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En Cuba los cigarrillos cuestan menos que los alimentos y jamás escasean

Comercios desabastecidos pero no faltan el cigarro y el ron. Foto P. CHang

LA HABANA, Cuba. – Cuarenta tipos de cigarrillos integran el listado de precios en CUC (moneda con un valor de cambio artificial similar al dólar estadounidense), aprobado recientemente por el Ministerio de Finanzas de Cuba con la finalidad de fijar los topes de venta minorista.

De las once páginas con que cuenta el documento, tan solo dos y media están reservadas para detallar los costos sorprendentemente bajísimos del tabaco, un producto que no constituye un artículo de primera necesidad, como serían el huevo y la leche, aun así vendidos estos a 0.60 centavos de CUC  la unidad del primero, y a 2.65 CUC la bolsa de 500 gramos de leche en polvo, en un país donde el salario medio mensual supera por muy poco los 30 dólares.

Pero si a esas dos cuartillas y media sumáramos las otras dos donde están relacionados el café, los refrescos gaseados y las cervezas nacionales e importadas, igualmente excluibles de la canasta básica, entonces apenas quedarían siete páginas donde no todo constituye provisiones, ya no para una alimentación saludable sino para tan solo subsistir.

“Comenzaremos a fumar, al final es más barato que comer y bañarse”, comenta en broma un anciano mientras espera en la fila de un banco para cobrar la pensión de apenas 11 dólares mensuales, de los cuales dice emplear entre el 20 y 30 por ciento en medicamentos para controlar la cardiopatía que padece por la edad, pero también probablemente por su condición de fumador pasivo durante varias décadas, en un país donde son pocos los lugares públicos donde está prohibido fumar.

Lo cierto es que, de acuerdo con lo publicado este 6 de junio, pareciera que las instituciones financieras del gobierno estuviesen mucho más preocupadas por asegurar el acceso masivo a los cigarrillos, elevando la producción, diversificándola y estimulando el consumo mediante el abaratamiento de los precios de venta, que por ampliar las ofertas de alimentos en la red estatal de comercios.

Solo dos tipos de carne de aves, picadillos, pastas, aceite, yogurt y conservas de tomate, en empaques de diferentes tamaños, conforman el mínimo seleccionado por el Ministerio de Finanzas para establecer esta guía de precios máximos; así, en el escueto listado, contrasta el amplio surtido de tabaco con el pobrísimo inventario de comestibles donde quedan ausentes pescados y mariscos, la carne de res y cerdo, mantequilla, quesos, leche fresca, embutidos, cereales, alimentos para niños y adultos con requerimientos especiales en su nutrición.

Cigarrillos, muchos cigarrillos. Incluso con precios de venta irrisorios, difíciles de encontrar en cualquier lugar del planeta. Por ejemplo, la cajetilla de veinte unidades más cara de la marca Cohíba cuesta 6 dólares, mientras que la más barata de alta calidad queda en 0.40 centavos, una bagatela frente al dólar que se cobra por un kilo de pescuezo de pollos o los 5.50 dólares del kilogramo de leche entera en polvo.

Una cajetilla de Dunhill, marca extranjera de producción nacional, cuesta 3 dólares, lo mismo que un kilo de alas de pollo congeladas, un precio que constituye un tercio de cualquier pensión de jubilado y que, por demás, le rendiría a un bebedor para la compra de tres latas de cerveza o un litro y medio de ron a granel, disponible en cualquier lugar de la isla y a cualquier hora, a pesar de la profunda crisis de desabastecimiento por la que atraviesa el país.

Nadie sabe qué está sucediendo en Cuba que los cigarrillos cuestan menos que los alimentos y jamás escasean.

Se habla de la presencia de varias empresas extranjeras, de países como Brasil, Reino Unido, Francia y Turquía, entre otros, que han hecho dispararse la producción en un mercado como el cubano de altísimo consumo y donde las leyes ambientales y los impuestos no afectan demasiado al tabaco por ser uno de los más importantes renglones de exportación, y cuya “cultura” incluso forma parte de eso que algunos llaman la “marca país”.

Ni siquiera la evidencia estadística de que existe un incremento alarmante de la mortalidad asociada al hábito de fumar, sumada a los problemas con la producción de medicamentos, a diario denunciados en la prensa, la falta de recursos financieros para garantizar los tratamientos a personas enfermas producto del tabaquismo y agravadas en su dolencia por una alimentación deficiente, ha logrado el cambio necesario, demandado por las circunstancias,  con respecto al tabaco y su comercialización.

La tendencia mundial en los últimos años, acorde con políticas de promover hábitos saludables que impactan positivamente en los costos de la salud pública, ha sido multar los precios del tabaco, cigarrillos y bebidas alcohólicas, buscando además disminuir o subvencionar los costos de determinados alimentos básicos para colocarlos al alcance de las personas menos favorecidas económicamente.

Pero todo indica que la llamada “Tierra del Habano” continuará proyectándose al mundo como ese contradictorio paraíso de la maldita circunstancia del agua y el humo por todas partes. A fumar y beber, es lo que hay.