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En defensa del presidente de Estados Unidos, por primera vez Cubanet

Donald Trump durante su discurso en Miami sobre las relaciones con Cuba (foto Getty Images)

LA HABANA, Cuba.- En mis largos años de periodista independiente, a través de crónicas y noticias publicadas en CubaNet, he salido en defensa de infinidad de personas, necesitadas de justicia social: presos políticos plantados, disidentes y colegas encarcelados, trabajadores sancionados inmerecidamente, mujeres agredidas por los esposos, niños obligados a decir en sus escuelas que tienen que ser como el Che Guevara, etc.

En esta ocasión, es primera vez que salgo en defensa del  presidente de un país, nada menos que de Estados Unidos: El señor Donald Trump.

Es obvio que Trump no necesita que salga a su favor esta humilde periodista cubana, cuando apoyado por los representantes de 120 importantes naciones, hace apenas unas horas presentó una declaración política la Organización de las Naciones Unidas, basada en diez puntos y donde calificó al régimen cubano de “corrupto y desestabilizador”.

Siempre me he preguntado, a partir de 1987, cuando ingresé en la lucha pacífica por los Derechos Humanos de mi país, por qué la ONU y su Comisión de Derechos Humanos no tuvieron una mano más dura contra la dictadura de extrema izquierda de los hermanos Fidel y Raúl Castro, quienes siempre hicieron lo que les vino en ganas, sin reconocer que gobernaban un pueblo, en vez de una finca de vacas y toros.

Mientras la ONU tenía como meta mantener la paz, la seguridad nacional y sobre todo, evitar actos de agresión y las violaciones a los derechos ciudadanos, los Castro recurrían al uso de la fuerza para, por medio de invasiones clandestinas, luchar contra gobiernos latinoamericanos e implantar el comunismo en sus poblaciones.

Fueron amigos esos Castro —la historia lo testifica—, de los peores especímenes de este planeta: célebres terroristas, aventureros y golpistas, líderes, asesinos, gobernantes dedicados al narcotráfico, como Manuel Antonio Noriega y muchos, muchos otros.

Para nada importaba a los hermanos Castro garantizar las libertades fundamentales a los cubanos, a su prosperidad económica y un buen desarrollo comercial en el país. Cuba no era lo primero para ellos, sino que su objetivo, su idea fija, su obsesión, era organizar y financiar guerras en países vecinos, contra los gobiernos norteamericanos, convertirse en paladines del comunismo, aunque comunismo representara atraso, hambre y miseria, en la que han condenado a Cuba.

Ciertamente, la dictadura cubana se caracteriza por ser corrupta y desestabilizadora, en manos de un general apenas sin rasguño alguno de combates, acompañado de decenas de incompetentes generales, enriquecidos en sus mansiones robadas, en medio de un pueblo que para vivir malamente, se ve obligado a robarle al Estado.

Desde hace más de medio siglo los cubanos se han acostumbrado a vivir sin democracia, a recibir a sus hijos muertos en guerras y misiones ajenas, a las colas para mal comer, a ser esclavos de dos latifundistas dueños de todo un país en ruinas.

Cabe suponer que si el régimen cubano fuera competente, como ocurrió con Viet Nam y China, que avanzaron económicamente aún afrontando un embargo comercial, también podría darle una mejor vida al pueblo cubano.

Pero no, tanto Fidel como Raúl, en ese sentido, han resultado debutantes como economistas, vulgares dictadores incapaces de realizar verdaderas reformas a favor de las mayorías, enemigos acérrimos de quienes piensan distinto a ellos, los que a lo largo de los años sólo han merecido fusilamiento, cárcel, destierro y marginación.

Señor Trump, siga pensando como piensa. Se lo agradecen millones de cubanos que no tienen voz.