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El referendo cubano y la posibilidad de un rotundo NO al castrismo

LA HABANA, Cuba.- Un trabajo recién publicado por el compatriota Miguel Sales (“¿Votar o no votar en Cuba?”) aborda el tema de la “nueva Constitución socialista”, cuya redacción acaba de terminar. En unos días se celebrará la reunión de la “Asamblea Nacional” que deberá ratificar lo decidido por la comisión de 33 miembros encabezada por Raúl Castro.

Con respecto al referendo que se celebrará, el autor plantea: “Resulta sorprendente que algunos sectores de la oposición, tanto en Cuba como en el exilio, exhorten a participar en la farsa y a votar negativamente, cuando lo más lógico y decoroso sería no participar en esta operación de maquillaje”. Como soy uno de los que han “sorprendido” a Don Miguel, pienso que debo contestarle.

Comienzo por reconocer que, en las llamadas “elecciones” cubanas, también yo soy un partidario consecuente del retraimiento. Hace decenios que no concurro a sufragar y he escrito artículos en ese mismo sentido. La razón es sencilla: En esos procesos no hay forma alguna de expresar de manera indubitada que uno se opone al sistema imperante. Toda participación implica hacerle el juego de un modo u otro al régimen que rechazamos y a sus candidatos.

Esto no es cierto en el caso del referendo que ya se ha anunciado para el 24 de febrero. Al electorado se le formulará una pregunta que tiene dos respuestas posibles: “Sí” o “No”. Desde luego que el castrismo se empleará a fondo para que los ciudadanos opten por la afirmativa. Pero existe la opción de dar la respuesta contraria, y esto será una manera clara de expresar que se está no sólo en contra de la “nueva Constitución”, sino también del socialismo inoperante, del partido único; en una palabra: del sistema.

Esta realidad me ha conducido a pensar que el general Raúl Castro erró al decidir celebrar el referendo. Su hermano mayor —más taimado— no lo hizo con ocasión de la reforma total de 1992. Aunque el mismo texto supralegal ordenaba llevar a cabo esa votación, ésta no se realizó. Y nada pasó. Por eso pienso que el actual jefe supremo, al tomar esa decisión, se equivocó. Y ya se sabe que los ratoncitos sobreviven gracias a los errores que cometen los gatos…

De las otras actitudes posibles ante el referendo (ir al retraimiento o anular la boleta) no puede decirse lo mismo que del voto por el “No”: A diferencia de este último, con aquellas opciones no se expresa un claro rechazo al régimen. Como la tesis concreta que Don Miguel defiende en su trabajo es la de no concurrir a votar, haré especial hincapié en esta variante.

Al respecto debo reconocer —ante todo— que el antigobiernismo es, en las condiciones específicas de Cuba, el factor que más incide en el abstencionismo. Ya dije que he actuado de ese modo en las “elecciones socialistas”. El porcentaje de quienes obran igual ha ido en ascenso y, según cifras oficiales, rebasó apenas el 17% en las votaciones parlamentarias de comienzos de este año.

Pero no es razonable esperar que esa proporción siga creciendo de manera constante. Como bien dice el señor Sales, “la dictadura añeja genera hábitos de vileza y sometimiento”. Y esta triste realidad determina que exista un límite en el porcentaje de quienes no acuden a votar. Éste está dado por el número de los ciudadanos que no desean “señalarse” (que por ahora son una amplia mayoría). Parece una paradoja, pero a un cubano común le resulta más fácil votar “No” que dejar de asistir.

En ese contexto, aspirar a que “la ausencia física de votantes en los colegios electorales” constituya “un dato evidente que no puede ocultarse a la población ni a la prensa extranjera” es, por decir lo menos, irreal. Máxime en nuestro país: Como Don Miguel ha estado ausente de Cuba por muchos años, le comento que sí, los procesos comiciales del castrismo son inoperantes (nada se decide en ellos), pero están bien organizados y, a diferencia de lo que suele verse en otros países, los votantes no tienen que hacer colas. En esas condiciones, sería casi imposible detectar un vacío en la afluencia de electores.

Por otra parte, contar cada ciudadano que se abstiene como un voto en contra del régimen carecería de fundamento. Admito que, entre ellos, son mayoría los que, hartos del socialismo inepto, escogen esa vía como una forma de demostrar su rechazo. Pero otros lo hacen por mera indolencia o enfermedad; también por estar de viaje o resolviendo algún asunto perentorio. Tampoco faltan fundamentalistas religiosos (que consideran al Estado como un engendro satánico y, por principio, no votan).

Pero conviene advertir que ese reconocimiento del rechazo mayoritario al gobierno de quienes se retraen sólo es válido para nosotros los cubanos. Si le señalamos a un extranjero que, en la más reciente votación asistió casi el 83% del electorado, lo más probable es que exprese admiración por la elevada participación. No puede ser de otro modo cuando incluso en Estados Unidos —cuna de la democracia republicana moderna— ha habido elecciones federales a las que ha concurrido menos de la mitad de los electores.

Allá, el elevado abstencionismo no puede ser interpretado en modo alguno como un rechazo al sistema imperante. Lo mismo es válido para otros países libres. Por consiguiente, no debemos sorprendernos si a esos interlocutores foráneos les resulta imposible comprender que, en el caso muy particular de Cuba, predomina lo contrario. Esto significa que, incluso si el retraimiento fuese mayoritario (algo inalcanzable por ahora, como ya señalé), ese desafío no tendría impacto alguno en la opinión pública internacional.

Considero que seríamos ilusos si no pensáramos en la posibilidad de una adulteración de los resultados por parte de las autoridades. Pienso —por supuesto— en una mixtificación que no estaría limitada a los votos por el “no”. ¿Por qué no habría ella de aplicarse también a las boletas anuladas o a la cantidad de los que no votan, como sugiere Sales! ¿O es que el “pucherazo” discriminaría entre las personas que hacen cosas diferentes a votar por el “Sí”, como desearía el régimen!

Lo importante en este referendo es que el pueblo cubano tendrá la posibilidad de decirle “no” al gobierno por primera y única vez en más de cuarenta años (para ser exactos, desde mediados de los setenta, cuando, bajo condiciones bien diferentes de las actuales, se celebró el referendo para aprobar la versión inicial de la “Constitución socialista”).

No me parece adecuado que, con llamados al retraimiento, privemos a nuestros compatriotas de disfrutar de esta oportunidad excepcional.