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En Cuba llueven… los apagones

Vecinos sentados en la acera, a la espera de que regrese la corriente eléctrica (foto archivo)

LA HABANA, Cuba.- Al comenzar el verano la televisión cubana transmitió un comunicado de la Empresa Eléctrica donde se informaba que estaban garantizadas las condiciones para la etapa vacacional, por lo que no se programarían interrupciones en el servicio eléctrico durante la misma. Los comentarios de la población no se hicieron esperar, no sólo por lo desacostumbrado del anuncio, sino porque fue interpretado como un augurio de lo contrario. Y no es que seamos pesimistas, pero ya nos tienen acostumbrados a que cada vez que la dictadura anuncia algún bienestar, recibimos exactamente lo opuesto, y con la electricidad no ha sido diferente.

Durante sus seis décadas en el poder, la dictadura ha empleado sucesivos eufemismos para enmascarar los apagones. En los 70 y 80 les llamaban “pico eléctrico”. En los 90, durante la triste y difícil etapa inicial del período especial, los apagones programados alternaban 8 horas con electricidad y 8 sin ella. En la última década han estado llamándolos “vía libre” cuando los anuncian y duran varias horas (de 7 am a 5 pm; los justifican con reparaciones, cambios de postes, sustitución de cables, etcétera) y cuando son imprevistos alegan que “ocurrió una avería”, o bien que “se disparó el circuito por sobrecarga” (estos últimos ocurren generalmente de madrugada, y en ambos casos pueden durar varios minutos o varias horas). Recientemente han incorporado otro nombrecito: “déficit de energía”, que justifican con un supuesto recrudecimiento del bloqueo.

En cualquier caso, al preguntar en el 18888 hasta cuándo durará el apagón, las operadoras invariablemente comienzan su respuesta con el mismo enunciado: “No, señor/señora/señorita, déjeme explicarle que en Cuba no hay apagones…”, el cual repiten una y otra vez sin salirse de las frases orientadas. Cuando se las confronta, se molestan e incluso cuelgan. Otras veces ni siquiera atienden el teléfono.

Para colmo, siguen quitando la corriente en día de agua, con lo cual dejan a las amas de casa con la lavadora a medias (las que tienen), y a los edificios sin agua por no poder encender los motores para bombearla de las cisternas a los tanques. “Yo lo que tengo es un tanquecito”, se lamenta una vecina, “para usar la lavadora tengo que madrugar para aprovechar el agua. Cada vez que me quitan la corriente a esa hora tengo que terminar a mano, porque para cuando la ponen otra vez, se acabó el agua”.

“A mí estos cortes de electricidad me recuerdan a la época del campo socialista”, analiza un vecino, “cuando en la Europa del este cortaban la calefacción en pleno invierno y la gente moría congelada. Es igualmente cruel y peligroso”, continúa, “quitar la electricidad en el verano más caluroso que ha habido en 10 años”. A falta de una climatización adecuada, o al menos un ventilador, la única solución para algunos son las duchas frecuentes, pero hay quien ni con eso cuenta, por falta de agua. La angustia generada por tales circunstancias supone una cuestión de salud tanto física como mental. Además, los apagones también acentúan las diferencias sociales, pues el pueblo sabe que no afectan al turismo ni a los dirigentes.

Pero los apagones han “llovido” sin que el gobierno diera alguna explicación al respecto. Al fin y al cabo, los dirigentes no tienen por qué rendir cuentas al pueblo, porque este gobierno no fue elegido por el pueblo ni necesita al pueblo para perpetuarse en el poder. Solo recientemente el ministro de Energía y Minas, Raúl García Barreiro, declaró a la prensa: “Las afectaciones al servicio eléctrico en el país percibidas en las últimas horas han estado asociadas al déficit de capacidad de generación por averías, las que han coincidido con unidades que se encontraban en mantenimiento planificado” (Granma, 17 de julio de 2019).

El ministro no especifica la fecha exacta de los mantenimientos ni de las averías. Sin embargo, los apagones no son recientes. Llama la atención que se hacen cada vez más frecuentes a medida que empeora la situación en Venezuela. Hace varias semanas se supo que aproximadamente un tercio del petróleo enviado a Cuba por el régimen de Maduro era gratis. Asimismo fue noticia que dichos envíos fueron suspendidos.

Y los apagones no afectan solo a La Habana. A través de Twitter ciudadanos dan parte de ellos desde el cabo de San Antonio a la punta de Maisí, bajo las etiquetas #ReportoApagónCuba y #ApagonesProgramados. Y que nadie piense que son exclusivos de Cuba. En Venezuela los hay también, y tan prolongados y frecuentes como en la isla.

Pero es que los apagones no comenzaron en 1959, con la toma del poder de Fidel Castro. Ya desde principios de la década de 1950 el movimiento terrorista por él fundado y liderado, 26 de Julio (precursor de la actual dictadura), además de poner bombas en sitios concurridos por civiles, entre otras atrocidades, incluía en su modus operandi arrojar cadenas al tendido eléctrico para provocar apagones. Era, pues, de esperarse, que al tomar el poder implantara el mismo recurso, esta vez como terrorismo de Estado.

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