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“Esta vez vino un tipo amenazando» Cubanet

LA HABANA, Cuba.- La galería independiente El Círculo, sita en la calle 10, #316, estará abierta, todos los días, después de las 8 de la noche, para todo aquel que quiera disfrutar del documental Nadie del cineastas Miguel Coyula.

Es la respuesta que encontraron los organizadores de la proyección tras el despliegue represivo del pasado 15 de abril. La casa del cineasta también estará abierta al público interesado.

Lia Villares, músico, activista y una de las dueñas de la galería; Miguel Coyula y Lynn Cruz, actriz y productora de Nadie, debaten los hechos para Cubanet, como suelen hacerlo los cubanos: interrumpiéndose, gritando, disintiendo entre ellos y tratando de no quedar de enemigos al final.

“Esta vez vino un tipo amenazando. Claro, me asomé a la ventana con la cámara y le dije, ‘Bueno y quién tú eres’ y él me dijo: ‘tú sabes’. A lo mejor él no quiso decir nada delante de la cámara. Él solamente me dijo: ‘Cuidado’, como que yo me tenía que imaginar el resto de la amenaza.”

Coyula y Lynn Cruz coincidieron que la actitud tanto de la policía como de “el tipo del vídeo”, era de mafiosos. A Lia le parece, como dijera Wendy Guerra, “un jinetero ilustrado”.

Coyula hace una caracterización de los represores del sábado: “Ahí en 21”, y se refiere a la calle donde fue interceptado. “Había uno de 20 años que era como la cara afable de los otros. Cuando empezamos a preguntar entonces vinieron otros tres más toscos. Un uniformado nos pidió el carnet y uno de los de civil comienza a compararnos con una lista que tenía impresa. Al final no pudimos pasar”.

“Michel Matos, entre otros, fue identificado al momento”, cuenta Lia. “Un joven dijo ‘ese es Michel Matos de Rotilla’. Ellos tenían bien claro el perfil de la gente que podía venir.”

“A todo el mundo le decían que había un operativo, como si fuéramos delincuentes”, recordó Lynn.

Lia Villares sabe que “nada de esto es nuevo”. Ella tiene la experiencia también de los operativos en Estado de Sats: “Esto es un acto contrarrevolucionario. Da igual lo que sea, si es la presentación de un documental, una exposición o una lectura de poesía”.

A una amiga de la familia Coyula le dijeron que había sido “víctima de una trampa tendida por contrarrevolucionarios”, cuenta Miguel.

Y la pregunta que se impone es directamente al cineasta: ¿Es tu documental un acto contrarrevolucionario?

“Al contrario”, responde y reconoce la génesis de la censura de Nadie. “Todo tiene su origen en una serie web que se hizo en el 2015, eran capítulos cortos, no todos de temas políticos, pero había un episodio precisamente la relación entre artistas y políticos. Entonces, un Dj muy conocido me dio la música para la serie y enseguida, cuando sale en YouTube, lo llaman del Ministerio de Cultura, que a su vez había llamado a su jefe en el Laboratorio de Música Electroacústica, y lo obligan a hacer una carta repudiándome, diciendo: ‘no te autorizo que uses música en materiales contrarrevolucionarios y de trasfondo político’.”

Coyula respondió con argumentos de artista: “Si lo que yo hago es revolucionario o no, es una decisión que siempre le he dejado tomar a los críticos, no a los políticos ni a los funcionarios de turno, porque no me interesa lo que tienen que decir”.

Y brinca para lo que los tres entrevistados llaman “sus derechos”: participar de la política o tener mantener una actitud política ante la vida.

Coyula continúa: “Han secuestrado el significado de la palabra revolución”. Pero Lia cree que el secuestro ha sido perpetrado contra la “palabra política”.

Para Lynn, es un “contrasentido, ser ciudadano sin ser político, hasta ser apolítico es una posición política”.

“Habría que hacerles entender —interviene Lia — que no es lo mismo ser político como profesional, que tener una actitud política”.

