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El pueblo cubano ha perdido la vergüenza

Bailando reguetón en Jibacoa. 2010 (huffingtonpost.com)

LA HABANA, Cuba. – A raíz de la publicación de imágenes que muestran el estilo de vida de Jorge Alejandro de Cárdenas García -nieto del comandante Guillermo García Frías-, Tony Castro Jr. -nieto de Fidel Castro- y Vilma Rodríguez Castro -nieta de Raúl Castro-, un estado de opinión en el cual se mezclan amargura, resentimiento y socarronería ha invadido el espacio público y las plataformas digitales.

La gran vida que se dan los comandantes del socialismo y sus descendientes no es nada nuevo; pero no es lo mismo imaginárselo o escuchar lo que cuentan otros, a comprobarlo con ojos propios a través de las fotos que, sin el menor recato, suben a las redes sociales. Pese al grave insulto que tal exhibicionismo supone para un pueblo anegado en la miseria y la corrupción, es alarmante el conformismo con que muchos cubanos observan la desfachatez de quienes continuamente pregonan austeridad y resistencia; mientras abren sus puertas al capitalismo, viviendo a todo tren, rodeados de lujos.

Menos lacerante que la resignación, pero igualmente inútil, es la afirmación popular de que “esa gente no tiene vergüenza”. Pero sucede que nunca la han tenido, y no ven la necesidad de ocultar su obsceno enriquecimiento porque el pueblo de Cuba ha soportado dos grandes crisis económicas con sus correspondientes éxodos, y se encamina hacia la tercera sin que exista otro plan más que la huida, o el uso de la fuerza para resistir.

La única vergüenza que realmente importa es la que los cubanos han perdido; eso que llaman pudor de nación, pero también, y desde el punto de vista individual, amor propio, orgullo, pundonor. Es el decoro con que José Martí reconoció la autoría de la carta que lo condujo al presidio político con apenas diecisiete años, no sin antes declararse en abierta rebelión contra la corona española. Es la misma vergüenza que hizo a Antonio Maceo rechazar de plano la paz espuria que intentó ofrecerle el general Arsenio Martínez Campos, cuando casi todo el Ejército Libertador había aceptado el Pacto del Zanjón.

Esta clase de vergüenza que también defendieron los jóvenes del Grupo Minorista, ha sido desterrada del corazón de los cubanos, a tal punto que no son capaces de percibir cuánto los desprecia su propio gobierno. Un pueblo que durante sesenta años se ha dejado abusar de la peor manera; que prefiere el exilio a la protesta; que ha sido maltratado, extorsionado, humillado y sigue aguantando palos, solo puede generar menosprecio.

Por tal motivo esos herederos de bienes doblemente robados, no sienten la obligación de ser discretos en sus muestras de fastuosidad. Saben que aunque los cubanos se ofendan no harán nada, salvo continuar aporreándose entre ellos por la poca comida que venden en las tiendas.

Con el habitual choteo han sido acogidas las delirantes explicaciones de García Frías sobre la necesidad de “cultivar” avestruces, jutías y cocodrilos, como si fueran geranios. Es ciertamente admirable la capacidad de los cubanos para reírse de sus muchas desgracias; pero a estas alturas lo que se esconde detrás de tanta ligereza es una absoluta falta de decoro.

Muy preocupados deberían estar los cubanos, pues mientras el régimen insiste en que Estados Unidos busca apoderarse de Cuba, son otras las naciones que parecen estarse apropiando de los recursos que, según la Constitución violada una y otra vez, pertenecen al pueblo. Si Cuba carece de liquidez y resulta proverbial su incapacidad para cumplir con los plazos de pago, ¿cómo está saldando sus cuantiosas deudas? ¿Qué garantías ofrece a los inversionistas extranjeros para que arriesguen su capital en un panorama cada vez más crítico?

No sería extraño que cuando el experimento al fin colapse y la casta verde olivo con todos sus vástagos echen mano a su doble ciudadanía para abandonar el barco a medio hundir, los cubanos se enteren de que parte del territorio nacional está empeñado en deudas hacia “generosos” acreedores. Para entonces los comandantes de la revolución habrán robado todo lo posible y sus generaciones futuras vivirán en algún país capitalista, protegidos por sus iguales allende los mares.

Mientras tanto el pueblo de Cuba decae en la estima de otras naciones, por su insensatez y cobardía. Ya se habla con desdén sobre los cubanos varados en México, que exigen salvoconductos, vociferan y guapean, pero jamás tuvieron el valor de cuestionar al poder que los obligó a emigrar.

Tras la incomodidad generada por las revelaciones en Facebook, la página de Jorge Alejandro de Cárdenas García ha desaparecido. Al joven deben haberle aconsejado prudencia para no exacerbar los ánimos y provocar una revuelta popular que con toda seguridad sería sofocada por el ejército, pero enlodaría aún más la imagen del régimen.

Visible o no, la riqueza de la cúpula militar es un hecho que contrasta ferozmente con las deudas acumuladas por Cuba, las cuales, según aseguró el Ministro de Economía, frenan la importación de alimentos para satisfacer la demanda de un pueblo tan hambreado, atribulado y reducido a la inacción que necesita ser salvado de sí mismo.