Inicio Cuba El presente del arte en Cuba: la censura se institucionaliza

El presente del arte en Cuba: la censura se institucionaliza

En primer plano Miguel Díaz-Canel. A su lado, Miguel Barnet, presidente de la UNEAC, y Abel Prieto, Ministro de Cultura (Foto: Leyben Leyva)

LA HABANA, Cuba.- En las nuevas regulaciones sobre el trabajo por cuenta propia dadas a conocer en la Gaceta Oficial, el pasado 10 de julio, y que entrarán en vigencia el próximo diciembre, los artistas son los que llevan la peor parte. Sobre ellos, en nombre de “la política cultural”, recae una carga de trabas y prohibiciones  aun mayor que las ya existentes. Es otra vuelta de tuerca en la institucionalización de la censura.

Cuando los más optimistas  esperaban y reclamaban un aflojamiento en las limitaciones impuestas a los artistas, el gobierno, que parece no haber cambiado demasiado con la presidencia de Díaz-Canel,  hace  todo lo contrario, con el decreto 349/2018, que modifica el decreto 226 del año 1997, y establece adustamente  lo que considera son  “contravenciones en materia de política cultural y sobre la prestación de servicios artísticos”, todas generosamente dotadas de elevadas multas y decomisos.

Así, los artistas no podrán ejercer como tales si no están autorizados por alguna institución cultural estatal, porque estarían cometiendo infracciones que serán consideradas “graves” o “muy graves” y sancionadas en consecuencia.  Perfecto para estrangular el arte independiente.

En cuanto a los medios audiovisuales, los mandamases, en línea directa con los inquisidores del Santo Oficio, revestidos de moralina medieval, patrioterismo decimonónico  y corrección política-ideológica neoestalinista (¡vaya ingredientes para la receta!), dictaminan que es contravención “muy grave” cuando en los medios audiovisuales muestren, entre otras cosas, contenidos con “el uso de los símbolos patrios que contravengan la legislación vigente”, pornografía, violencia, “lenguaje sexista, vulgar y obsceno”, y el muy abierto inciso, donde cabe todo lo que se les antoje a los censores: “cualquier otro que infrinja las disposiciones legales que regulan el normal desarrollo de nuestra sociedad en materia cultural”.

A pintores, escultores, artesanos, etc, se les prohíbe establecer “espacios de comercialización de las artes pláticas sin tener la actualización que corresponde ni estar inscritos en el Registro del Creador de las Artes Plásticas y Aplicadas. Así que ya usted sabe, olvídese de que pueda volver a haber alguna galería donde celebrar una Bienal independiente.

Se prohíbe la venta de libros con “contenidos lesivos a los valores éticos y culturales”. Entonces, ¿se acabó el realismo sucio? ¿No se podrá vender los libros de Pedro Juan Gutiérrez?

También consideran contravenciones difundir música o realizar espectáculos en que “se genere violencia con lenguaje sexista, vulgar, discriminatorio y obsceno; viole los niveles permisibles de sonido y ruidos o “realice un uso abusivo de aparatoso medios electrónicos.”

¿Qué harán? ¿Prohibirán el reguetón? Si es así, yo que lo detesto, debiera alegrarme y aplaudir. Pero no, porque sufrí la prohibición del rock. ¿Qué derecho tiene un gobierno para decidir el tipo de música que se debe escuchar? Que cada cual oiga lo que quiera. Allá los reguetoneros con sus pobres oídos, mientras no molesten a los demás.

Explican que “las autoridades facultadas para inspeccionar, conocer las conductas contravencionales recogidas en el  Decreto e imponer las medidas pertinentes son los supervisores-inspectores designados por la autoridad correspondiente del Ministerio de Cultura, así como los inspectores que se aprueben por los directores provinciales…” A su criterio quedará determinar lo que sí y lo que no, lo que es y lo que no es, qué se puede y qué no.

Estos supervisores-inspectores, ¿quiénes serán? ¿Músicos, escritores y artistas metidos a comisarios itinerantes? ¿Graduados de Historia del Arte? ¿Pasarán al menos un curso de apreciación artística? Digo, como van a disponer de tan amplios poderes para juzgar en materia de arte y cultura…

Es para preocuparse, con tanto burócrata iletrado y de (mal) gusto provinciano como hay en el sector cultural, con tantos mediocres y oportunistas, con un ministro de cultura que se cree ungido con poderes divinos para decidir y separar  lo que vale realmente de lo que  es banal y seudocultural.

¿Cómo querrán regir el arte y la cultura, como un campamento militar, una escuela de señoritas, un reformatorio o una bodega?

Es normal y hasta saludable que en toda sociedad se regulen las normas de una convivencia decente y civilizada. Lo malo es cuando un régimen dictatorial es el que se propone “velar por las buenas costumbres” y el adecentamiento de una sociedad enferma por décadas de envilecimiento. Y si fuera adecentamiento… Todos sabemos que más que eso, lo que quieren es reforzar los controles, estrangular el arte independiente. Preparémonos para la corrida de los censores y la cacería de brujas.

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