Inicio Cuba JetBlue, la vanguardia agrícola y el despeje de la nebulosa

JetBlue, la vanguardia agrícola y el despeje de la nebulosa

Relaciones comerciales Estados Unidos-Cuba. Foto Radio Ciudad Habana

LA HABANA, Cuba.- Los estadounidenses que quieran volar a Cuba dentro de los doce requisitos aprobados por la anterior administración demócrata tienen otra ruta para hacer realidad sus sueños.

JetBlue, la conocida compañía aérea, con sede en la ciudad de New York, acaba de inaugurar un itinerario directo semanal desde Boston, capital del estado de Massachusetts, a La Habana.

Se trata de la cuarta urbe del país vecino que la aerolínea conecta con la metrópoli cubana más importante. A Boston le anteceden Orlando, Fort Lauderdale y New York.

Frente a esta realidad surge inevitablemente la duda en torno a la aplicación más estricta del embargo, según el presidente Trump y varios miembros de su gabinete.

Pero el asunto tiene más tela por donde cortar, lo de JetBlue podría considerarse solo el aderezo de un banquete que, a contrapelo de las opiniones más entusiastas sobre la inminente efectividad de las medidas restrictivas aprobadas por Trump, podría pasar de la discreción a un expresivo despliegue en los próximos años, y no estoy refiriéndome a un largo período de tiempo.

Las palabras del señor Doug Kessling, nada más y nada menos que uno de los asesores para asuntos agrícolas del actual inquilino de la Casa Blanca, reproducidas por el diario Juventud Rebelde, subrayan una intención que cobra fuerza en el trasfondo del diferendo bilateral.

Sus aspiraciones de establecer relaciones comerciales en el rubro agroalimentario con el régimen de partido único y economía centralizada, parten de una visión idealista y harto distorsionada del modelo que rige en Cuba e inspirado en el que llevó a la ruina a la ex Unión Soviética y sus satélites de Europa del Este.

Kessling, de acuerdo al reporte publicado en la edición del 9 de noviembre, quiere la conservación del estatus quo dentro de la Isla.

“Los jóvenes en toda la parte central de Estados Unidos -que es donde yo tengo mayor influencia-tienen una visión positiva de Cuba y de lo que hacemos para normalizar las relaciones comerciales”, dijo.

Y por otro lado agregó: “siempre que voy a los lugares donde hay malas percepciones en relación con esta Isla trato de demostrar que no están en lo cierto; que con Cuba se puede contar”.

Como colofón a la catilinaria de halagos, el experto expresó su fascinación por el sistema de salud cubano, lo que demuestra su desconocimiento sobre un espacio plagado de pésimas labores administrativas, desvíos de recursos, serios problemas higiénico-sanitarios, entre un rosario de problemas, cuyas razones en parte nada tienen que ver con el embargo.

Entre los norteamericanos que largaron sendas parrafadas a favor del comercio con la dictadura, en el marco de la Conferencia Agrícola Cuba-Estados Unidos, también estuvieron el representante republicano, Rick Crawford y el comisionado agrícola del estado de Minnesota, David Frederickson.

Al sopesar la proyección de los visitantes en el amigable coloquio, me inclino a pensar que la política dura es un espejismo y el acercamiento una estrategia predominante más allá de los colores partidistas y los rígidos posicionamientos ideológicos publicitados.

La ambigüedad marca las pautas en el diseño de una política de fuerza, cuyo éxito dista de la concreción y la efectividad.

Nada más atinado que volver a citar la premisa de que, “en política lo real es lo que no se ve”.

Las pruebas presentadas aquí podrían ser solo la punta de iceberg.

No tiene mucho sentido conservar los ejes de una acción, en este caso, supuestamente dirigida a presionar al poder totalitario, mientras personalidades tan cercanas a la administración republicana vengan a regalar elogios a quienes gobiernan al país como si fuera su finca particular, además de fundamentar la necesidad de ponerle fin a las hostilidades para que los granjeros de Arkansas, Minnesota y Iowa y otros estados, donde la agricultura es uno de los rubros principales, puedan venderle sus productos al monopolio económico estatal bajo la tutela del partido comunista.

Si tuviera que calificar esa rara combinación de intransigencia y gestos tan condescendientes, protagonizados por funcionarios que deberían, sino apoyar por disciplina partidista al menos adoptar una postura más discreta o equilibrada respecto a Cuba, escogería la palabra confusión.

Esa suma de contradicciones pudieran ser el preámbulo de una victoria: la del pragmatismo, y con ello la definitiva legitimación de un capitalismo de Estado sin democracia durante la pseudo-presidencia de Díaz-Canel o la de algún sucesor previamente designado por la élite verde olivo, si las circunstancias así lo determinan.