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Fracturas que ponen a prueba el proyecto de unidad europea Cubanet

Banderas en las afueras de la sede de la Unión Europea (Getty)

MIAMI, Florida.- El operativo que puso tras las rejas a Carles Puigdemot en Alemania dio al traste luego que un juzgado territorial de ese país determinara la libertad provisional para el expresidente catalán. El argumento utilizado por el letrado sobre la insostenibilidad de los cargos de rebelión presentados por la Fiscalía española echaban abajo en apenas unas horas un proceso investigativo de meses. Las reacciones fueron inmediatas y contrastantes. Mientras la Ministra de Justicia alemana hacia polémicas declaraciones que matizó con posterioridad, decenas de independentistas saludaban la decisión del letrado germano en las afueras del penal donde estaba el líder separatista. En España los ánimos se encendieron. Los críticos de la decisión apuntaban el carácter racista del arbitraje. Hasta el gobierno de Rajoy resultó zarandeado con crudeza por quienes acusan de cobardía la respuesta tibia y falta de dignidad frente a lo que califican como bofetón histórico y ante el que solo cabe el replanteamiento de una unidad fallida.

Ciertamente Europa está viviendo días complejos. El Brexit inglés marcó un punto de no retorno que da aliento a millones de descontentos que no solo ponen en duda la bondad de un bloque que rechazan y piden liquidar. Algunos hechos resultan sintomáticos. La clara división de la bota italiana en dos colores (azul y rojo) tras las pasadas elecciones, pone de relieve diferencias profundas en proyecciones políticas entre derechas e izquierdas extremas, pero con una rara consonancia en cuanto al futuro de la unidad europea a la que ambos grupos ven en vías de fenecer. Un panorama que se repite en la Hungría de Orban, furibundo admirador de Putin y Trump, quien arrolló en las urnas con un discurso proteccionista y aislacionista, opuesto a los valores de Europa. Algo similar se constata en Polonia con un gobierno de tintes antisemitas, de postura antiinmigrante y con preocupantes síntomas totalitarios. Uno de los peores ejemplos sucede en Croacia, donde los fantasmas del fascismo reviven descaradamente, al punto del que le presidente de la nación balcánica agradeció a Argentina por recibir en su momento a notorios criminales nazis huidos de la justicia al término de la Segunda Guerra Mundial.

Y a pesar de la existencia de una realidad innegable que es utilizada por los que dicen defender y proteger la pureza identitaria de su cultura, religión y costumbres frente a una avalancha migratoria sin medidas ni controles, que muchas veces lejos de integrarse al suelo de acogida más bien trata de imponer sus valores, hay detalles que ofenden. Así, el líder de gobierno polaco, Jaroslaw Kaczysnki manifestó que los emigrantes tenían parásitos. Carteles con lemas de “Europa Blanca” y “Sangre Limpia” fueron portados por ultranacionalistas de esa nación en un desfile conmemorativo de su independencia. Y en Francia una anciana judía, superviviente de los campos de concentración alemanes, fue asesinada por dos hombres en un crimen de connotaciones antisemitas.

No son estas las únicas señales de un mal que se agrava con el paso de los meses. En febrero una decisión del Tribunal de Estrasburgo dio lugar a un peligroso antecedente cuando condenó al Gobierno español a pagar 50 mil euros de indemnización a los etarras que pusieron una bomba en el aeropuerto de Barajas en diciembre del 2006. La orden de indemnización se implementa por uso desproporcionado de la fuerza utilizada por los agentes que detuvieron a los autores del atentado. Imágenes de esa época muestran la actitud de los terroristas en momentos en que eran detenidos, saludando a los que presenciaban el hecho como si de una acción heroica se tratara su asunto. La noticia del fallo ha sido acompaña en los titulares con el recordatorio de aquella jornada cruenta, exponiendo que el atentado costó la vida de dos personas, pero sin mencionar siquiera que hubo 52 heridos. Como si la cifra mortal contribuyera a minimizar la repercusión del delito, haciendo más digerible la sentencia que obliga al pago indemnizatorio. Y la pregunta resulta más que necesaria. ¿Qué parte de esa indemnización deberían dar los asesinos a las víctimas inocentes que sufrieron lesiones, o los que quedaron sin sus seres queridos por obra del terror injustificable?

No es la única pifia de la corte europea contra las instituciones de los países que componen la Unión. El más reciente dictamen respalda a españoles antimonárquicos que quemaron las fotos del rey durante protestas tras el discurso del jefe de Estado apoyando la unidad de España ante los que intentan sececionarla. Los resultados consistieron en quemas masivas de retratos de Felipe VI. Todo bajo la supuesta y maltratada aplicación del derecho a la libre expresión. Un derecho que se esgrime torcidamente cuando se defienden casos de seudoartistas que cantan a la violencia y contra la ley, como ocurre con el rapero Josep Valtonyc juzgado por enaltecimiento del terrorismo y a favor del que se han levantado campañas en defensa aludiendo el artículo universal.

Los discutibles razonamientos en torno a la libre manifestación de las ideas y las acusaciones de la violación de ese derecho dirigidas principalmente contra el Gobierno de España, generan un engañoso punto de vista en torno al significado de esa competencia fundamental de los Derechos Humanos. Al punto contradictorio de parecer justificar censuras y procesos judiciales contra quienes dicen hacer uso del artículo universal. Pero no hay que llamarse al engaño. Las “supuestas” alegaciones, tal como señalan ciertos políticos y prensa, sobre los autos que condenan el mal arte que glorifica y da realce a la violencia, aparecen con obviedad en las “composiciones” de este autor.

“El Rey tiene una cita en la plaza del pueblo, una soga al cuello y que le caiga el peso de la ley”, “Jorge Campos (presidente del Círculo Balear) merece una bomba de destrucción nuclear”. Las hay peores: “Ni tú ni nadie me hará cambiar de opinión, cabrón, fusilaré al Borbón”, “Mutilaré a la Cospedal”, “mataré a Esperanza Aguirre pero antes le haré ver como su hijo vive entre ratas” o “que tengan miedo como un Guardia Civil en Euskadi”… Precisamente en Euskadi dos guardias civiles fuera de servicio y sus compañeras resultaron brutalmente agredidos por una turba de 18 jóvenes solamente por ser miembros de la institución policial española. Un proceso que se debate en los juzgados por estos días.

Es irónico ver como los que defienden el derecho a expresarse y otras libertades lo hacen arropados en las insignias que han encarnado todo lo contrario. Los izquierdistas europeos acuden a la enseña roja con la hoz y el martillo, mientras los nacionalistas ultras enarbolan estandartes con la terrorífica cruz gamada de las hordas hitlerianas. Algunos líderes lanzan encendidos discursos haciendo gestos que recuerdan las poses histriónicas de viejos dictadores. Otros prefieren recrear la imagen de imperios y no faltan los que hacen paralelos comparativos entre lo bien que se vivía bajo la sombra de tiranos. Los resultados de la influencia negativa de estos alegatos antisistema son más que palpables. El sueño de una Europa unida en un bloque sin fronteras pudiera quedar condenado a la realidad de un sueño frustrado, arrancado por el viento como aquellos papalotes que se pierden en el firmamento llevados por vientos violentos e incontrolables.