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El Pastor antinazi y el Cardenal anticomunista

Stefan Wyszynski y Juan Pablo II (Foto: Catholic News Agency)

CARACAS, Venezuela. – “Europa inventó el totalitarismo. Tanto el nazismo como el comunismo son inventos europeos”, afirmaba JF Revel en su libro La Obsesión Antiamericana. Rusia y Alemania fueron las naciones que los dieron a luz en el siglo XX, y Stalin y Hitler sus tenebrosos arquitectos.

Obviamente no hay comparación en la trascendencia entre uno y otro totalitarismo: 74 años duró el comunista (1917-1991) y 12 años el nazi (1933-1945). Tampoco se comparan en expansión geográfica, ya que se fundaron partidos estalinistas en prácticamente todo el mundo y el Imperio soviético convirtió en colonias suyas a Europa Oriental (Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania, etc.). En cambio, no se fundaron partidos hitlerianos en Europa, América Latina, etc., y tampoco hubo un Imperio nazi.

Varias son las similitudes que destacan entre dichos regímenes totalitarios: señalar como su principal enemigo a “la democracia burguesa” y su separación de poderes en ejecutivo, legislativo y judicial; uno y otro establecieron un partido único (partido comunista y partido nacional-socialista) y ambos comparten el estigma de ser los creadores de los infernales campos de concentración que sirvieron a los nazis para exterminar a millones de judíos y a los comunistas para eliminar a millones de opositores.

No obstante, hubo seres excepcionales que enfrentaron a aquellos colosales regímenes criminales a sabiendas del gran peligro que corrían por sus acciones. A dos de ellos nos vamos a referir de manera concisa. Ambos tienen en común haber extraído de su fe, de la religión, y no de la política, su formidable coraje moral para enfrentar tan monstruosos contrincantes. Uno es el pastor luterano alemán Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), el otro es el cardenal católico polaco Stefan Wyszynski (1901-1981). Los dos son poco conocidos en América Latina, mucho menos el primero que el segundo.

Pastor Bonhoeffer: “Nacionalsocialista o Cristiano”

El teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer fue opositor a Hitler desde el mismo día que éste fue nombrado canciller de Alemania, el 30 de enero de 1933. Apenas dos días después el pastor habló en la radio sobre los peligros de ser gobernados por un líder supremo a quien se debía rendir pleitesía, pues la iglesia debía fidelidad a Dios y a las escrituras, no a un Führer terrenal. La transmisión fue censurada en pleno desarrollo. Para Bonhoeffer, el cristianismo era incompatible con la idolatría hitleriana y no dudaba en repetir que: “La decisión está a las puertas: nacionalsocialista o cristiano”.

La defensa de los judíos marcaría la vida de Bonhoeffer. Su primer desacuerdo con el régimen fue rechazar la disposición que prohibía a cualquiera que tuviese sangre judía ejercer un ministerio en la iglesia. Bonhoeffer contribuyó a fundar la Iglesia Confesante frente al nazismo y a la mayoría de los “Cristianos Alemanes”. Tanto la iglesia protestante como la católica (40 millones de evangélicos y 20 millones de católicos) respaldaban a Hitler, pues veían como una amenaza mayor el ateísmo comunista que exterminaba la religión en la URSS. Entonces, casi en solitario, Bonhoeffer se opondría a la persecución contra los judíos, a las expropiaciones de sus propiedades y a la eutanasia que el régimen nazi practicaba para purificar la raza.

Ordenado sacerdote en 1931 -tenía 25 años- Bonhoeffer se dedicó a formar teólogos, una actividad prohibida. La perenne persecución que le haría la Gestapo se tradujo en: clausura del seminario en 1937, prohibición de vivir en Berlín en 1938, hablar en público en 1940 y publicar sus escritos en 1941. Pero Bonhoeffer continuaba su labor de forma clandestina, hasta que en abril de 1943 fue encarcelado y enviado al campo de concentración de Buchenwald. Fue inculpado de participar en la “Operación 7” que sacaba judíos de contrabando a Suiza.

Como es sabido, el fallido complot para asesinar a Hitler ocurrió el 20 de julio de 1944 (la llamada Operación Valkiria comandada por el Coronel Claus von Stauffenberg). En septiembre los nazis descubrieron documentos que revelaban el vínculo de Bonhoeffer en la conspiración. Fue condenado a muerte y ahorcado el 9 de abril de 1945 por orden de Hitler.

