para corregir los excesos. Ajustes que se basan, sobre todo, en reformas estructurales del modelo social y económico, que se encuentra obsoleto y es incapaz de dar respuesta a un diagnóstico crítico como el actual.

En tales condiciones, ¿cuáles son las predicciones que cabe realizar? Si no se devalúa la moneda hasta un cambio que adelante al mercado informal a corto plazo, es decir, por encima de los 80 pesos, y no se corrigen los excesos fiscales y monetarios, la depreciación del peso con respecto al dólar continuará, e incluso se podría acelerar. Un buen ejemplo es que la devaluación oficial del tipo de cambio de la Tarea Ordenamiento apenas ha tenido influencia alguna sobre las exportaciones, que permanecen inertes. 

En cualquier país del mundo, una devaluación de la magnitud de la emprendida en Cuba desde el 1 de enero habría provocado una expansión exportadora de grandes dimensiones, vía competitividad exterior. El alza del dólar empobrece a los cubanos que no tienen acceso directo a esta moneda ―que deben pagar un precio cada vez más alto para conseguirla en los mercados informales― y alimenta la inflación haciendo que sea muy difícil su reducción a medio plazo. Los impagos de la deuda externa impiden acceder a financiación internacional. La economía colapsa de forma irremediable como consecuencia de la inacción y la deficiente gestión por parte de las autoridades.

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