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En Ciudad Juárez no deportarán migrantes que esperan para pedir asilo político en EE.UU.

Migrantes cubanos en Ciudad Juárez. Foto del autor

CIUDAD JUÁREZ, México.- El funcionario Enrique Valenzuela intenta convencer a los migrantes que están registrados en una lista, para cruzar ordenadamente de Ciudad Juárez a Estados Unidos, que no serán perseguidos por las autoridades migratorias mexicanas.

“El domingo me reuní con el delegado en Juárez del INAMI (Instituto Nacional de Migración) y acordamos que los migrantes que estén en la lista puedan estar a salvo”, asegura Valenzuela, el director del Consejo Estatal de Población y Atención a Migrantes (Coespo).

“Básicamente lo que tenemos es que el INAMI tiene la lista en la que estamos trabajando, a fin que se pueda respetar su estancia aquí”.

Con este pionero acuerdo en México, los migrantes a los que les sea requerida probar su situación legal, por cualquiera de las fuerzas de seguridad mexicanas desplegadas en Ciudad Juárez, “deberán decir a los agentes que busquen sus datos en la lista de registro para cruzar a EE.UU. y no se les detendrá”.

Pero hace cinco días su discurso, como el máximo encargado del gobierno estatal para la atención de migrantes, y el de su oficina fueron diferentes. También la realidad de los migrantes cubanos, que comenzaron a ser buscados por agentes de migración mexicanos en sus propias casas de renta.

El miércoles de la pasada semana, incluso, uno de los empleados salió de sus oficinas del Centro de Atención Integral a Migrantes (CAIM) al jardín, al que acuden los migrantes para reunirse en un lugar seguro, y les anunció que, en ese mismo lugar, podían ser detenidos y deportados. Les dijo que sólo podrían reunirse en los exteriores del CAIM por dos horas, a las 8 de la mañana y a las dos de la tarde, que son los periodos en los que se comienzan a llamar a los números de los migrantes que van a cruzar poco después.

Lo cierto es que el empleado estatal tenía razón. En México, a diferencia de otros países, no hay un lugar seguro para los migrantes. Las autoridades migratorias pueden entrar a pedir sus papeles en cualquier lugar, incluso en albergues para inmigrantes.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, había ordenado la contención de los migrantes tras las advertencias del presidente Donald Trump de imponer un arancel a los productos mexicanos que se exportan al país vecino. En Ciudad Juárez se desplegaron, en las zonas más cercanas a los límites fronterizos, cientos de agentes, soldados y algunos miembros de la recién creada por el presidente Guardia Nacional, que son militares con otro uniforme.

Todo comenzó a cambiar al día siguiente de ese anuncio, cuando el sol de desierto en el verano aplastaba todo: hasta los sueños.

A los exteriores ajardinados del CAIM llegaron de pronto, corriendo, un grupo de catorce cubanos, seis de ellos mujeres. Habían galopado por unos 15 minutos, pensando que encontrarían un lugar más seguro que donde se alojaban.

Migrantes cubanos exponen sus demandas para no ser detenidos y deportados al máximo responsable de la atención de migrantes en Ciudad Juárez. Foto del autor

No llevaban nada con ellos. Sólo los pasaportes con un papel blanco en el que estaba escrito un número, y, algunos de ellos, sus amparos vencidos, obtenidos al llegar a la frontera sur de México con Guatemala, los cuales no pueden renovarse en Juárez. Pero todos aseguraban algo: que no regresarían a las dos casas de renta donde se hospedaban. No podían perder más, después de haber arriesgado hasta la vida.

Hacia las 11 de la mañana una camioneta blanca se paró en frente de la casa donde se hospedaban. De ella, salieron tres agentes vestidos “con pullovers de verde olivo”. Los oficiales de migración. Antes habían tocado la puerta de otra casa, al lado, también con cubanos. La dueña abrió y Cristian Mesa, un cocinero de La Habana que tiene a parte de su familia en Miami, le acompañó.

-Buenos días, por favor, enseñen su identificación. ¿Usted está legal en este país?, recuerda Cristian que dijo uno de los agentes mexicanos.

-Yo tengo identificación.

El joven cubano le enseñó su pasaporte, al que tiene pegado un número escrito a mano en un papelito que le dieron en el CAIM, después de registrarse para cruzar ordenadamente a Estados Unidos.

