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El silencio de Alicia Alonso

Fidel Castro condecora a Alicia Alonso en la ceremonia celebrada en el Palacio de la Revolución de La Habana, en 1998 (Foto: EPA)

LA HABANA, Cuba. – Es cierto que Alicia Alonso es una gloria de Cuba, que pocas bailaron como ella, que danzará eternamente, que nunca se alejó de su país, que yo la aplaudí entre lágrimas, que la disfruté en mis catorce años, escabullida en las altas gradas de su viejo teatro para verla ensayar, que la entrevisté allá por los años sesenta, como si se tratara de un ser sobrenatural.

Pero Alicia era una persona de carne y hueso, como cualquier otro de este mundo y ella, capaz de sentir como cualquier cubano, en muchas ocasiones se mantuvo en silencio, un silencio que me dolió tanto, que solo hoy, con su muerte, ocurrida el día 17 de este mes de octubre del 2019, debo confesárselo.

Ahí está en la prensa castrista, al día siguiente de su muerte, junto al dictador Fidel Castro, junto a Raúl, también dictador-militar.

¿Qué diría hoy nuestro José Martí de ella? ¿Le preguntaría si alguna vez supo que mientras hacía migas con los dictadores cubanos, en las prisiones políticas de Cuba había más de diez mil hombres condenados a largos años de cárcel, “plantados” hasta que en Cuba hubiera democracia, que fueron fusilados más de cinco mil?

¿Supo que escapaban miles de Cuba huyendo del comunismo, tal como hizo a Estados Unidos su hermana Rita Martínez?

¿Qué sentía la maravillosa Alicia Alonso al reunirse con su hermana en Miami, mientras millones de cubanos no podían visitar a sus familiares, prohibidos por Fidel Castro, calificados como gusanos apátridas, escoria, etc.?

¿Alguna vez mi querida Alicia levantó la voz por la doctora Hilda Molina, cuando Fidel le prohibía reunirse con su familia en Argentina?

¿Qué hizo cuando supo que decenas de periodistas independientes cumplían prisión en Cuba por ejercer su derecho a la libertad de expresión?

¿Qué hizo -me pregunto- cuando vio que miles de homosexuales eran llevados a campos de concentración, al estilo de los gulags soviéticos y que muchos de sus bailarines, incluso su propio yerno, escapaban de Cuba aterrados?

¿Alguna vez supo que más de 70 mil balseros cubanos murieron en el mar, devorados por los tiburones, en busca de libertad?

Cuando salía de Pro Arte Musical, luego de su trabajo, ¿se fijó alguna vez en el deterioro que sufría La Habana, condenado el pueblo a un cruel racionamiento de alimentos durante más de cincuenta años?

¿Qué pasó, Alicia, que a pesar de su gran sensibilidad para el Arte en general, usted no pudo ponerse del lado de los humildes, mientras los dictadores vivían como reyes, llenos sus bolsillos de dinero, yates, cayos privados, cacería de patos y pesca submarina, dueños absolutos de un país que se empobrecía día a día, esperando donaciones para sobrevivir, un país que no produce y que debe a las cien mil vírgenes?

¿Acaso aquellos cubanos que nunca se interesaron por el ballet, víctimas de una dictadura comunista, podrán perdonarla?

¿Perdonarán a Alicia Alonso los familiares de los fusilados y de los millones de cubanos que viven fuera de su patria, en un éxodo propio de estos regímenes represivos?

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