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El verdadero rostro de «la vanguardia intelectual cubana»

Miguel Díaz-Canel, Armando Hart, Abel Prieto, Alpidio Alonso. Foto EFE

GUANTÁNAMO, Cuba.- La confirmación de que la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) no debatirá el Proyecto de Constitución fue dada a conocer por varias agencias de noticias el pasado 6 de noviembre.

La nota oficial, emitida por la presidencia de la UNEAC, instaba a sus miembros a debatir ese documento en sus centros de trabajo y barrios, algo que desconcertó a muchos intelectuales de la organización oficialista que se autoproclama como “la vanguardia intelectual de la sociedad cubana”, un calificativo que no debe caerle nada bien a los funcionarios del aparato partidista, aunque a fuerza de ser justos, no hay en el Buró Político del Partido Comunista de Cuba ni en su Comité Central un solo pensador original y de vanguardia, ni siquiera dentro de las lindes del pensamiento socialista.

El comunicado de la presidencia de la UNEAC justifica la decisión de esta forma: “A diferencia de consultas populares realizadas en años anteriores, las organizaciones políticas y de masas, sociales, profesionales y otras que pertenecen a nuestra sociedad civil, no participan como tales en dicho proceso”, algo contradictorio, no sólo porque un comité provincial de la UNEAC del oriente del país sí realizó tal discusión, sino porque también lo han hecho los estudiantes de la FEEM y la FEU, los trabajadores organizados en la Central de Trabajadores de Cuba en sus centros de trabajo, los Comités de Defensa de la Revolución y los miembros de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, y todas son organizaciones de la sociedad civil controlada por el partido.

La comunicación también expresó como justificación para eludir ese debate lo siguiente: “Rechazamos cualquier visión elitista que intente separarnos de nuestro pueblo, así como criterios irresponsables y manipulaciones que traten de establecer matrices de opinión sobre la presunta violación de los Derechos Humanos en Cuba, en especial de los intelectuales”, un párrafo que resulta ambiguo pues, tanto los máximos dirigentes del PCC como los de la UNEAC han afirmado reiteradamente que esa es una organización de intelectuales del pueblo y para el pueblo, ¿cómo ahora la presidencia de la UNEAC afirma que en el seno de la organización puede haber visiones elitistas separadas del pueblo? ¿Por qué afirma que en esas reuniones pueden exponerse criterios irresponsables y manipulaciones que traten de establecer matrices de opinión sobre la presunta violación de los derechos humanos en Cuba, especialmente los de los intelectuales? Y si así ocurriera, ¿no hay en esa organización intelectuales lo suficientemente preparados y capaces para contrarrestar tales opiniones?

Lo cierto es que la presidencia de la UNEAC sabe perfectamente que el estado de opinión prevaleciente en la sociedad resulta muy desfavorable para el gobierno cubano, mucho más entre los intelectuales después de la promulgación del Decreto 349. Y eso de que la UNEAC, según el comunicado, “fomenta espacios de libertad para la auténtica creación artística y literaria”, que se lo crean los tontos, los serviles y los que callan por oportunismo o miedo, porque jamás lo admitiremos quienes hemos sido discriminados por ella sólo por pensar distinto.

Personalmente, hace ya mucho tiempo que no espero nada de la UNEAC, de sus congresos ni de sus miembros, por más egregios que sean. Y aunque siempre hay excepciones, la mayoría de los intelectuales que han opinado en las redes sobre el Proyecto de Constitución no se han pronunciado sobre los aspectos medulares del documento, sino que se han referido a cuestiones de estilo e históricas. Muy pocos –no creo que pasen de cinco– se han atrevido a cuestionar la esencia dictatorial del sistema cubano. En buen cubano: han tirado de la cadena, pero no tanto.

Pensar que detrás de todo artista o intelectual –por muy talentoso que sea– hay un ciudadano digno, resulta tan erróneo como creer que todos los militantes del PCC constituyen un ejemplo para la sociedad.

Los artistas e intelectuales son seres humanos y, como tales, proclives a realizar actos en bien de la Patria, pero también a adoptar posiciones sumisas y mezquinas. Porque es falso que la cultura, per se, redime a los hombres. El hombre culto se redime y crece si a su conocimiento une la tolerancia, la fraternidad y el altruismo. Sin esos valores la cultura no favorece el crecimiento humano.

Adolfo Hitler y muchos de sus altos oficiales eran hombres cultos, grandes lectores, apasionados de la Filosofía y las Artes, consuetudinarios extasiados en los excelsos conciertos donde se interpretaba la música de Wagner, alguien que ejerció una fuerte influencia sobre esos militares. Eran seres sensibles y el pueblo que dirigieron era uno de los más cultos de Europa. Eso no impidió que cometieran crímenes horrendos y arrastraran a los alemanes a una tragedia histórica y moral cuyas resonancias perduran.

He recordado eso porque –y si estoy equivocado ruego a quienes se sientan ofendidos que me disculpen– no conozco a un solo miembro de la UNEAC que haya protestado por las golpizas y detenciones arbitrarias a las que son sometidas semanalmente las dignas Damas de Blanco. No conozco a ninguno que haya protestado por las detenciones arbitrarias y abusos cometidos contra otros opositores pacíficos y periodistas independientes. A ninguno que en público haya desmentido la reiterada falacia de que Martí fundó un solo partido porque descreía del multipartidismo y la democracia, y tampoco conozco a ninguno que haya tenido el valor de decir que el sistema unipartidista impuesto en Cuba nada tiene que ver con nuestra historia constitucional desde Guáimaro hasta el 10 de marzo de 1952 y muchísimo menos con las ideas democráticas de los padres fundadores de la nación, ni con las que Fidel Castro enarboló en su lucha contra Fulgencio Batista. Por eso la UNEAC no es la vanguardia intelectual de la sociedad cubana.