Terminan las pinceladas sobre el pastor seguidor de Lutero. Dejamos de lado muchos temas muy importantes como su aporte teológico centrado en Cristo, el rechazo a la degradación de Dios cuando es usado de “tapa-agujeros” y el debate inconcluso de alto calibre sobre su abandono del pacifismo –luego del programa antisemita del 9-10/Nov/1938 conocido como La Noche de los Cristales Rotos (Kristallnacht)- al haber cruzado la línea roja que significaba involucrarse en una acción que tenía como único fin matar a Hitler.

Cardenal Wyszynski: “Lo que hago para la Iglesia lo hago para mi Patria”

Stefan Wyszynski fue ordenado sacerdote en 1924. En enero de 1953, el papa Pío XII lo nombró cardenal, pero el gobierno comunista le impidió acudir a Roma y lo acusó de colaboración con el imperialismo americano. Wyszynski fue Presidente de la Conferencia Episcopal Polaca de 1956 a 1981 y durante todos esos años se enfrentó al totalitarismo comunista.

El concepto de patria es un eje central en Wyszynski porque para él la Iglesia Católica y Polonia eran una sola cosa. Aquélla era el alma de la patria, del pueblo polaco. De esa identificación histórico-cultural entre Patria e Iglesia Católica proviene, me parece, su paciencia estratégica (se diría hoy) para relacionarse con un régimen comunista ateo que respondía a los intereses de la URSS, la cual controlaba las Fuerzas Armadas y el Ministerio de la Defensa de Polonia. También su prudencia diplomática para evitar que ocurriera un baño de sangre como el perpetrado en Hungría por el criminal ejército rojo soviético en noviembre de 1956. Vale aclarar que los nazis también usaban los términos “Patria” y “Comunidad Nacional”, pero su concepto tenía un sentido biológico-racial, de allí que fuese la defensa de los judíos el punto medular de la lucha opositora del pastor Bonhoeffer contra el totalitarismo nazi.

En una notable frase dirigida al pueblo polaco, el cardenal nos muestra de dónde proviene su fortaleza moral: “Qué son 35 años de comunismo frente a 1000 años de Catolicismo en Polonia”. Es muy extenso y accesible el itinerario de lucha de Wyszynski, por ello sólo mencionaré los 3 años de prisión que pagó de 1953 a 1956, donde el régimen lo tuvo en 4 cárceles.

Me parece más relevante señalar que Wyszynski fue el mentor del sacerdote Karol Wojtyla, quien se convertiría en Papa, Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1978. Con apenas una semana de ser nombrado, el nuevo Pontífice envió un potente mensaje a sus compatriotas en su “CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II A LOS POLACOS”. Allí reafirma el valor del “Amor a la Patria” y hace un elogio impresionante a Wyszynski al reconocer que, de no haber sido por su ejemplo, él no hubiese sido Papa.

Cito dos párrafos de esa Carta:

“Querido Cardenal Primado. Permíteme que te diga sencillamente lo que siento. No estaría sobre la Cátedra de Pedro este Papa polaco que hoy, lleno de temor de Dios, pero también de confianza, inicia un nuevo pontificado, si no hubiese sido por tu fe, que no se ha arredrado ante la cárcel y los sufrimientos.

Se lo digo a todos los connacionales sin excepción, respetando su credo y sus convicciones. El amor de la patria nos une y debe unirnos por encima de cualquier divergencia. Esto nada tiene que ver con un rígido nacionalismo o chovinismo, sino que surge de la ley del corazón humano”.

La influencia de Wyszynski está patente en el texto de aquella carta. Una idea similar se encuentra en el Testamento del cardenal de 1969: “Quiero a mi patria más que a mi corazón, y todo lo que hago para la iglesia lo hago para mi patria”.

Terminemos señalando que el nacimiento en Polonia de la Federación Sindical Solidaridad, de raíces católicas, fue un factor importante en el fin del comunismo. Esta organización hizo merecido elogio al cardenal Wyszynski en sus funerales en 1981, expresado en una pancarta que decía:

“Un padre, un pastor y un primado así lo concede Dios una vez cada mil años”.

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