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¿Hasta dónde llega la censura del castrismo? Cubanet

(Foto: Roberto J. Quiñones)

GUANTÁNAMO, Cuba.- El castrismo ha mantenido un férreo control sobre la información que ofrece. Por eso censura autores y espacios de Internet e impide el conocimiento de todo lo que pueda erigirse en valladar ante su opresión.

Un libro tan importante como La gran transformación, de Karl Polanyi, impreso en 1944, fue publicado en Cuba en el 2015. Pensadores de gran actualidad y trascendencia como Wendell Berry y Nikola Tesla son desconocidos aquí. Marxistas como Antonio Gramsci y Rosa Luxemburgo sólo han recibido una escasa atención debido a su iconoclasia ante los dogmas propios de esa ideología y la tendencia a presentar a sus líderes como seres infalibles. Entonces nada tiene de asombroso que la obra de Simone Weil, ilustre pensadora francesa, permanezca inédita en Cuba.

Recientemente pude leer el libro Las necesidades del cuerpo y del alma. Inspiración práctica de la vida social, ensayo escrito por Mailer Mattié y la cubana Sylvia María Valls, publicado por la editorial extranjera La Caída, en el 2013.

Para mí, que carezco de libre acceso a Internet y estoy interesado en conocer lo mejor posible las ideas que influyen y circulan en este enrevesado mundo que nos ha tocado vivir, la información de este libro ha sido muy valiosa.

Según las autoras, Simone Weil fue una adelantada pues planteó y discutió en su tiempo temas como los límites del crecimiento económico, la idea de progreso heredada del siglo XIX, la democracia, el papel de los partidos políticos y la construcción de una sociedad verdaderamente libre. Tales asuntos comienzan a alcanzar relevancia con el desarrollo de un pensamiento alternativo, capaz de ofrecer perspectivas de cambio frente a la hegemonía y el egoísmo del capital, pero también ante el control del Estado y la supresión de elementales derechos humanos que preconizan países como Cuba, China, Vietnam, Corea del Norte, Irán y Arabia Saudita, entre otros.

Hago esta aclaración porque cuando los voceros del castrismo hablan de pensamiento alternativo lo constriñen a la defensa del régimen, de sus acompañantes internacionales, y al derecho que tienen de expresar y defender sus ideas; esto último consustancial a todo el género humano, no privativo de ellos. Si hubiera realmente un pensamiento alternativo dentro del oficialismo cubano, además de defender a los gobiernos que presuntamente trabajan para los pobres y excluidos del mundo, ese pensamiento también asumiría la defensa de los derechos y libertades de los cubanos que carecen de voz y derechos políticos, económicos y sociales dentro de este país. Pero no es así, por eso tal pensamiento está circunscripto a los intereses del castrismo y es sólo oficialista.

Ya en la década de los años treinta del pasado siglo Simone Weil fue consciente de que la realidad suele ser mediatizada por los grupos de interés y que mientras el fin último de la sociedad sea el progreso económico y no la liberación y la profunda transformación del individuo, la opresión será inherente a la vida de los sectores más vulnerables, entre ellos los trabajadores.

Citando a la francesa, las autoras afirman que la pensadora demostró la debilidad del marxismo, principalmente en su teoría del desarrollo de las fuerzas productivas y su relación con la construcción de una sociedad igualitaria y libre. En la opinión de Weil, la aparente solidez teórica del marxismo encubre en realidad su lado más conservador, pues oculta sus propios límites para guiar la transformación social por el camino de la libertad. Cita como prueba de ello el hecho de que el mecanismo de la opresión capitalista se hubiera mantenido intacto bajo el sistema de producción socialista después de la revolución y del cambio del régimen de propiedad.

Partiendo de los temas abordados por la pensadora, las ensayistas ofrecen abundante información sobre cómo esa idea de crecimiento y progreso económico desmesurados, desentendidos del medio ambiente y de las relaciones sociales que los hombres han creado con su entorno durante generaciones, ha provocado daños extraordinarios y de larga reversibilidad. Sobrecogen los ejemplos relacionados con la agricultura y acuicultura intensivos, también los referidos a la producción de carne con métodos similares. Y alertan sobre las consecuencias que tales métodos pueden provocar en la salud humana, aunque yerran al afirmar que los cultivos transgénicos son dañinos, algo no demostrado aún por la ciencia.

Me resultó curioso conocer que Rafael Correa, expresidente de Ecuador, quien tuviera una postura tan enérgica ante los daños ecológicos causados por la transnacional Chevron en su país, callara ante otro fenómeno igualmente dañino. Me refiero a la producción intensiva del langostino, considerada por muchos especialistas como la industria pesquera más insostenible del mundo y que en Ecuador ha destruido el 70% de los manglares de las zonas de Olmedo y Majagual, talados para construir las piscinas de crianza.

Indudablemente Simone Weil es una pensadora polémica, algo palpable en sus ideas acerca de lo hasta ahora considerado válido en el marco de las relaciones políticas y sociales. Tal posición la llevó a afirmar que el mundo no ha conocido aún la verdadera democracia —con lo cual coincido— y que todo partido político tiende a ser totalitario porque es una maquinaria para crear pasión colectiva y ejercer presión. De ahí que no resulte sorprendente el corolario de estas ideas, cuando afirma que las primeras víctimas de tales partidos suelen ser sus propios miembros porque “la disciplina del partido” —léase su interés político— bloquea inevitablemente la búsqueda de la justicia y de la verdad, algo que, desgraciadamente, conocemos harto de sobra los cubanos.

Este libro representó para mí una oportunidad para contactar con otra visión del mundo que centra su interés en el individuo y en el mejoramiento humano, invocando la creación de nuevas estructuras de empoderamiento. En tal sentido puede resultar perturbador para los talibanes de la cultura cubana y seguramente tendrá aquí el mismo destino que la obra de otros irreverentes.