Inicio Cuba Incendio en Matanzas: ¿Es realmente imposible identificar los restos de las víctimas?

Incendio en Matanzas: ¿Es realmente imposible identificar los restos de las víctimas?

LAS TUNAS, Cuba. — Suplantando a las autoridades de instrucción penal —por ley, las máximas responsables de la planificación, ejecución y dirección de la investigación criminal en el lugar del suceso y en su etapa posterior—, el pasado miércoles el régimen cubano dispuso que en conferencia de prensa el doctor Jorge González Pérez, médico legista presidente de la Sociedad Cubana de Medicina Legal, informara sobre la imposibilidad de “identificar de forma absoluta” los restos de 14 personas desaparecidas el pasado 5 de agosto, cuando se desencadenó el incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas.

Apoyándose en anécdotas para referir la capacidad de las ciencias forenses cubanas en la identificación de personas fallecidas durante siniestros de grandes proporciones y eventos históricos connotados, como la exhumación de los restos de Bolívar y de los guerrilleros del Che en Bolivia, el doctor González Pérez refirió cómo las elevadas temperaturas durante el incendio, superiores a las de un horno para la cremación de cadáveres, hacían imposible un estudio de la dentadura o un examen  biológico forense (de ADN) en los poco más de 700 restos óseos —y recuérdese que el esqueleto de una persona adulta normalmente está compuesto por 206 huesos— que los investigadores encontraron en 14 agrupaciones, que es la misma cifra de personas desaparecidas.

Pero el doctor González omitió un detalle en su conferencia de prensa que, como antropólogo forense experimentado que es, conoce perfectamente: las estructuras más resistentes del cuerpo humano, que incluso pueden soportar hasta más de 1 000 grados de temperatura sin una pérdida importante de su microestructura son los dientes, y los estudios realizados al respecto en no pocos países han producido una profusa bibliografía técnica que así lo autentican.

Ciertamente, cuando una persona quemada llega a carbonizarse se produce una condensación extrema en los tejidos con una gran reducción de volumen, lo que hace que incluso la cabeza de un individuo adulto pueda reducirse al tamaño de la de un niño de siete o 12 años. Aun así, tiempo después de que tejidos los blandos y esqueléticos hayan sido destruidos por la incineración, la microestructura dental permanece casi intacta, por lo que, según las investigaciones realizadas y publicadas en monografías muy bien documentadas, “los dientes de los cadáveres carbonizados pueden aportar valiosa información sobre la identificación del individuo, pero también de las circunstancias que rodean al fuego y la temperatura alcanzada en el lugar de los hechos”.

Según expertos forenses, debido a la resistencia de los tejidos duros de los dientes a acciones ambientales tales como la incineración, la inmersión, traumatismos o la descomposición, el tejido de la pulpa (dental) es una excelente fuente de ADN, sobre todo si tenemos en cuenta que los elementos de la sangre que se utilizan para obtener la huella genética se consideran poco trazables luego de exposiciones superiores a 1 000 grados centígrados.

Si por sí mismo el fuego dificulta el aislamiento del perfil genético de una persona, la presencia de otras sustancias en el lugar del suceso —como son el agua para extinguir el incendio, los combustibles derramados y el hollín— también puede dañar las muestras. Es sabido y siempre de esperar en circunstancias análogas que los impactos del fuego pueden impedir o dificultar la obtención de ADN de calidad y cantidad apropiada, de ahí la importancia de la aplicación de los últimos adelantos científicos de la odontología forense en la identificación de personas.

La pieza dental es con mucha frecuencia —unas veces por causas delictivas y otras accidentales — la única muestra con la que el criminalista puede resolver un caso, mucho más si se presenta como el del incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas. Decenas de familiares han esperado, con el dolor de saberlos irremediablemente perdidos, por la identificación de sus seres queridos carbonizados, expuestos sus restos a todos los incidentes destructivos que acompañaron al siniestro. Y luego de días de espera, la respuesta ha sido esperpéntica: “imposible identificar los restos”. Y la respuesta es un absurdo, porque se valida en una hipótesis que, aun siendo lógica, es oral, opinativa y no está autenticada por un peritaje de laboratorio debidamente certificado.

El doctor Jorge González, como médico legista (entiéndase como perito forense) y sin poseer competencia jurídica para ello —porque esa es jurisdicción de la instrucción penal —, ha sido delegado por la jefatura del régimen para dar una respuesta irresoluta, pública, concerniente a personas desaparecidas en un siniestro con connotación nacional e internacional. Y por supuesto que la delegación de autoridad indebida es responsabilidad del mando de la dictadura castrocomunista y no del doctor González, que, afortunadamente, ha dicho que los investigadores están abiertos a las opiniones y que no sería impedimento hacer exhumaciones de los restos encontrados en aras de la identificación de los desaparecidos.

Sería muy bien recibido por las familias de los fallecidos y el pueblo de Cuba todo que laboratorios internacionales con experiencia forense en la identificación de personas solicitaran a las autoridades cubanas muestras para su posible identificación con medios y métodos avanzados, y así, en lugar de restos socializados, quizás cada familia pueda tener en su retablo a su ser querido, según fue nombrado por sus padres al nacer, y no en un osario de múltiples nombres por obra y gracia de una política oportunista.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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