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¡Hierbas no, carne sí! Cubanet

HARVARD, Estados Unidos.- Ir a La Habana a abogar por un trato ético a los animales y a incentivar a los capitalinos al consumo de vegetales es un despropósito que seguramente aumentará los reconcomios y las burlas de los eternos moradores de las cuarterías y de esos edificios vapuleados por la erosión.

Precisamente eso son los objetivos de PETA, una organización estadounidense cuyas representantes se pasearán por algunos recovecos de la ciudad en bikinis confeccionados con hojas de lechuga, a la vez que alimentarán a los perros callejeros que se encuentren en su periplo por la calles llenas de baches, escombros y ríos de aguas albañales.

La agenda no es para nada cuestionable. El disparate radica en ese tipo de promoción en los predios de un país donde los vegetales y las hortalizas son productos que se “miran, pero no se tocan”, no por ningún decreto del Ministerio de Comercio Interior sino por la humillante combinación de precios de vértigo y pésima calidad.

Además los hábitos alimenticios del cubano promedio poco tienen que ver con menús donde predomine el verde. Las preferencias se decantan por el rojo y nada que ver con tomate, rábano o remolacha. La carne de res en sueños, pues un kilogramo puede alcanzar hasta 20 dólares, lo que equivale al salario promedio, y la de cerdo a consumir después de un exhaustivo análisis del presupuesto familiar.

En cuanto al respeto por los animales , la indiferencia amenaza con acaparar las actitudes de una población cuyas justificaciones para tener animales en la casa se centra en la idea de que terminen fritos o asados sobre la mesa.

Muchos de los que tienen mascotas, salvo excepciones, protagonizan hechos abiertamente abusivos que van de los golpes a una precaria alimentación. El epílogo de esas convivencias es el abandono. Centenares de perros y gatos sobreviven en la intemperie y llenando sus estómagos con los desperdicios que encuentran en los desbordados tanques de basura que adornan muchas esquinas en casi todos los municipios.

Las pegatinas y las exhortaciones de las damas de PETA a llevar una dieta sana, caerán de inmediato en el olvido. Los llamados al trato civilizado a los animales domésticos, tampoco tienen cabida en un contexto dominado por la máxima de “sálvese el que pueda”.

La supervivencia ha echado las bases para un pragmatismo, que pasa por lo carnaveslo y termina en conductas que denotan las aristas de un salvajismo al parecer irremediable.

Termino con un axioma que escuho a menudo en el vecindario y que ilustra, más allá de las respetables preferencias culinarias de cada cual, el rechazo a consumir vegetales.

“Las hierbas son para los chivos. A mí que me den carne y si es de vaca, mejor”.

(Jorge Olivera, periodista independiente que reside en La Habana, se encuentra de visita en Estados Unidos)