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La Cuba pornográfica y el régimen ‘cómplice’

LA HABANA, Cuba.- Tengo un amigo que ostenta sin recato una pasión enorme por la lengua, tanta que es incapaz de guardar silencio si se mencionan sus esencias, sus usos y bondades. Cuando la lengua se convierte en centro de alguna conversación, él demuestra sus saberes a todos los implicados. “¡La lengua es lo más grande!, así dice y asegura: “¡En ella comienza todo, con ella todo termina!” Sus estudios sobre el tema son múltiples, y sin duda sabios. Hace unos días lo escuché disertar sobre el uso de la lengua en la pornografía.

Fue deleitoso escucharlo exponer prácticas y saberes. En esa materia es un experto, y sabe mucho sobre el uso de las interjecciones en las prácticas sexuales pornográficas, y hasta asegura que con solo prestar atención a las abundantes interjecciones de un encuentro erótico filmado, es capaz de definir la nacionalidad de los “revoltosos”, saber el sonido sale de una lengua romance, de una germánica o si es un idioma eslavo. Él aguza su experto oído para reconocer la lengua, el país, de quienes están desnudos en la pantalla de su computadora o en su teléfono.

Tanta pornografía miró en sus cuarenta y tantos años de vida que las imágenes dejaron de atraerle. Ahora se interesa en las interjecciones, lo mismo propias que impropias, usadas en esas “batallas” con la intención de enunciar el placer; y se regodea enumerando las que tienen un significado de base, esas que son adverbios de modo; “suave, rápido, duro, dale, rico, así, así…”, para mencionar luego las que nada significan, que son interjecciones y nada más. “¡De eso yo sé un mundo!”, asegura. Y yo me preguntó de dónde salió tanto saber.

Quizá mi amigo sabe tanto porque tuvo la posibilidad de enfrentar cientos, miles, de películas pornográficas salidas de cualquier confín del mundo, como sucede con tantos cubanos, solo que los otros no se interesan en la lengua de los “contrincantes”. Resulta que en este país tal inclinación, mirar pornografía, creció mucho en los últimos años. En la Cuba del comunismo se hizo costumbre el solitario placer de disfrutar mientras se miran cuerpos desnudos enredados en la cama, en cualquier lugar.

Algo parecido, filiaciones lingüísticas aparte, le sucede al hijo de una amiga que consume más tiempo en ese “deleite” que frente a un libro o haciendo las tareas escolares. Ese muchacho acepta que pasa mucho tiempo de su vida buscando pornografía, y me confesó, lo mismo que al psicólogo y quizá para justificarse, que se entrena para cuando llegue el momento. “Con una aplicación que tengo en el teléfono consigo de todo”, me aseguró.

Roberto, a quien sus íntimos llaman “La cuchufleta”, vive en La Habana pero pasa mucho tiempo viajando por el “interior” de la isla con su computadora y dos discos externos. Roberto descubrió que podría ganarse la vida distribuyendo pornografía en los rincones más recónditos de la isla. “Créeme niño,  ese negocio no desaparecerá nunca, ¡eso es pa’ siempre!”, me asegura, y también que tiene para cualquier gusto, aunque, y “¡por razones obvias!”, prefiere el sexo  entre hombres. “¡Creo que me sale mejor la promoción!”, asegura.

“La cuchufleta” es estratega y reconoce, a “vuelo de pájaro”, las filiaciones sexuales de cada cual. Ahora, cuando llega a cualquier pueblito, se lanza la voz de alarma: “¡llegó la cuchufleta!” y los gais aparecen de inmediato con PCs, teléfonos móviles o cualquier artefacto donde guardar las “joyitas” que llegan de La Habana. TIMTALES.COM es, de entre todas las casas distribuidoras la preferida de “mis amiguitos”, quienes ya se especializaron tanto que preguntan por ciertos nombres. Es por eso que no viaja sin alguna novedad donde aparezcan: “Caio Veyron, Eduardo Picasso, Richard Vallence o Rodrigo, de quien mi amigo no consiguió reconocer la nacionalidad, “…porque él no interjecciona”.

Y “La cuchufleta” no solo comercia con pornografía para hombres homosexuales, también distribuye orgías, filmadas para el consumo de cualquiera, y “películas para lesbianas”, aunque asegura que de ellas no saca mucho. También distribuye sexo filmado en prisión que le venden mujeres que son pagadas por los familiares de los reclusos para hacer servicios sexuales; según dice, esos son los peor filmados y no tienen buena venta, aunque asegura que: “algunas de mis ´amigas´ desquiciadas y morbosas, que sueñan con atender a un preso, me compran alguno de vez en cuando”.

