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Irma y la desesperanza Cubanet

Los residentes salieron a constatar los destrozos tras el paso del huracán (AP)

LA HABANA, Cuba.- El huracán Irma ha agigantado los signos de interrogación. No por confusas dejan de ser ominosas las señales de lo que pueda venir.

Hay que volver a apretarse el cinturón. A nadie en Cuba le quedan ilusiones de que la economía pueda mejorar. Estamos convencidos de que nada bueno nos espera.

De tan pesimistas y enojados con el régimen, ya algunos ni siquiera quieren reconocer que las medidas de las autoridades para proteger vidas humanas son eficaces. Y es que la Defensa Civil, que habitualmente funciona bien, nunca tuvo un desempeño tan malo como durante y después del paso de Irma. Más de 24 horas demoró el Estado Mayor de la Defensa Civil en decretar el inicio de la fase recuperativa.

El Gobierno, de tan lento, parecía que no atinaba a hacer algo. Eso ha disparado todo tipo de rumores, y lo que es peor: ha generado muchísimo descontento.

Hubo protestas callejeras en varios barrios habaneros, pero los mandamases tuvieron el buen tino de no reprimirlas. Sabían que hubiese sido peor…

Los cubanos hemos capeado huracanes peores, pero nunca como con Irma hubo tal ambiente de disloque y desesperanza. Recordó la atmósfera deprimente que describió Saramago en Elogio de la Ceguera.

Dice un viejo refrán que “no hay mal que por bien no venga”. En Cuba, contrario a ese refrán, los males que llegan, invariablemente son siempre para peor.

De las adversidades los mandamases no aprenden, ni siquiera toman nota de los errores que no se deben repetir. En su terca porfía por el inmovilismo, tropiezan con las mismas piedras y no acaban de hallar el modo de salir del atolladero.

Resultaron ridículos los patéticos montajes televisivos de damnificados que coreaban su confianza en la revolución, los monótonos reportes triunfalistas de los periódicos, la radio y la TV; ese rollizo coronel con el uniforme impecablemente limpio, a diferencia de los de sus subordinados, que posó para las cámaras del NTV cargando la rama no muy grande de un árbol derribado por el ciclón…

Precisado por la dramática situación de centenares de miles de damnificados, sería buen momento para que el régimen empiece a apartarse de las viejas fórmulas y los discursos gastados.

Es el momento preciso de quitar el freno, las trabas a las fuerzas productivas, de dar luz verde a la iniciativa privada, permitir que fluya plenamente entre la población el intercambio de bienes y servicios que el Estado no puede garantizar, de suprimir el leonino impuesto al dólar para estimular el envío de remesas familiares del exterior.

En lugar de ello, lo que hacen los mandamases es ponerlo todo peor: siguen en sus trece, con los discursos de siempre, pidiendo más sacrificio, apretando el puño y poniendo más policías en las calles.

Aplazaron para el 26 de noviembre la primera vuelta de las elecciones de delegados del Poder Popular. Es lo más inteligente que se les ha ocurrido últimamente a los mandamases. Dicen que es para priorizar las tareas de recuperación del ciclón, pero se sabe que lo que les preocupaba es el abstencionismo que iba a resultar con tanto descontento como hay.

Da espanto imaginar qué pudiera ocurrir si antes de noviembre, que es cuando termina la temporada ciclónica, golpeara a Cuba, siquiera de refilón, otro huracán. Lo digo por mi pueblo. Respecto a estos gobernantes empecinados, egoístas e incapaces, que se las arreglen con lo que vendría. Si es que pueden.

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