-Ese número no sirve para estar legal. Lo pueden haber inventado, eso no sirve. Le dijeron.

–  Déjame buscar otro que tengo…

En ese momento, todos los cubanos de la casa semiderruida de un cuarto  ̶ por la que pagaban 10 mil pesos mexicanos al mes (unos 520 dólares), cuando lo usual para esa área violenta es de unos 2 mil (104 dólares ̶  salieron por la puerta trasera de su alojamiento. Y comenzaron a correr y a correr, hasta el CAIM.

“Estamos viviendo una cacería contra los cubanos”, afirma Liani Abrantes, una mamá de 30 años y licenciada en contabilidad.

“Tenemos a los delincuentes, a los policías, a nosotros nos están viendo aquí con cara de banco, piensan que tenemos dinero, y queríamos que alguien nos diera una explicación, estar seguros”, afirma.

A los pocos minutos de arribar al CAIM se encontraron con más sorpresas. Unos soldados entraron al jardín del recinto, situado a escasos metros del muro fronterizo que separa Ciudad Juárez de El Paso, Texas.  Esta vez los cubanos se quedaron en shock y no huyeron, no sabían hacia dónde ir. Los comenzaron a fotografiar, como si fueran periodistas, y los soldados se dieron la vuelta.

Pensaron en su siguiente paso. En cómo protegerse. El grupo de cubanos, la mayoría profesionales con estudios universitarios, habló por teléfono con Gustavo de la Rosa Hickerson: reconocido abogado derecho humanista que hace una década fue perseguido por denunciar la violación de derechos humanos de los soldados en la llamada guerra contra el narcotráfico, y ahora es diputado por Morena, el partido del actual presidente de México.

En esa llamada con altavoz, donde varios de los cubanos afectados conversaron con el ahora político mexicano, este les prometió buscar inmediatamente un mecanismo entre todas las partes implicadas para que no les deportaran de México a Cuba, mientras esperaban su turno para cruzar hacia Estados Unidos.

En menos de una hora, el mismo Enrique Valenzuela con el funcionario que les había advertido de la posibilidad de ser detenidos, salió de su despacho para reunirse con el grupo de cubanos que acababa de pedir auxilio al diputado mexicano, y éste les aseguró que los comprendía e iba a buscar una solución.

Y la solución llegó. En menos de cinco días. Ya no hay peligro para los migrantes registrados en la lista del CAIM.

“Lo que yo veo es que es importante no tener miedo y no quedarse con la boca cerrada y sin resolver nada. Las puertas se abren hablando”, dice la economista Liani Abrantes, que fue la primera en exponer la situación al diputado, cercano al presidente de México.

Abrantes y sus compañeros de travesía no regresaron a la casa de la que salieron huyendo cuando los buscaron los agentes migratorios mexicanos. Buscaron otra renta esa misma tarde, también cara, también en malas condiciones.

Ahora que saben han conseguido que todos los migrantes en la lista estén protegidos se sienten “más cómodos”. “Pero en realidad hay que seguir, para conseguir lo que en realidad queremos. Para parar el MPP de retorno a México de los solicitantes de asilo político todos los días llamamos al congresista Mario Díaz-Balart y al senador Marco Rubio, y dejamos mensajes”.

Entre una y otra sesión de quimioterapia, su padre llama a los políticos cubano-americanos. Es Rolando, de 55 años, un balsero, ya ciudadano estadounidense, que vive en Miami. Sus dos hermanos en Tampa, también ciudadanos, igualmente llaman para pedir detener el MPP.

La última vez que Liani vio a su padre fue en septiembre, cuando éste fue a Cuba, quizás a despedirse. No les dijo que tenía cáncer. Cuando se puso peor, al igual que la situación de Liani en su tierra, de la que salió huyendo tras ser varias veces arrestada, decidió salir en su busca.

Mientras espera su turno no sale apenas de la casa. Ya han escuchado tiros y han visto muertos en esta ciudad, que fue la más peligrosa del mundo y ahora es la quinta más letal.

“No nos vamos a exponer, no vinimos aquí a perder la vida”, afirma Liani Abrantes, mamá de Angelo, de 8 años, mientras mira los rascacielos de El Paso, Texas, bajo un nuevo muro humano de agentes y soldados mexicanos que impiden el paso ilegal hacia Estados Unidos.