Con la acotación de Lia, salta Coyula: “Lo he dicho en todas mis películas, yo no soporto a los políticos, ni de izquierda ni de derecha, ellos y yo no tenemos nada que ver. Mi generación tiene una suerte de esquizofrenia por haber crecido aquí, miramos a todos los políticos con desconfianza”.

“Eso también lo dice Alcides en documental —intercede Lía—. La complacencia de los intelectuales con los políticos lleva a novelas con lenguajes cifrados para hablar de política”.

Lynn cree que ese es uno de los motivos por los que la gente habla tan mal en la televisión: “Si no puedes decir lo que piensas caes en una suerte de cantinfleo con miedo a cometer errores y a ser malinterpretado”.

Para Coyula el principal miedo está en el miedo a mencionar el nombre del culpable: “Todo el mundo evita mencionar el nombre de Fidel, que fue que absorbió la revolución, la abrazó y las asfixió, no la dejó convertirse en un proceso que debió haber sido superior a él, aunque él la hubiera protagonizado. Eso es lo que pasa en el documental, el término contrarrevolucionario viene por tratar directa y críticamente la figura de Fidel Castro. En el arte y en la realidad cubana las cosas suceden mágicamente, se puede ser crítico pero sin mencionar nunca a Fidel como responsable”.

Y la algarabía ataca nuevamente al grupo. Lynn habla de su concepto del “miedo” y Lia de los “temas tabú”.

Entonces se entra en otro tema que abarca al cine cubano y a su gremio, la autonomía de pensamiento y las relaciones de poder.

Lynn cree que “aceptar compartir tu obra en espacios independientes, implica definición. Se supone que si haces un arte fuera de la institución no puedes estar esperando que después esa institución te abrace. Esa es una de las confusiones de los cineastas independientes. Son independientes pero luego quieren que la institución los absorba, ni siquiera para que les de presupuesto, porque aquí no hay dinero para hacer películas”.

“Sí, por relaciones comerciales”, interrumpe Coyula. “Si hago cine en Estados Unidos, jamás se me ocurriría exigirle a Hollywood que me proyecte en sus salas comerciales porque no va a suceder. Pero a diferencia de aquí, allí sí hay espacios independientes donde puedes poner tus películas sin que nadie intervenga”.

“Mi casa yo la puedo convertir en lo que quiera, en un centro cultural si quiero”, retoma la palabra Lynn. “Y como no cobro la entrada, no me pueden decir que es con ánimo de lucro o que estoy evadiendo impuestos”.

“Desde el punto de vista legal no hay por dónde cogernos”, agrega Coyula.

Según el cineasta, lo que sucede es que “muchos de estos cineastas independientes comienzan haciendo cine así, pero lo que quieren es terminar siendo asimilados por la industria. Empiezan independientes porque no tiene otra manera de hacerlo. Son películas independientes desde el punto de vista de producción, sin embargo, responden a fórmulas narrativas, tanto en contenido como en forma, como un cine Mainstream. Y yo lo que siempre digo es que si uno va a hacer un cine independiente realmente lo que tiene es que tomar ventaja de que no hay que rendirle cuentas a nadie y hacer un cine independiente en espíritu”.

Él ha visto a muchos cineastas independientes rechazar a otros de su misma condición, como es el caso de la prensa. “¿Entonces eres un cineasta independiente y no quieres nada con la prensa independiente?”

Lia Villares cree que, en este punto de la conversación, hay que regresar al miedo de Virgilio Piñera: “Ese miedo se traduce a los intelectuales que no están definidos. Cuando un intelectual empieza a hablar sin cortapisas, el miedo pasa a todo el aparato represivo. Ellos (el régimen) le tienen un miedo enorme y horrible a una red de gente que lo que tienen en común es un espíritu joven, la necesidad de ser independiente y que, en esa condición, no va a rendirle cuentas a nadie ni depender del financiamiento de ellos”.

En ese punto coinciden todos.