Inicio Cuba La crisis del sandinismo comenzó en Cuba hace 40 años

La crisis del sandinismo comenzó en Cuba hace 40 años

Fidel Castro junto a Daniel Ortega, y Maurice Bishop, gobernante de Granada durante el acto central por el primer aniversario de la Revolución Sandinista en la Plaza “19 de Julio” en Nicaragua (fidelcastro.cu)

LA HABANA, Cuba. – La crisis del sandinismo comenzó hace 40 años, en Cuba, el país que lo aupó: Decenas de jóvenes nicaragüenses que en 1979, a solo semanas del triunfo de la revolución sandinista fueron traídos a Cuba a estudiar, cuando conocieron aquí el comunismo, lo rechazaron de plano.

Los primeros estudiantes nicaragüenses comenzaron a llegar a la Isla de la Juventud en agosto de 1979. Venían con los traumas producidos por la guerra civil que derrocó la dictadura de 43 años de los Somoza, pero con muchas ansias de superación, alegría y una imagen idealizada de la Cuba revolucionaria.

Traían las maletas cargadas con productos capitalistas, muchos de ellos desconocidos por los pobladores de la Isla de la Juventud, a pesar de que en aquellos años, ese municipio especial era el mejor surtido del país.

La subvención soviética permitía, entre otras muchas cosas, mantener miles de extranjeros estudiando en Cuba, la mayoría en la Isla de la Juventud (la otrora Isla de Pinos).

A los primeros grupos de estudiantes nicaragüenses, con cinco profesores de aquel país, los ubicaron provisionalmente, hasta que se terminara de construir el centro donde se ubicarían definitivamente, en una escuela secundaria básica en el campo (ESBEC) para estudiantes cubanos que estaban de vacaciones.

En un primer momento, el gobierno de Cuba había pensado enviar profesores cubanos a Nicaragua, pero luego decidió que los nicas vinieran a Cuba.

Había alumnos desde adolescente hasta veinteañeros y de todas las clases sociales del país de los lagos y volcanes. La mayoría había peleado en la insurrección.

Tan pronto fue inaugurada la ESBEC 53 “Carlos Fonseca Amador”, cercana al Presidio Modelo y a Nueva Gerona, comenzaron los problemas.

Los exguerrilleros (había incluso hasta una comandante del Frente Sandinista), acostumbrados a las largas caminatas, comenzaron a visitar Nueva Gerona. Allí encontraron fenómenos que les disgustaron y no entendían. Lo primero que no comprendieron, siendo católicos, es por qué las iglesias tenían sus puertas clausuradas y no se daban misas. Pero esa “dificultad” pronto se resolvió. Todos los domingos, los ómnibus de la escuela fueron destinados a llevar a los alumnos a la iglesia. Incluso se hicieron misas en el patio de la ESBEC, una escena que parecía surrealista si nos situamos en aquel tiempo de ateísmo estatal.

La primera directora de la escuela fue una pedagoga que procedía del municipio Centro Habana, que por motivos de salud, a los pocos meses, fue relevada por el Director de la Academia de Ciencias de la Isla de la Juventud, quien a su vez fue sustituido en el curso siguiente.

En la página de Facebook de la escuela, creada por el profesor de Matemáticas Arnaldo Torres, quien impartió clases en el centro, no hay datos de ese primer curso. Pero sucede que yo trabajé como profesor en esa escuela en ese curso y recuerdo lo ocurrido.

El último grupo en llegar a la escuela fueron los “managuas”, o sea jóvenes de la capital, tildados por lo que ya estaban como “burgueses”.

Por cierto, antes de partir hacia la Isla de la Juventud, sólo quedaba una capacidad y había dos optando, entonces decidieron lanzando una moneda al aire.

Al ganador lo apodaban “El Piloto”. Unos meses después, aquel alumno, haciendo honor a su alias, secuestró un avión en el aeropuerto de Nueva Gerona, con otros condiscípulos, con el objetivo de irse a Miami. El intento fue frustrado, los hicieron aterrizar en un aeropuerto militar  y posteriormente los deportaron presos a Nicaragua.

Muchos alumnos cometieron indisciplinas graves con el objetivo de ser expulsados de la escuela y retornados a su país. Ante esa situación, fueron enviadas tres sociólogas con instrucciones del Comité Central del Partido Comunista para ayudar al núcleo de la Juventud Sandinista a hacer actos de repudio a los alumnos que cometieran indisciplinas o fueran expulsados. Pero los nicas se horrorizaron al verse obligados a insultar y repudiar a sus condiscípulos, que habían sido sus compañeros de armas en la guerrilla.

También decidió el gobierno que cada alumno nicaragüense fuera apadrinado por una familia en Nueva Gerona. Los resultados fueron desastrosos. Los nicas se escandalizaban cuando veían como vivían los cubanos. Por ejemplo, cuando los pineros les mostraban la cartilla de racionamiento y la tarjeta de productos industriales y artesanales, con la que los hombres podían comprar una camiseta o un pantalón al año.

Para colmo, en 1980, cuando el curso llegaba a su fin, ocurrieron los sucesos de la embajada de Perú, que culminaron con la salida al exilio, por el puerto de Mariel, de varios millares de cubanos.

Los alumnos nicaragüenses llegaron a la conclusión de que el comunismo no era lo que querían para su país.

El gobierno cubano y el Frente Sandinista no escatimaron esfuerzos para retenerlos en Cuba.

Cuando en Nicaragua comenzaron a rumorar que a los jóvenes los habían llevado a Cuba para que trabajaran como esclavos en los campos de cítricos, Fidel Castro, que visitó la escuela una veintena de veces, ordenó establecer un puente aéreo desde varios puntos de Nicaragua para que los padres pudieran venir a Cuba a visitar a sus hijos.

Muchas fueron las concesiones que se les hicieron a estos alumnos nicaragüenses, entre otras, un estipendio mensual de cien pesos. Estos privilegios produjeron una reacción negativa en los otros becarios extranjeros que estudiaban la Isla de la Juventud. Acusaban al Ministerio de Educación cubano, entre otras cosas, de racistas (los demás estudiantes extranjeros casi en su totalidad eran africanos) y exigían que les permitieran practicar sus religiones como a los nicaragüenses.

En el acto de fin del curso, realizado en el patio de la escuela, ante poco más de un centenar de alumnos, Fidel Castro afirmó “esta escuela le ha costado a Cuba casi 400 millones”.

Después de ese acto, los alumnos y los cinco docentes nicaragüenses fueron montados en un barco y llevados a su país.

Para el siguiente curso escolar sólo regresó una de las profesoras nicaragüenses, que tenía relaciones sentimentales con un cubano con el cual se casó.

Dicen que casi la totalidad de aquellos alumnos exguerrilleros, al retornar a Nicaragua, volvieron a empuñar la armas, pero en contra del régimen sandinista. No querían el horror de Cuba reproducido en su país.

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