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En Cuba la censura gubernamental es la que decide

LA HABANA, Cuba.- Con la llegada al poder del gobierno comunista comenzaron las desavenencias con la prensa libre. Para tratar de callarla, fueron confiscados periódicos y revistas de gran prestigio, así como las emisoras de radio y los estudios de televisión. Para enaltecer a la chusma paseaban por las calles un ataúd con los nombres de estos medios de comunicación. Así mataron la libertad de expresión, y subsecuentemente el resto de nuestras libertades individuales.

Con estas expropiaciones el gobierno tomó el poder absoluto de los medios y comenzó a manipular la información y la cultura. Este patrón no ha cambiado en sesenta años: es la censura gubernamental la que determina lo que pueden publicar los medios y ver los cubanos, ya sea música, noticias, películas, novelas, etc.

La televisión, que comenzó a trasmitir en nuestro país en octubre de 1950, es el medio más masivo de entretenimiento e información, pues llega a todos (o casi todos) los hogares. Sin embargo, la censura y la mentira no pasan desapercibidas para la población. El noticiero nacional no escapa al choteo cubano. Lo apodan “el mentiroso”, y los cuentos de Pepito sobre este programa se repiten de boca en boca, pues es un ejemplo elocuente de cómo la censura tergiversa la verdad para crear una ilusión de desarrollo económico mientras el país se sume cada día más en la miseria. No obstante, vale aclarar que es uno de los espacios con más teleaudiencia. Y es que al preguntarles a varias personas que lo ven qué es lo que más les interesaba del noticiero, todos coincidieron en el parte meteorológico, y como lo dan al final, tienen que ver el programa completo. Claro está, no faltaron los que me confesaron que, dada “la cantidad de mentiras que hay que empujarse”, muchas noches tienen que cambiar de canal antes, porque no logran aguantar hasta el parte.

La Mesa Redonda Informativa, con sus patas carcomidas por el comején del totalitarismo, cuenta con muy pocos seguidores, no sólo por monótona sino también por su discurso servil al régimen. Lo mismo sucede con otros programas. Por sólo citar algunos ejemplos, en novelas, series, concursos, documentales sobre nuestros próceres o fechas patrióticas, tele-clases, etc., siempre la verdad se omite o se tergiversa en favor del régimen comunista. Al fin y al cabo, no podemos ignorar que la televisión, como los demás medios, está supeditada al departamento ideológico del Partido Comunista, por lo tanto, todo lo que nos llega por la pantalla chica pasa por la censura. No es de extrañar que el llamado “paquete” adquiera cada día más seguidores, mientras vemos con nostalgia cómo nuestra sociedad es privada no sólo del entretenimiento que debería aportarnos la tele, sino también de sus posibilidades de adquirir información, conocimientos, desarrollo espiritual y cultural desde el hogar.

Para trabajar como periodista en cualquier medio de comunicación oficialista hay que estar comprometido con el gobierno, o lo que es lo mismo: ser “revolucionario”. De ahí que tantos periodistas trasmitan verdades a medias: no porque desconozcan la dura realidad del pueblo, sino a causa de la censura o la autocensura. Esto marca la diferencia  con el periodista independiente, que tiene como premisa la verdad como causa justa sin importar de dónde venga, exponiéndose a la represión contra sí mismo y su familia.

Por estos días concluyeron los periodistas oficialistas su 10º congreso, dedicado a “nuestro eterno Comandante en jefe Fidel Castro Ruz”. Este no pudo ser un evento diferente: responde a la misma política hipócrita de quienes acatan la voluntad del régimen ignorando el sagrado deber de servir al pueblo.