Luis tiene un pequeño sitio, en algún lugar de La Habana, donde recibe a muchos clientes; unos buscan música, otros telenovelas, y también están los que preguntan por “películas de acción”, y esa es, de entre todas, la peor de las preguntas y a la que Luis no sabe cómo responder porque el término es usado muchas veces para insinuar también a la pornografía, y ya pasó un susto cuando un policía “camuflado de paisano” pidió referencias sobre esas películas y él mostró títulos de tiros y puñetazos, mientras el otro, insatisfecho, le dijo: “Pellejos, compadre, pellejos”, que así nombramos también en Cuba a la pornografía.

El hombre descubrió que era una trampa cuando el “fiana” mostró su carné de policía después de exponer todo cuanto tenía. “La gracia me costó 200 CUC”, pero no dudó en pagar; “si no pagaba me metían en cana”, y como no quería ir a la cárcel: “solté el billete”. Desde entonces dejó de venderla en su negocio. Siempre tiene, pero para eso cuenta con distribuidores a los que la da una parte de la venta. “No puedo renunciar porque se busca mucho”.

“¿Tienes muñequitos?”, preguntan algunos, y otros quieren películas de la UCI, haciendo referencia a la Universidad de las Ciencias Informáticas donde se creó una, nada discreta, “empresa de filmación y distribución de películas pornográficas”, donde los “actores y actrices” son los propios estudiantes del centro de altos estudios que fundó, con bombos y platillos, Fidel Castro, y quien no reconoció que no bastaba con abrir una escuela, que los estudiantes también necesitaban dinero, y que si sus padres no se los podían ofrecer lo buscarían…

¿Y por qué tanto crecimiento de “eso” que el gobierno persigue y considera un mal mayor? Son muchísimas las causas. En el caso de los homosexuales, “la cosa viene de atrás”, desde esos días en los que no había videos, ni PCs, ni teléfonos móviles, pero sí campos de concentración y cárceles, exilios forzosos e infinitas represiones y tuvieron que refugiarse en la pornografía, en visualizar e imaginar que eran uno de esos que “poseían o eran poseídos”.

El miedo los obligó a entenderse con postales eróticas, con revistas “pornos”, y fueron muchos los que nunca consiguieron ver imágenes en pleno movimiento, a menos que se largaran del país, o los echaran, pero el “mal” continuó creciendo en medio de la miseria, tanto que hasta aparecieron padres que permitieron que sus hijos fueran usados en tales prácticas en la “Cuba revolucionaria”. Sin dudas son padres desalmados, padres cobardes que no enfrentaron al gobierno que les ató las manos, y pusieron a sus hijos en la boca de otros buitres idénticos a los que regentaban, regentan, el país.

Hoy son cientos, miles, los cubanos que se dejan filmar teniendo sexo a cambio de dinero, y son muchos más los que consumen esa películas, porque en un país en el que el sexo se vuelve cada vez más una mercancía, la pornografía sale ganando, es más barata que ganar un amor pleno, un amor en el que no intervenga el dinero, los muchos intereses. El comunismo cubano, normativo y violento, propició lo que hoy persigue. El comunismo reprimió, los cohibidos se fueron al closet, pero con películas pornográficas.

Y ese gobierno llegó a la desfachatez de producirla. Quien lo dude que recuerde, que indague, que se entere de que ese gobierno espió, espía aún, a quienes se le oponían, y si eran, son, homosexuales, los chantajea filmándolos en pleno sexo con el mismo tipo que antes colocó la cámara en el sitio desde donde todo sería registrado, para mostrar luego aquellas imágenes a las esposas de esos disidentes para castigar.

Recuerdo bien aquellos días en los que “tronaron” a Roberto Robaina, aquel hombre joven que llegó a ser miembro del Buró Político del Partido y ministro de Relaciones Exteriores. Al gobierno no le bastó con destituirlo cuando se sintió traicionado por él, ese gobierno y el partido, decidieron filmarlo, al menos eso se dice aun, mientras “recibía ofrenda de varón”, para humillarlo, para poner su sexualidad ante los ojos de los militantes comunistas. ¿No eran pornográficas esas imágenes de las que tanto se habló en Cuba y que no todos vimos? Si fueron, son “tristemente” pornográficas, y lo peor es que no tuvieron el consentimiento de uno de los implicados, lo que las vuelve macabras, ¡de terror! Un acto como ese pone al gobierno muy cerca del padre que consiente que su hijo aparezca ante la vista de muchos teniendo sexo. ¿Eso no es distribución ilícita? ¿Acaso no merecen también estar entre rejas, como el resto de los distribuidores?