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Es un error no marchar hacia Miraflores

Manifestantes en Caracas (Foto: Infobae)

LA HABANA, Cuba. – “Este es el principio del fin”, repiten desde esta mañana los venezolanos partidarios del presidente interino Juan Guaidó. También lo dijeron el pasado 23 de enero, luego de producirse el nombramiento del mandatario, y de nuevo el 23 de febrero, cuando éste aseguraba categóricamente que la ayuda humanitaria entraría “Sí o Sí a Venezuela”.

La reciente liberación de Leopoldo López gracias a un indulto de Juan Guaidó, y la toma de la base aérea “La Carlota” por militares que han decidido apoyar el retorno a la democracia, ha reavivado la esperanza de un pueblo que comenzaba a ser presa de la apatía luego de tantas arengas y marchas populares que no desembocaron en los resultados esperados. Aunque su poder mengua cada día, Nicolás Maduro continúa en la silla presidencial sostenido por el régimen cubano, que intenta denodadamente salvarlo para alargar su propia supervivencia.

El sucesor de Hugo Chávez no ha dado la cara a los venezolanos; pero Diosdado Cabello —segundo al mando— ha afirmado que los chavistas serán “radicales en la defensa de la revolución bolivariana” y ha llamado a los simpatizantes del (des) gobierno a defender Miraflores. Atrincherados en el Palacio de Gobierno procuran disminuir el alcance de la convocatoria de Juan Guaidó, alegando que son pocos los militares alzados y que “cada acción de los golpistas será respondida de forma contundente”.

Mientras, las calles de Caracas presencian choques violentos entre la gente y los aparatos represivos del chavismo, adiestrados por el servicio cubano de inteligencia. Se espera que los denominados “colectivos” intervengan para que la masacre luzca, ante la opinión internacional, como una “reacción legítima del pueblo revolucionario para proteger las conquistas de la patria bolivariana” —u otras frases calcadas de la retórica castrista—, omitiendo la participación de los militares y cuerpos policiales leales a Maduro.

Pero los venezolanos que ansían el fin de la dictadura y la restauración de la paz nacional, la legalidad y el estado de derecho, también parecen estar dispuestos a todo. Este concierto de voluntades, sumado a la promesa de una respuesta violenta por parte del chavismo, debería ser suficiente para que Guaidó dejara a un lado las digresiones verbales e iniciara la marcha hacia el palacio de Miraflores seguido por ese pueblo que ha acudido valerosamente a cada uno de sus llamados.

Según la prensa internacional, Guaidó va camino al Palacio de Gobierno; pero hace un par de horas él mismo aseguró que permanecerían en la base aérea pidiendo al resto de las Fuerzas Armadas que respalden la “Operación Libertad” para derrocar definitivamente al chavismo. Mientras el presidente interino “pide y espera”, la guardia nacional ha cercado las avenidas principales de la capital venezolana para impedir que manifestantes y pueblo en general se acerquen a las inmediaciones de “La Carlota”.

El saldo de esta jornada previa a la gran manifestación prevista para el 1ro. de mayo es impredecible; pero la oposición ha dado un paso temerario con la ocupación de la base aérea y la liberación de Leopoldo López. No hay vuelta atrás. En pocas horas se han reportado alrededor de cincuenta heridos; Vladimir Padrino López —Ministro de Defensa— ha reiterado su apoyo a Maduro, calificado el levantamiento civil de “golpe militar mediocre y terrorista”, y responsabilizado a la oposición por un eventual derramamiento de sangre.

Las plataformas digitales y medios de comunicación han sido bloqueados; de modo que los hechos se circunscriben casi exclusivamente a la capital, sin que otras regiones del país puedan recibir información precisa sobre el curso de los acontecimientos. En las calles de Caracas y en el exilio, los simpatizantes de Guaidó ven a Maduro vencido; pero si no existe la intención de ir a Miraflores cuanto antes y tomarla, el conjunto de acciones de hoy pudiera parecer una jugada torpe por parte de la oposición, quizás motivada por el desánimo que se había apoderado de la opinión pública y la sensación de que el presidente interino estaba perdiendo la confianza del pueblo venezolano.

No bastará con otra movilización popular. Sea cual sea el desenlace, Juan Guaidó debe colocarse al frente de los venezolanos y marchar hacia Miraflores. Los líderes nunca se plantean la opción de morir; pero en esta hora crucial el presidente interino tendrá que asumir el riesgo. No pueden repetirse las escenas de jóvenes malheridos, muertos o encarcelados, mientras el principal movilizador de la ciudadanía permanece a salvo en una base aérea.

Es inútil liberar a un ícono de la resistencia como Leopoldo López, o deshacerse en hipótesis sobre el silencio de Nicolás Maduro, si el Palacio de Gobierno continúa en manos de los chavistas y los militares que desertan van a refugiarse en Colombia.

La hora de Venezuela ha llegado también para Guaidó. Si quiere que el pueblo ocupe Miraflores tendrá que ponerse físicamente en primera fila. De lo contrario, será visto como el mandatario que no una, sino varias veces, envió a la muerte a tantos compatriotas para luego replegarse y planificar la próxima manifestación.